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Dalí, emperador del surrealismo

Una exposición recorre la controvertida visita del pintor ampurdanés a Tarragona en 1973 En su discurso mostró su lealtad “incondicional al invicto Caudillo”

Una visitante observa el retrato de Salvador Dalí a bordo de una carroza en forma de elefante a su llegada a Tarragona.
Una visitante observa el retrato de Salvador Dalí a bordo de una carroza en forma de elefante a su llegada a Tarragona.JOSEP LLUÍS SELLART

Salvador Dalí llegó a ser comparado con el emperador Octavio Augusto. Fue en 1973, cuando el Ayuntamiento de Tarragona lo invitó para conmemorar los 2.000 años de la llegada del césar romano a la ciudad. El pintor, lleno de gloria por la designación, prometió visitar Tarragona a lomos de un elefante. Sin embargo, sus intenciones se truncaron y los vecinos del municipio no entendieron la surrealista performance que realizó por las calles. Ocurrió el 17 de agosto, durante una calurosa tarde de verano. La velada quedó inmortalizada en multitud de fotografías y hasta el NO-DO de la época hizo una crónica sarcástica del momento. Cuarenta años después, la exposición Experiències amb Dalí recoge estos documentos y testimonios individuales de la visita del pintor. Puede visitarse hasta el 28 de abril en la sala de exposiciones de la Fundació Caixa Tarragona, de Catalunya Caixa.

Dalí aterrizó en la ciudad a bordo del yate Royal Eagle. Lo recibió una multitud de autoridades de la época, niños y vecinos de Tarragona. El genio ampurdanés había prometido pasear encaramado a cuatro elefantes auténticos, como en su día lo hizo el emperador romano a lomos de un caballo. Sin embargo, los animales, propiedad del circo Jean Richard de Francia, quedaron incautados en la frontera y no se les permitió la entrada a la ciudad. Entonces, el Consistorio tuvo que improvisar a toda prisa y ofreció a Dalí una alternativa: Una carroza de cartón piedra en forma de elefante, utilizada, en realidad, durante la cabalgada de Reyes. El pintor, ajeno a la polémica, se subió al paquidermo falso y paseó por Tarragona con pose solemne, acompañado por su característico bastón. Desde el puerto, recorrió la Rambla Nova hasta llegar al Ayuntamiento. Incluso hizo un parón frente al Balcón del Mediterráneo. Allí brindó una reverencia al mar, en señal de gratitud, porque fue el oleaje el que guió hasta la ciudad a Augusto. Por si fuera poco, como detallan las crónicas periodísticas de la época, recogidas en la exposición, la performance urbana fue seguida por gigantes, cabezudos, sardanas y una orquesta que tocó sin parar el pasodoble Que viva España.

Los vecinos, que no estaban acostumbrados a las provocaciones de Dalí, no entendieron la amalgama de gestos. Las fotografías los inmortalizan con las manos en la barbilla, intentando descifrar cada paso del pintor. Cuando llegó la noche, con la luz de la Luna llena, Dalí ofreció un discurso, del que se puede escuchar algún fragmento entrecortado en la exposición. El Ayuntamiento lo había publicitado como una disertación “solemne”, pero el pintor citó a su eterno amor, Gala, se declaró “católico, apostólico, romano y rumano”, y mostró su lealtad “incondicional a los Príncipes de España y al invicto Caudillo”. Aún hubo más: “Si los romanos vinieran dirían que lo más bonito son las cabinas telefónicas, el plástico y el progreso formidable en el cordón industrial y comercial, que es romano por excelencia”, afirmó Dalí para homenajear la ciudad frente a una multitud, ya desquiciada por completo.

El pintor fue recibido en el puerto con una carroza en forma de elefante

A continuación, en el Campo de Marte y a la luz de la Luna, pintó un lienzo en directo, del que se acierta a ver un hombre con un caballo, en clara alusión a Augusto. Meses después el cuadro fue completado por dos pintores de la ciudad, y está expuesto en la exposición Experiències amb Dalí. El genio también fue agasajado con unas tartaletas del pastelero Salvador Arimany, ideadas para la ocasión. Entre la nata se distingue la forma de un bigote de chocolate y una barretina roja. “Yo me asusto”, confesó Arimany a un periodista cuando tuvo que ofrecer su postre a Dalí, mientras este posaba para un fotógrafo. “Es parte del trabajo”, le aclaró.

En la exposición, comisariada por José Carlos Suárez, ha colaborado el Aula de Cine de la Universidad Rovira y Virgili, además del Ayuntamiento de Tarragona. La forman medio centenar de fotografías y se recogen en un documental algunas imágenes en movimiento, explicadas a través de los recuerdos de los vecinos. Algunos dicen que sobreactuaba, otros alaban la visita y unos pocos confiesan que ni siquiera se enteraron del lío que montó Dalí en Tarragona. También preside la exhibición el sillón rojo y dorado de la carroza en la que se paseó el pintor. La silla, que pertenece al almacén de la brigada municipal, sigue recorriendo las calles de Tarragona cada año cuando llegan unos visitantes menos surrealistas; los Reyes Magos.

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