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Los panes y los peces

¿Por qué ha esperado Feijóo al final de la legislatura para hacer un plan de empleo?

Tenía razón Bill Keller, exdirector de The New York Times, cuando refiriéndose a la herencia recibida por Barak Obama de su antecesor George W. Bush (guerras injustas sin dinero para sostenerlas, crisis inmobiliaria, crisis bancaria, permisividad reguladora...) afirmaba que si un gobernante hereda un problema y no lo soluciona, el problema se vuelve suyo. Por eso, continuaba Keller, en determinado momento la gente empezó a hablar de que Irak y Afganistán eran “las guerras de Obama” y la recesión era la “economía de Obama".

De todo lo dicho debería tomar buena nota Mariano Rajoy, cuyo único discurso para justificar sus recortes antisociales consiste en invocar la herencia recibida de los socialistas. Pero los hechos son elocuentes y, desde luego, no parecen darle la razón al presidente del Gobierno, que ha sufrido un fuerte desgaste en solo cien días de ejercicio del poder. En efecto, un Gobierno que hace tres meses había conseguido una amplia mayoría absoluta ha cosechado en este corto espacio de tiempo inesperadas y muy sonadas derrotas políticas. La izquierda, contra pronostico, ha ganado claramente las elecciones en Andalucía evitando así el monopolio del poder al que aspiraba el PP; en Asturias, el PSOE se destaca como la primera fuerza política del Principado y es muy probable que pueda formar un gobierno de coalición con IU; el pasado día 29, la convocatoria de huelga general y las masivas manifestaciones que han desfilado por más de cien ciudades españolas han constituido un éxito indiscutible de los sindicatos contra la reforma laboral del Gobierno y su política de recortes que, concretada ya en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, pone de manifiesto que el PP no solo ocultó su programa en la campaña electoral y engañó a los ciudadanos, sino que está dispuesto a afectar a cuestiones básicas de nuestra vida tales como la sanidad, la educación, los servicios sociales o la inversión pública. Así pues, el PP y el Gobierno no deben extrañarse que, como recordaba Keller, parte de la gente empiece a hablar de “los parados de Rajoy”, de la “recesión de Rajoy” o de la “involución social de Rajoy”. Y además no les faltarán apoyos, incluso inesperados, para sostener tales afirmaciones. Baste recordar que la semana pasada el secretario del Tesoro norteamericano, que no parecer ser un peligroso izquierdista, declaraba que las políticas de fuerte ajuste fiscal practicadas en la eurozona —especialmente radicales en España— están impidiendo la recuperación económica y la creación de empleo.

En este contexto, es muy evidente que el desconcierto y el pánico se han apoderado de Feijóo, que últimamente, ante la avalancha que se le viene encima, pronuncia discursos increíbles, no solo vacíos de todo contenido, sino repletos de frivolidades y hasta de tonterías impropias de un presidente de Gobierno. El último de ellos me recordó aquel pasaje bíblico que relata cómo Jesús de Nazaret, reunido con una gran multitud de seguidores (4.000, según la Biblia) y no teniendo que comer después de tres días de ayuno, multiplicó los siete panes y unos pocos pececillos de que disponían sus discípulos, y así pudo dar de comer y saciar a aquella multitud hambrienta. Pues bien, la propuesta formulada por Feijóo la pasada semana dejó en ridículo el milagro bíblico y a Jesús como un simple aprendiz de brujo. En efecto, nuestro presidente, en una nueva exhibición de su conocida incontinencia verbal, anunció un plan de empleo dotado con 30 millones de euros con los que pretende crear nada menos que 44.000 empleos. Además de explicar por qué esperó al final de la legislatura para poner en marcha un plan tan milagroso, convendría que nos dijera cuál es la razón por la que en vez de 30 millones (siete panes y algunos pececillos) no pone sobre la mesa 150 millones y liquida en seis meses la lacra del desempleo en Galicia. ¿Puede tomarse en serio a un gobernante que se permite decir estas frivolidades?. ¿Puede extrañarle a Feijóo que, ante semejantes disparates, alguien sienta la irrefrenable tentación de pensar que es un falabarato?.

El día de la huelga, abrumado por el éxito sindical, al presidente de la Xunta no se le ocurrió otra cosa que pedir un plazo para comprobar si la reforma laboral favorecía el crecimiento y la creación de empleo y si, trascurrido un período razonable, no funcionara adecuadamente habría que cambiarla, dijo. Pero, hombre de Dios, cómo es posible sugerir siquiera semejante propuesta cuando su propio Gobierno reconoce que este año habrá 650.000 nuevos parados y la economía se contraerá el 1,7%. Convendría recordarle además al inefable Feijóo que con el sufrimiento humano no se hacen experimentos. Así están las cosas. Por eso si la oposición gallega es capaz de poner en orden a tiempo sus asuntos no es una utopía que las próximas elecciones autonómicas representen un nuevo varapalo al PP y a su indigerible proyecto político.

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