Los vampiros no se clavan estacas
"Vivimos tiempos de grandes prodigios, como los multimillonarios rescates con dinero público a una banca facinerosa. O el saqueo prolongado de la tesorería colectiva a mayor provecho de viajes apostólicos, eventos de postín, cuchipandas variadas y asaltos en general"
Es costumbre muy arraigada en el lado oscuro que en vísperas electorales, si el escrutinio no está asegurado o alguna encuesta pone en duda las expectativas, aunque solo sea durante unas angustiosas horas, las guillotinas y trituradoras de papel de las dependencias públicas echen humo de tanto caudal para deglutir y hacer añicos, incluso en horas intempestivas. A veces el trabajo sucio se encarga y no resulta extraño ver furgonetas de mudanzas cargadas de archivos de aquí para allá en plena jornada de reflexión. Los papeles, como los lápices de memoria y otros artilugios de la era digital, pueden convertirse en pruebas incriminatorias, aunque algunos árbitros piten a favor del Real Madrid, sea por vicio o por cuestión de Estado. ¿He dicho árbitros? Jueces, quería decir jueces. Permitan, pues, que desde el pozo del descreimiento surjan dudas a propósito de la bondad de ese anuncio sobre, atentos, la ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, todo con mayúsculas para impresionar. Que tal declaración de intenciones haya sido aprobada por el Consejo de Ministros el penúltimo viernes de mes, no significa que toque comulgar con ruedas de molino.
Vivimos tiempos de grandes prodigios, como los multimillonarios rescates con dinero público a una banca facinerosa. O el saqueo prolongado de la tesorería colectiva a mayor provecho de viajes apostólicos, eventos de postín, cuchipandas variadas y asaltos en general. Y si Roy Batty, el replicante de Blade Runner, decía haber visto cosas que nunca creeríamos, como atacar naves en llamas más allá de Orion, o rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser, nosotros hemos visto a Francisco Camps, como un Tonet o Sangonereta de Blasco Ibáñez flotar sobre las aguas poco profundas de la Albufera. Que no es moco de pavo ni ciencia ficción. Hay imágenes que le muestran en una barquichuela, manejando la perxa con la soltura de un sherpa tibetano. Fenómenos, en fin, que ponen a prueba la fe en la condición humana y siembran la duda sobre a quién se confiaba la liquidación, nunca mejor dicho, del presupuesto. No hay civilización interestelar que pueda creerse la transparencia aplicada a los usos y costumbres bajo la órbita del PP. Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. El Gobierno tramitará una normativa repleta de limitaciones y renglones torcidos para que las cuestiones de enjundia llenen la papelera o se pudran en algún limbo reglamentario. Incluso han abierto un buzón de sugerencias para que la ciudadanía les ponga en guardia sobre aquellos aspectos imprevistos que deberán atar corto para evitarse disgustos. Confiar en que se haga la luz en Transilvania, es mucho confiar. Emarsa, Gürtel, Urdangarin, Ciegsa, las fundaciones, el amor entre banca y partitocracia, las subvenciones de Cotino... esperen sentados. Los vampiros no se clavan estacas.
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