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OPINIÓN

La zarzuela en gallego

Nunca tantas razones tuvo la huelga, nunca tan herida ha estado la clase trabajadora

Non chores, Sabeliña fue una zarzuela en gallego de los años cuarenta con libreto irreverente y que hablaba como siempre en estos lares de emigración y nostalgia, de volver y no mirar atrás. Aunque desconocía la existencia de un género chico tirando a habanero en nuestra lengua, mi laguna queda de repente colmada por un guión parecido al de la zarzuela en que los acontecimientos políticos no paran de realzar con un coro preñado de intención chusca que es ya del agrado del gran público.

Dorribo y Carioca pueden llevarse la palma carnavalera, pero tampoco hay que descartar la via unionista emprendida por los concellos de Cesuras y Oza dos Ríos, dando así ejemplo al resto de la Unión, que nunca tan pocas almas han merecido la atención de tantos medios hasta llegar al telediario de la noche.

Al parecer lo primero, Dorribo, va para sainete de juzgados, un correveidile de alguaciles, telegrafistas y procuradores, mientras la sagrada unión a estas horas no se sabe si fue una estudiada jugada publicitaria del gabinete presidencial, que tanto abunda, o se puede ya de hecho dar por consagradas estas parejas de hecho ahora que el ministro de Justicia amenaza con empezar a revisar los fundamentos de la moral en casos como el aborto o, pronto, muy pronto en sus teatros, el matrimonio gay.

Non chores, Sabeliña puede ser también el coro de las lamentaciones de tantos nimileuristas, que todo puede ir a peor en este mundo cruel, que este periódico bautizaba en plan bautismo generacional ya metidos en tiempos twitter, con mucha almohadilla en la pantalla pero sin un patacón en los bolsillos. Idiomas modernos, habilidades de internautas, carreras y Erasmus tiradas por la borda de la incertidumbre o fiadas a la ventura de los casos Carioca de la vida. Dicen que hay trabajo en Alemania, dicen que Islandia vuelve por sus fueros o si no de albañil en un emirato árabe, sueña la generación estafada por la universidad y el ladrillo, la generación de las redes sociales que se ha quedado sola e incomunicada en un paréntesis de la macroeconomía. Desempleo juvenil que al Rey parece que le roba el sueño por las noches aunque no sabemos si es también el estirado de su yerno que lleva un tiempo también en la Zarzuela recorriendo los pasillos del juzgado, una experiencia atlética poco recomendable y menos para un señor miembro de la Casa Real. No hay como ir a los juzgados, aunque sea de curiosos, para darse en la jeta con la España de Galdós que todavía vive.

Aparecen también en el libreto un teléfono móvil en la celda de Oubiña y unos banqueros gallegos que negocian el despido de 700 personas después de darse cuenta que tras su cacareada fusión que trajo en vilo a las provincias de A Coruña y Pontevedra, se han dado cuenta que aquel gran capital que nos iba a convertir en potencia financiera apenas da para pagar la jubilación y los despidos. Del teléfono de Oubiña, a pesar del bajo consumo de televisión en Galicia, los espectadores se darán cuenta de que forma parte de un plan de reagrupamiento familiar de los más dotados presos gallegos.

Non chores, Sabeliña también sonará el día de la huelga general el 29-M en el que los sindicatos tienen personaje de conflicto: no sabemos bien porque primero se sientan con empresarios y fuman la pipa de la paz en un acuerdo draconiano y un mes más tarde llaman a la movilización general ante un Gobierno del que nada sorprende su ciega obediencia a la causa de Bruselas. Nunca tantas razones tuvo la huelga, nunca tan herida ha estado la clase trabajadora, pero no han estado inspirados nuestros agentes sindicales a la hora de hacer un nuevo libreto de la conocida opereta. Y como estas funciones suceden de Pascuas a Ramos vamos a ver qué pasa.

En todo caso, feliz descubrimiento este de la zarzuela gallega que alegra el coro de los condenados y dan ganas de cantar A Rianxeira en la ducha y mirar por la cortinilla a ver si se han casado ya Cesuras y Oza dos Ríos.

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