Reforma laboral sin omeprazol
Frente a la agresividad de la dosis recetada, hay que aceptar algunos comprimidos y rechazar algunas intenciones
Vamos por mal camino. El Gobierno decreta una reforma de la legislación laboral sin consenso y los sindicatos convocan una huelga general. Ambas cosas eran previsibles, pero ello no significa que ambas no sean criticables. Entre todos la mataron y ella sola se murió. No me refiero a la reforma, me refiero a la economía española. La legislación laboral española necesita una revisión ya que el mercado de trabajo no funciona bien. Tres ejemplos para pensar:
1. La mayoría de las economías europeas tienen, en épocas de crecimiento, un paro del orden del 5% y cuando llegan los malos tiempos se acercan al 8% y lo consideran una situación de emergencia. Aquí, en los tiempos en que “España iba bien” y crecía el doble que toda Europa, la tasa de paro se movía entre el 8% y el 10%. Teníamos registrados más de dos millones de parados, pero cada año venían de fuera varios centenares de miles de personas y encontraban trabajo sin dificultad. Una paradoja y un síntoma.
2. La excesiva rigidez “por convenio” de horarios, condiciones de trabajo y cambios organizativos, con poca flexibilidad, ha hecho que, para adaptarse a las circunstancias del mercado, las empresas utilicen siempre la reducción de plantillas. En otros países se opta por trabajo a tiempo parcial, reducción de horarios y sueldos o cambios de puesto de trabajo. En las crisis, el paro crece aquí mucho más y mucho más deprisa que en otras partes. Nadie ha llegado a nuestro 22%. Otro mal síntoma.
3. La utilización masiva de los contratos temporales ha creado una gran perversión. Cuando hay crisis se eliminan primero estos contratos, sin tener en cuenta la capacidad de las personas, ni su formación, ni su idoneidad para aportar lo que la empresa necesita. Entre otros inconvenientes, esto ha perjudicado enormemente a los jóvenes, y aquí está una de las razones del increíble paro juvenil…Tercer síntoma de que algo no funciona.
Somos muchos los que pensamos que, de forma inmediata, se utilizarán estas facilidades más para destruir empleo que para crearlo
Es clara la necesidad de una reforma. Pero ello no significa que la reforma decretada se ajuste bien a estas exigencias. En primer lugar porque algunas de sus disposiciones hacen pensar que se está aprovechando la ocasión para dejar en manos de las empresas de forma unilateral muchas decisiones, a través de una desregulación excesiva basada en la “plena fe en el mercado”. Ya hemos visto cuáles han sido las consecuencias de la desregulación en el mercado financiero.
En segundo lugar porque somos muchos los que pensamos que, de forma inmediata, se utilizarán estas facilidades más para destruir empleo que para crearlo, lo cual reducirá más el consumo y por tanto agravará la crisis. El empleo no se genera facilitando el despido, sino creando más demanda. Si uno va al médico y le diagnostica un desequilibrio interno, seguramente le recetará una dosis fuerte de comprimidos para resolverlo. Si es un buen médico, debe advertirle de que esta dosis puede producirle inmediatamente algunos trastornos, y por tanto debe recetarle también un protector gástrico, para evitar que una perforación de estómago provoque una hemorragia fatal. La reforma laboral, sin medidas inmediatas reactivadoras, puede ser un remedio peor que la enfermedad. Los sindicatos dicen que los derechos de los trabajadores han sido agredidos. Tienen razón. Pero deberían aceptar, aunque les cueste, buena parte de los argumentos sobre la inadecuación de la actual legislación y discutir modelos alternativos para mantener en lo posible estos derechos eliminando sus inconvenientes. Deben también exigir medidas complementarias que compensen algunas de las cesiones que deberán hacer. En lugar de ello, convocan una huelga general. ¿De qué va a servir? En el mejor de los casos podría servir para reabrir una negociación. ¡Ojalá! En el peor, solo servirá para reducir unas décimas el PIB español de 2012, décimas de las que no está nada sobrado. Una parte importante de la opinión pública no comulga con la reforma (el PP solo ha obtenido el voto de CiU), pero tampoco está dispuesta a aprobar la huelga general.
Frente a la agresividad de la dosis recetada, hay que aceptar algunos de los comprimidos y rechazar aquellos que tengan otras intenciones. Y sobre todo, hay que exigir la toma simultánea de omeprazol. Si no vamos por este camino, podemos lamentarlo.
Joan Majó es ingeniero y exministro.
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