¿Elecciones anticipadas, la solución?
Si se conviene de forma mayoritaria que el punto de partida para buscar una definitiva salida consensuada sin exclusiones pasa por la incorporación de la izquierda abertzale, el actual Parlamento no sirve; es decir, habría que convocar, por tanto, elecciones anticipadas una vez que en Euskadi ya nadie antepone la violencia a las vías políticas. Ahora bien, ¿acaso hay tanta prisa cuando todavía quedan por resolver varios daños colaterales del denominado conflicto?; ¿cuáles son las prioridades que realmente entran en el nuevo escenario político después de cuatro décadas de terrorismo y una necesidad imperiosa de vivir en paz?
Posiblemente, el lehendakari, Patxi López, con su intencionada propuesta del Comisionado para la Convivencia, con su decidida apuesta democrática en favor de Sortu legal y su guiño a la reinserción quiso imprimir un sello propio, pero también un ritmo menos acelerado, para configurar así otro escenario, capaz también de que desde Euskadi se pueda abanderar un proceso de solución sin que nadie se sienta extraño. Pero chocó de bruces contra una coyuntura política e ideológica que le debilitó su trenzada estrategia, por la que arriesgó más allá de su conocido decálogo del pasado septiembre. Más allá de las voluntades que se agolpan ahora que se atropellan las prisas, como se puso de manifiesto en el consenso apresurado, pero significativo, del Congreso, es urgente convenir que Amaiur es el elemento determinante, el factor condicionante, con la suficiente capacidad para condicionar el discurso del resto y, posiblemente, para acelerar el ritmo del debate político.
Así las cosas, bastaría una rápida mirada al escenario final del debate inconcluso de ayer para admitir, no sin cierta perplejidad, que se asiste a la cuadratura del círculo: cómo hablar con Batasuna sin que nadie se incomode. En definitiva, cómo idear una ponencia para que, con el paso del tiempo, se busque una fórmula imaginativa que permita a la izquierda abertzale asomarse al mismo Parlamento del que abominaron por insuficiente para encarrilar sus ambiciones soberanistas. Un sapo difícil de digerir para el ala más intransigente del PP, a pesar de los elocuentes esfuerzos de algunos de sus dirigentes por adaptarse a los nuevos tiempos. Y todo ello, además, en la recta final de una legislatura cuyos últimos meses pueden convertirse en un calvario para el actual Gobierno socialista, amenazado, principalmente, por el implacable castigo de una crisis que ata de pies y manos su presupuesto cuando más lo necesita para revitalizar su acción política, Precisamente, por todo ello es ahí donde coge demasiada fuerza la idea, cada vez más extendida, de que resulta demasiado tortuoso caminar por el acotado recorrido que deja la actual representatividad de la Cámara si se permite que el debate sobre el final de ETA priorice la agenda. Sería entonces cuando los principales perjudicados por su alejamiento de la toma de decisiones, la izquierda abertzale, parecerían dispuestos a rearmar una reivindicación que permanecía adormecida desde el verano y que se entendía condicionada por la presencia de Arnaldo Otegi en la cárcel: la exigencia de elecciones anticipadas. Si así fuera, ¿cómo se rearmaría el discurso del lehendakari para quitarles la razón? Lógicamente, de su capacidad de convicción dependerá la suerte del calendario político en Euskadi.
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