Duende entre rejas
Internas del centro penitenciario Puerto III aprenden en un taller las claves del baile flamenco
El duende flamenco no entiende de rejas. Se cuela donde le llaman. Y se instaló en la celda de Angustias. “Las extranjeras me veían bailar y yo les empecé a enseñar”. De esa inquietud por aprender las claves del baile, nació el interés por introducir en la cárcel de Puerto III (El Puerto de Santa María, Cádiz) un taller de flamenco impartido en sus primeras jornadas por la bailaora Soraya Clavijo. La próxima semana, las más aventajadas mostrarán lo aprendido en una gala con motivo del Día de Andalucía en el salón de actos del centro penitenciario. “Habrá una alegría, rumbas y terminaremos por bulerías que para eso soy de Jerez”, subraya Angustias.
El flamenco, dentro de la prisión, es un asidero perfecto. “Te da tranquilidad. Es una forma de desahogarse, de quedarse tranquila”, dice la interna. Angustias tenía una vida fuera. Y en esa vida en el exterior acudía a una academia de baile y participaba en espectáculos con público. Ahora, dentro de Puerto III, recupera la ilusión por mostrar su arte y compartir su experiencia. Sobre todo, con aquellas compañeras de módulo a las que les gusta el flamenco, pero no lo han vivido desde pequeñas.
Una de esas rastreadoras del duende es Alessandra. Nació en Brasil y domina la samba. Pero el taconeo de la bulería se le resiste. “Es lo más difícil. Mover los zapatos tan rápido necesita mucho arte”, considera. De momento, irá en segunda línea en la coreografía del Día de Andalucía. “Quizá en dos meses o tres lo consiga”, dice esperanzada. Ella, como otras extranjeras de Puerto III, se interesó en este taller enamorada del arte flamenco. “Es pasión pura. Te atrapa”, cuenta deslizando las palabras con su acento.
Saray es de Colombia. “De la ciudad del café”, precisa. Llevaba viviendo varios años en Andalucía antes de llegar a Puerto III. “En mi país se organiza también una fiesta en Manizales, las mujeres van vestidas de flamencas y parece que paseas por Sevilla”, recuerda. Ilusionada por dominar este arte asume con humildad las limitaciones que impone este duende. “Yo soy una de las rezagadas. Pero doy muchas palmas”, admite sonriendo.
El director de cine Benito Zambrano dialogó con los internos tras proyectar La voz dormida
El curso no entiende de nacionalidades ni de razas. Rocío, de Conil, se mueve al compás que marcan sus profundos rasgos gitanos. “El flamenco lo llevo dentro. Esto es lo mío”, revela orgullosa. Pero también hay payas risueñas como Noelia. “Mi Angustias dice que yo soy paya pero con mucho arte”, resume despertando las risas de sus compañeras.
Las mañanas y tardes en Puerto III están plagadas de actividades para combatir el hastío. Esta semana, por ejemplo, el director de cine Benito Zambrano dialogó con los internos tras la proyección de La voz dormida. Los presos le desearon suerte en los Goya. El taller flamenco ha sido posible gracias al interés de la bailaora Soraya Clavijo. Lo ha continuado Ana de los Reyes y cuenta con la colaboración de una trabajadora social y la organización de la asociación Brotes de Vida, que organiza numerosas actividades en este centro penitenciario. “Nuestro máximo interés es promover las inquietudes de los internos. Hacemos un seguimiento terapéutico, insistimos en el esfuerzo y buscamos el cambio. Y eso se puede conseguir con libros, con maderas, pinturas o con la música”, explica Antonio Ferrer, su responsable.
Las clases son una vía simbólica de escape. “Mientras bailas, sales un poco de aquí”, confiesa Alessandra. El duende ya está libre. Las palmas se sacuden en las faldas, se alzan al aire y concluye la bulería a un grito de Noelia: ¡Vivan las mujeres Puerto III!
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