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La historia interminable de ‘Atolladero’: dos novelas para un rodaje de culto

Tanto ‘Making of’ en 2008 como ahora ‘El baile fantasma’, ambas de Óscar Aibar, relatan las vicisitudes del rodaje en 1995 de un western apocalíptico de culto que ahora se ha restaurado

Cuando amas el cine, las películas perfectas solo son una parte de la historia, y, a veces, ni siquiera la más apasionante. Hay mucho lugar en nuestros corazones para los proyectos fallidos pero arrebatadores, los accidentes que desprenden todo el estilo del mundo, los suicidios románticos, los desbarres apasionados. Algo de esto tiene Atolladero, el western distópico que Óscar Aibar se sacó de la manga en la España de mediados de los noventa y que en 2025 ha reestrenado su restauración en el Festival de Sitges y en Nueva York. La edición en blu-ray llegará el año que viene. Mientras tanto, la leyenda en torno a esta película merece un repaso, de la mano de dos novelas del propio Aibar: Making of (Random House, 2009) y El baile fantasma (Pepitas & Los Aciertos, 2025).

1995. Horas antes de cumplir veintiséis años, Óscar Aibar arranca el rodaje de su primer largometraje. Viene de ser dibujante y guionista de cómic, y ha enrolado como protagonista a su amigo Pere Ponce. Lo más llamativo es que la estrella del punk Iggy Pop ha aceptado encarnar a uno de los villanos, poco antes de que Trainspotting (Danny Boyle, 1997) renueve su popularidad global. La película mostrará un futuro post-apocalíptico en el que todo territorio externo a las grandes metrópolis se ha convertido en un desierto tomado por la violencia y un sistema político neofeudal. Resuenan Mad Max, el cyberpunk, Peckinpah. La base es un cómic memorable con guion de Aibar y dibujo de Miguel Ángel Martín. Saldrán trenes y coches futuristas, una nave, pistolas y escopetas vigoréxicas, escenas de acción. La coyuntura de la industria en España resulta moderadamente favorable: un proyecto como Atolladero debería ser imposible en este país, pero son los noventa y hay una generación con ganas de cambiar las cosas, Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa o el propio Aibar.

Aibar grita “acción”, y comienzan los desastres: problemas de financiación, dinero que no llega, accidentes, toda clase de elementos en contra y la dolorosa muerte del actor Félix Rotaeta

Entonces, Aibar grita “acción”, y comienzan los desastres: problemas de financiación, dinero que no llega, accidentes, toda clase de elementos en contra y la dolorosa muerte del actor Félix Rotaeta. Es oficial: Atolladero empieza a armar su candidatura a película de culto mientras se desvanece la posibilidad de ser la película que su director tenía en la cabeza. A pesar de todo, el rodaje se completa, la posproducción también, y el proyecto se presenta en octubre de 1995, en Sitges. La recepción crítica es mixta, el público no termina de responder. Sin embargo, desde entonces, Atolladero se instala en la memoria de los aficionados al género fantástico. La mayor condena de cuantas pueden caer sobre una película, el olvido, no será su destino. A ello contribuirá el propio Aibar con una novela divertidísima que publica en 2009. Se titula Making of y constituye uno de los pocos intentos de la literatura española por contar desde dentro cómo es un rodaje.

Aibar es un escritor de fraseo eficaz, capítulos breves, narración directa y espíritu popular. Making of disfrazaba con sutileza deliberadamente escasa las identidades de sus personajes (Pere Pérez/Pere Ponce, Jim Rock/Iggy Pop, y así…) antes de lanzarse a satirizar un mundo de egos infantiles, tahúres empresariales y catástrofes incesantes. La mejor metáfora de aquella novela era la copia del guion que manejaba el pobre director, que cada noche se veía obligado a llenarlo de tachones en rojo y añadidos disparatados para adaptar la historia a las circunstancias. Treinta años después, Atolladero preserva un viejo encanto (¡y bastantes planazos!). Dieciséis años después, Making of sigue logrando que te partas de risa.

Pero el tiempo pasa, y por eso la publicación de El baile fantasma en paralelo a la reaparición pública de Atolladero ha sido tan oportuna. En esta ocasión, la protagonista de la novela es Julia, una coordinadora de escenas íntimas que trabaja para una serie producida por una plataforma. Igual que el narrador de Making of, Julia recuerda su primer rodaje como una experiencia traumática de la que no logra desprenderse. Y como en aquel libro, también en este el lector tiene el privilegio de descubrir cómo funciona el gremio desde dentro (no olvidemos que Aibar dirigió un porrón de capítulos de Cuéntame). Su lectura conjunta proporciona una crónica de los cambios en la industria, frente a los que Aibar se posiciona con escepticismo agrio: el peso de las redes sociales, la corrección política, la pérdida de romanticismo… Tanto Julia como el autor se saben supervivientes de otro mundo, y de ahí que El baile fantasma arranque con una referencia al Circo del Oeste que Buffalo Bill formó, enrolando a viejos héroes como Toro Sentado, cuando ya el mundo se había transformado en otro y ellos no pintaban nada.

Reveladoramente, Making of y El baile fantasma comparten dos escenas idénticas: en una, todo el equipo de rodaje, reunido en asamblea, decide que terminarán “la puta película” pese a los impagos; en otra, sus protagonistas contemplan un cuadro feísimo en el que unos perros devoran a un ciervo. Entusiasmo y peligro, colectivo e individuo: sí, Aibar conoce bien el oficio. Por eso, si en los próximos meses Atolladero recala en alguna gran pantalla cercana a sus casas, en alguna plataforma cinéfila cinéfila (de momento, la Filmoteca de Catalunya, responsable de la digitalización, la ofrece libremente en su canal de Vimeo hasta el 17 de enero) o en las tiendas donde todavía venden blu-rays, acérquense a ella como lo harían a un mensaje venido de unos códigos culturales, una masculinidad y una juventud que fueron y pronto habrán dejado de ser para siempre. Es una película triste, desolada, divertida, con un desierto extraordinario, honesta. ¿Imperfecta? Bueno, y qué.

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