En el medio plazo, complejos iguales
Se puede conjeturar con la principal vía de entrada de estos anglicismos: periodistas, políticos y escritores no relevantes


Los idiomas eligen maneras distintas de decir cada uno lo mismo. Expresiones equivalentes entre sí se formulan con palabras cuyos significados diferirían si las interpretáramos de una en una y no fuéramos capaces de ver su sentido de conjunto.
El refrán galo À qui se lève matin Dieu prête la main (con la rima sonora matán y man) se llevaría al español literalmente como “a quien se levanta de mañana Dios le presta la mano”; o, con mejor rima y ritmo, “a quien se levanta temprano Dios le echa una mano”; pero alcanzaría su correspondencia de sentido en “a quien madruga Dios le ayuda”. A su vez, ambos refranes se avienen con el dicho inglés The early bird catches the worm (“el pájaro madrugador atrapa el gusano”). Y el refrán de los catalanes No diguis blat fins que no sigui al sac i ben lligat (“no digas trigo hasta que esté en el saco y bien atado”) equivaldría a “no vendas la piel del oso antes de cazarlo”.
Sin embargo, en el lenguaje público aparecen con cierta frecuencia fórmulas traducidas del inglés palabra por palabra, en detrimento de las equivalencias habituales en la lengua de destino. Por ejemplo, el fast track aeroportuario traducido como “paso rápido”, en vez de “atajo”; o low cost como “de bajo coste” en lugar de “barato”.
Esto se parece al caso de las cada vez más frecuentes locuciones “en el medio plazo”, “en el largo plazo” y “en el corto plazo”, usadas a menudo por la vicepresidenta Yolanda Díaz y otros políticos, por banqueros y periodistas, así como en los preámbulos de las leyes. Hallamos ahí una traslación literal de in the medium term, in the long term o in the short term. O sea, lo que en español se dice con las expresiones “a medio plazo”, “a largo plazo” y “a corto plazo”.
¿Por qué eligen “en el medio plazo” y no “a medio plazo”? Quizás porque se lo han oído a personas que creen de prestigio y que lo han calcado del inglés. O porque lo han tomado directamente de esa lengua al considerarla más elegante.
El banco de datos académico llamado CREA, con 160 millones de palabras en documentos escritos y orales desde 1975 hasta 2004, muestra 576 registros de “a medio plazo”, frente a 21 de “en el medio plazo” (el 3,5% de la suma). De estos, nada menos que 18 salen de diarios (16 españoles –4 son de EL PAÍS–, uno venezolano y uno chileno); otro se lee en el libro de un periodista, y uno más en el de un político, ambos españoles también. El restante lo escribió un autor hispanoargentino.
En el banco de datos llamado Corpes (el del siglo XXI, que incorpora más medios digitales y que agrupa 380.000 documentos con 410 millones de palabras) se halla 885 veces “a medio plazo” frente a 87 casos de “en el medio plazo” (el 8,9% de la suma de las dos opciones). De estos 87 registros, 49 salen de la prensa, y casi todos los restantes fueron escritos en documentos políticos (la Fundación Alternativas suma 11 citas, ella sola). Y el 91% proceden de España. Pero en cuanto a libros publicados por editoriales, esta locución anglicista figura apenas en una decena de esas 87 menciones. Casi ninguno de sus autores es un novelista o ensayista de prestigio.
Por tanto, podemos conjeturar con la principal vía de entrada de estos (y otros) anglicismos: periodistas, políticos, escritores no relevantes. Es una de las formas en que se modifica hoy el lenguaje: no por la necesidad de la gente de abajo para designar algo nuevo sino por los complejos de los de arriba para referirse a algo viejo. Y además, en este caso con mayor número de sílabas. Ni siquiera atajos baratos son. O sea, ni siquiera son fast tracks de low cost.
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