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la punta de la lengua
Columna
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Malmoe o Malmö: que decida Google

El Malmoe, con esa grafía, fue finalista de la Copa de Europa en 1979 y recibió en 2015 una goleada en el estadio Bernabéu

Fans de Eurovisión a las puertas del Malmö Arena, el recinto donde se celebró la pasada edición del festival, el 7 de mayo.
Fans de Eurovisión a las puertas del Malmö Arena, el recinto donde se celebró la pasada edición del festival, el 7 de mayo.Pixsell / Alamy / CORDON PRESS
Álex Grijelmo

El último festival de Eurovisión se celebró el 11 de mayo en la ciudad sueca de Malmoe, exónimo español que fue sustituido esta vez en casi todos los medios por el endónimo Malmö. Ya saben ustedes: Londres es un exónimo y London es el endónimo.

Cuando se abordan estos temas sale a relucir de paso la dualidad Lleida-Lérida, y les digo ya que sí: que en ese y otros topónimos peninsulares se rompe la costumbre de adaptar la denominación de las localidades importantes y no dar esa dignidad a las poco presentes en la historia común. Por eso traducimos Marseille (Marsella) pero no Aix-en-Provence. En casi todos los medios se decidió escribir y decir Lleida o Girona como expresión de respeto y desagravio a los otros idiomas españoles. Ahora bien, en el caso de Malmö se me escapa qué hermandad o reparación podría alegarse entre el sueco y el castellano.

La influyente Enciclopedia Espasa (tengo la edición de 1955) incluía la grafía “Malmoe”, con foto de su zona portuaria. Y la herramienta Ngram de Google muestra una goleada de esa opción frente a “Malmö” a lo largo de los siglos XIX y XX en los miles de libros en español que almacena. En el año 2000, el último del que ofrece datos, “Malmoe” obtiene 9,7 menciones por cada 1.000 millones de palabras, mientras que “Malmö” se queda en 1,2. Eso significa que en el 88% de las ocasiones en que un autor tuvo que elegir al respecto escogió “Malmoe”, frente al 12% en que se prefirió la grafía “Malmö,” que no se documenta hasta 1956.

En cambio, la tendencia se ha invertido en los últimos años, como refleja el banco de datos académico del siglo XXI (el Corpes: 380.000 documentos, 410 millones de formas ortográficas). Ahí se recoge “Malmö” en 56 textos (44 de ellos de prensa), con una frecuencia de 130 por 1.000 millones de palabras; mientras que “Malmoe” se queda en 26 documentos (23 de prensa) y una frecuencia de sólo 60. El aumento en las menciones de esa ciudad se explica por la masiva presencia de diarios digitales en ese repositorio de nuestra época, frente a los ejemplares en papel de los dos siglos pasados.

El Libro de estilo de EL PAÍS establece desde 2002 la tradicional grafía “Malmoe”, que era la utilizada en el diario desde mucho antes, sobre todo cuando el club de fútbol de esa ciudad fue finalista de la Copa de Europa en 1979. Así se reprodujo también en la derrota por 8-0 que sufrió ese equipo en el Bernabéu el 9 de diciembre de 2015, con cuatro tantos de Cristiano. Muchos otros artículos mencionaron “Malmoe” años atrás, y, curiosamente, las últimas noticias sobre “Malmö” se agrupan en la web bajo la etiqueta de archivo “Malmoe”. Ahora bien, los medios audiovisuales españoles vocalizan “Malmo”, en vez de la pronunciación local que le corresponde: “Malme”.

Entre unas cosas y otras, los topónimos en castellano ceden terreno: “Fráncfort” sucumbe frente a “Frankfurt”; “Apulia” es desplazada por “Puglia”...; la pronunciación “Elsinki” pierde ante “Jelsinki” (Helsinki) y “Miami” frente a “Mayami”, en la muy transitada senda del anglocentrismo.

Miro en Google y si pongo “Malmoe” salen las menciones de “Malmö”; pero si lo hago al revés, no veo las de “Malmoe”. O sea, hay que escribir “Malmö” para asomar por ahí. Abro Google Trends (tendencias) y compruebo que las búsquedas dan una estrepitosa derrota de “Malmoe”. El rastro de los viejos libros se pierde ante los algoritmos nuevos. Haremos lo que Google diga. Hoy será esto y mañana aquello. Google tiene su propio manual de estilo, y todos los medios acabamos escribiendo a su dictado.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades
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