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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Ñu’, la filosofía mundana que esconde la solución a un crucigrama

En el cruce entre la novela, el ensayo y la autoficción, Pau Luque firma un libro inclasificable en el que busca soluciones, todas ellas inservibles, a su desarraigo vital

Pau Luque, en Barcelona en marzo de 2024.
Pau Luque, en Barcelona en marzo de 2024.Johanna Marghella (ANAGRAMA)
Álex Vicente

Dice Pau Luque en su nuevo libro que existen dos tipos de buena literatura: “la que busca suturar heridas y la que busca abrirlas”. No tenemos del todo claro qué pretende hacer el escritor catalán con un libro tan inclasificable como Ñu, si cicatrizarlas o meter varios dedos en sus hendiduras. Pero sí sabemos dos cosas: que se trata de un buen libro y que contiene una herida escondida en alguna parte. En el cruce entre el ensayo literario y la novela filosófica —tanto monta, monta tanto—, Luque firma una obra de rumiante, como lo son los pensadores y los propios ñus, en la que mastica una segunda vez las certezas que ya tenía en el estómago y las acaba desechando por inservibles. Ninguna acaba de funcionar a la hora de paliar su desarraigo en el ecuador de la vida. Lo mismo que cuando uno encuentra, al resolver un crucigrama, el nombre del bóvido africano que da título al libro, “la solución a un problema que en realidad no tienes”.

Superado el abismo de los 40, Luque busca un oráculo que ponga fin a su desconcierto existencial, que el autor expresa con una absoluta falta de solemnidad —”qué horror, qué grima, qué grotesco cuando me pongo solemne”, escribe—, pero solo encuentra caos y arbitrariedad. Deambula entre desastrosas clases de boxeo, recuerdos infantiles en un Penedès tolerablemente quinqui que narra con prodigiosa melancolía —nunca hubo un robo tan bello en un Todo a 100 ni un concurso escolar tan bien perdido—, o digresiones sobre las tesis de Eva Illouz acerca del fin del amor. Persigue soluciones en simulacros de diálogos socráticos con la poeta Curiel Jordana, tan brillante y desconocida que cabe preguntarse si ella y Luque no serán la misma persona, como Hannah Montana y Miley Cyrus, citadas por el autor para ejemplificar su confusión vital. Dejará de buscar respuestas para “lidiar con el desconcierto y la frustración” al darse cuenta de lo que ya sabía: que no las hay.

Como los románticos, Luque divaga en un largo monólogo interior sobre sus distintos estados de ánimo, aunque el escritor esté afectado por un mal du siècle mucho menos ampuloso que el de los jóvenes decimonónicos. Y su absurdismo tampoco es exactamente camusiano: Ñu desprende una filosofía mundana, de andar por casa, caprichosa en el buen sentido de la palabra. El tono es similar al de sus ensayos previos, erudito pero alejado del púlpito frío de la teoría, formulado siempre con media sonrisa y lleno de ironía casanoviana, pero tal vez más orgánico, vibrante y personal que en anteriores intentos. Con los libros previos comparte, pese a todo, un aspecto estudiadamente despeinado, una sensación ilusoria de desorden. Después de todo, para Luque, lo importante siempre es la imperfección, como defendió en Las cosas como son y otras fantasías, con el que ganó el Premio Anagrama de Ensayo en 2020.

‘Ñu’ desprende una filosofía mundana, de andar por casa, caprichosa en el buen sentido, erudita pero alejada del púlpito frío de la teoría

Avanzamos por Ñu como en el interior de un laberinto sin salida —como el de Horta, en Barcelona, escenario de uno de los primeros capítulos—, salvo si uno conoce el truco mágico para no perderse, ese que le enseñó una novia italiana que leía la biografía de Chaplin y fumaba tabaco de liar, de la que se enamoró de inmediato. Luque lo tiene siempre en mente, pese a perderse adrede varias veces, como demuestra al cerrar el círculo del libro —que lo lleva de Génova a Barcelona y luego a Ciudad de México, donde reside, y vuelta a empezar— con el personaje que le da comienzo: Di Bastone, ese amigo narrador de infinitas anécdotas “tan inverosímiles que solo pueden ser verdad”. Como Curiel, la poeta clandestina que vive en un minúsculo pueblo llamado Torrelles de Foix, Di Bastone podría existir o ser un doble imaginario del escritor, con quien comparte dicho afán fabulador.

En esta traviesa autoficción, Luque se representa a sí mismo con el punto justo de autodesprecio y coquetería (sinónimos, después de todo). También como un aficionado incansable al chascarrillo, amante de hacer reír a sus amigos (¿la mejor calidad que existe?) y propietario de una comicidad que oscila entre lo facilón (“Trump es un europeo que sí fue al dentista”) y lo tronchante (“Si Jeff Buckley tenía oído absoluto, yo tengo intestino absoluto”). Para el autor, un buen ensayo es siempre un libro fallido, igual que una construcción que se viene abajo y se convierte en una ruina sobre la que erigir otros edificios con mayor éxito. “Lo que importa a la hora de escribir es lo mismo que a la hora de vivir: dejar unas ruinas hermosas, embellecer el mundo con algún puñadito más de escombros”, escribió en su libro anterior, Hipocondría moral, firmado con Natalia Carrillo. Ñu parece un sólido inicio de construcción, por poco monumental que parezca su fachada, de un proyecto literario de envergadura.

Portada de 'Ñu', de Pau Luque. EDITORIAL ANAGRAMA

Ñu

Pau Luque
Anagrama, 2024
200 páginas. 17,90 euros

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.
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