Jerusalén, una historia de violencia y de convivencia
El cómic ‘Historia de Jerusalén’, erudito, crudo y divertido a la vez, resulta muy útil en unos tiempos en los que el pasado se utiliza como arma arrojadiza
Jerusalén, parafraseando lo que dijo Winston Churchill de los Balcanes, ha producido más historia de la que puede digerir. Desde los tiempos de Abraham, la ciudad se ha visto engullida por masacres religiosas a lo largo de los siglos. La maldición de la violencia y la muerte es una de las conclusiones que se puede sacar de la lectura del cómic Historia de Jerusalén, una obra concienzuda, y a la vez divertida (a ratos) e instructiva (en todo momento), sobre la ciudad santa para las tres grandes religiones del Libro. Cuando la visitó, Hermann Melville se llevó una impresión deplorable y escribió: “La ciudad está asediada por el ejército de los muertos: hay cementerios por todas partes. Allí donde se mire, solo veo cuevas y caminos de piedra, monumentos de piedra, muros de piedra… Corazones de piedra”. Es, sin duda, una ciudad de fe, pero también de muerte.
La otra conclusión a la que lleva el libro es que, pese a todo, la convivencia es posible. Jerusalén no puede dejar de ser lo que es, la ciudad tres veces santa y el epicentro del conflicto israelopalestino, pero no significa que esté condenada por su pasado, ni por los momentos de violencia e intolerancia. El capítulo séptimo del tebeo se titula ‘La paz otomana’ (1516-1799) y describe uno de los periodos más prósperos y ricos de la ciudad santa. Relata, por ejemplo, la historia del investigador israelí Amnon Cohen que se dedicó a estudiar los oficios que proliferaron durante aquella época de relativa tranquilidad: tallistas de piedra, pregoneros, ceramistas, peluqueros, cirujanos, vendedores de agua, a través de los que se puede trazar un relato de cómo funcionaba la urbe. Uno de los más interesantes es el de carnicero, porque descubrió que los judíos podían vender carne a los musulmanes como si fuese halal y los musulmanes a los judíos como si fuese kosher porque el método de sacrificio del animal era igual, una demostración de la fluidez del trato entre las comunidades.
Mezclando la erudición de Simon Sebag Montefiori en Jerusalén. La biografía y la gracia de Guy Delisle en Crónicas de Jerusalén, el cómic resulta especialmente útil en estos tiempos, en los que la historia y el pasado se utilizan como arma arrojadiza en Oriente Próximo. El guion es obra del historiador Vincent Lemire, que fue director del Centro Francés de Investigación de Jerusalén, y los dibujos de Christophe Gaultier—una línea clara, teñida muchas veces de humor, con enorme trabajo en el reflejo de la arquitectura y en la ambientación histórica—. Narrado a través de un árbol milenario que contempla la ciudad desde el Monte de los olivos, solo hay un misterio que deja sin resolver: ¿Por qué esta ciudad de inviernos heladores y veranos insoportables, en mitad de la nada, rodeada de desierto, es uno de los centros espirituales del mundo?
La historia demuestra que ninguna de las tres religiones del Libro puede reivindicar Jerusalén por encima de las demás, porque fieles de las tres han sufrido y muerto en ella, pero también porque han existido momentos de tolerancia. A veces los problemas complejos tienen soluciones sencillas. En el caso de Jerusalén, bastaría con recordar aquellos momentos de su pasado en los que la convivencia fue posible porque es la única solución para un territorio sagrado al que nadie va a renunciar.
Historia de Jerusalén
Traducción de Pau Gros Calsina
Garbuix Books, 2024
235 páginas. 29,95 euros
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