Lo nuevo de Adrianne Lenker, Ariana Grande, Estopa, Guillem Gisbert, Kevin Johansen y otros discos del mes
Los críticos musicales de ‘Babelia’ seleccionan los álbumes más destacados de las últimas semanas
Adrianne Lenker, algo bonito de escuchar
Por Xavi Sancho
Adrianne Lenker
4AD / Popstock
El quinto disco en solitario de la estadounidense Adrianne Lenker, líder de la banda Big Thief, arranca con un tema de casi seis minutos prácticamente a capella. Escucharlo en unos auriculares en el metro mientras sabes que al otro lado de la vida millones de personas están gritando desesperadas por hacer saberle al resto del planeta su opinión sobre el nuevo disco de country de Beyoncé sienta como un posicionamiento vital de una radicalidad tan solitaria como gratificante. Es una radicalidad tranquila, calmada, sin aspavientos y, sobre todo, que no pide ser compartida ni exhibida como una medalla al valor de no sacar el móvil en un concierto, de no tener Whatsapp o de haberse dado de baja de Netflix para invertir esos euros en clases de macramé. Es esta la radicalidad que muestra la de Indiana en la docena de cortes que conforman este pequeño monumento a la transparencia y a esa cosa tan complicada de gestionar con sensatez llamada sinceridad. Es una cosa muy bonita de escuchar.
Grabado en un remoto estudio en un bosque de Nueva Inglaterra, este Bright Future es un disco de folk que lo juega todo a la calidad de las canciones, al poder de la lírica, a las inflexiones vocales y los pequeños detalles de producción, que encuentran su razón de ser en el continuo del disco, no en la búsqueda de coartadas modernizadoras o experimentales para justificar su existencia en un siglo que solo entiende el tiempo en presente. A diferencia de mucha de la música que se lanza hoy, este álbum no busca que hables de él. Simplemente existe en la belleza de hoguera de campamento de ‘Sadness is Gift’, en el piano y la melodía de ‘Evol’, que se clava en cada sílaba, creciendo delicadamente para terminar quebrando la voz de Lenker hasta el punto de que casi sientes su saliva. La versión de ‘Vampire Empire’, un apabullante tema de Big Thief, solo con ella y su guitarra, suena como si fuera interpretado en una habitación pequeña y sin ventanas en la que solo estáis ella y tú, y ella ni siquiera ha reparado en tu presencia. Por su parte, ‘Candlefame’ incide en una suerte que la estadounidense ha perfeccionado en los últimos tiempos y que consiste en imaginar un mundo en el que al mejor Dylan compositor le concedían el deseo de ser un intérprete un técnicamente perfecto. Y ‘Already Lost’ suena a nana de guardería. Si no fuera porque parece tratar de la futilidad del destino, podría utilizarse para mandar a los niños a la cama.
En un momento en el que parece que las letras se escriben para sustraer de ellas eslóganes que puedan estamparse en camisetas, Lenker ofrece reflexiones sobre el paso del tiempo y lo que le hace al amor, a las personas e incluso a la vegetación. Dudas sobre qué vale la pena hacer si el mundo está por acabarse y muchas llamadas de teléfono para decir lo que quedó por decir y lo que no. Y ante la inminencia del apocalipsis, canta en ‘Donut’, el tema que cierra el álbum, que no quiere ir a nadar, ni siquiera darle un beso a su amor. ¿Para qué? Y ahí radica otra parte de la grandeza y la casi accidental radicalidad de su propuesta: no quiere que el fin del mundo la coja bailando, ni recordándonos que ya nos avisó —el mundo hoy se divide entre estos tipos de humanos—, simplemente parece aspirar a que el fin del mundo la pille pensando en el fin del mundo.
La emancipación de Ariana Grande
Por Álex Vicente
Ariana Grande
Republic / Universal
La autoficción ha llegado al pop femenino para quedarse. Después de Beyoncé, Taylor Swift, Miley Cyrus o Shakira, llega el turno de Ariana Grande. Su nuevo disco, un divorce album en toda regla, parece pensado para responder a las especulaciones sobre su vida privada de finales de 2023, cuando fue tratada de rompehogares al iniciar una relación con el actor Ethan Slater, entonces casado, con quien rodaba la película inspirada en el musical Wicked. Precisamente, el disco se abre con una introducción al estilo de Sondheim, uno de esos preludios que anuncian la dramaturgia de la obra y las ideas musicales que se desplegarán en ella. En este caso, el final inexorable de su matrimonio y el inicio, igual de inevitable, de otra relación, sobre arreglos propios del R&B del último cambio de milenio. Antes se hacía un comunicado. Ahora se edita un disco: Grande responde a las críticas, juega con su personaje de supuesta villana y se defiende con la vulnerabilidad por bandera. Las mujeres ya no lloran. Las mujeres hacen caja mientras alimentan la inagotable conversación en redes.
El oportunismo está claro. Lo que no quita que este disco, breve pero arrebatador, sea lo mejor que ha hecho la cantante, en busca de esa gravitas que han conquistado algunas de sus correligionarias en los últimos años. Grande deja atrás el virtuosismo vocal más gratuito y se aleja de sus hits de antaño, eficaces pero huecos, para explorar territorios más sugerentes de la mano de un impecable Max Martin, coautor o productor de 11 de los 13 temas. Abundan las canciones redondas: ‘Bye’ —disco suntuoso en la estela de Diana Ross—, ‘Don’t Wanna Break Up Again’, ‘The Boy Is Mine’ —guiño al clásico imperecedero de Brandy y Monica—, ‘Eternal Sunshine’ y, sobre todo, ‘We Can’t Be Friends’, himno doliente que pudo cantar Robyn. Al final, el single ‘Yes, And?’ es lo peor de un disco que tal vez necesitaba una canción así de obvia para existir comercialmente, y que solo se resiente de una poética que, a ratos, resulta poco sofisticada (Grande se atreve a rimar therapy con codependency y firma versos como “jugaste conmigo como con una Atari”). Pero que también logra recordar, de lejos, a Daydream, de Mariah Carey, o The Velvet Rope, de Janet Jackson. Es decir, a trabajos que dejaron claro que sus responsables no seguirían siendo muñequitas dóciles de la industria musical.
Estopa se despereza
Por Carlos Marcos
Estopa
Sony
Veinticinco años ya de ese disco que ha puesto música a juergas y salidas nocturnas. En 1999 escuchábamos ‘Como Camarón’, ‘La raja de tu falda’ o ‘Tu calorro’ y empatizábamos con estos dos hermanos currelas de la Seat. Lo mejor de todo es que hoy seguimos cantándolas. Estopa podía haber celebrado este cuarto de siglo llenando estadios y tirando de sus abundantes clásicos. Más hoy, que están siendo descubiertos por veinteañeros. Pero se han desperezado y han entregado este buen disco. En Estopía asoman unos Estopa reconocibles, zumbándole a la rumba (ese homenaje al Pescaílla) y acelerándose a lo Extremoduro (etapa primera). Pero también con cositas novedosas, como ‘Sin tinta en el boli’, muy Burt Bacharach, o proponiendo la fiesta con tequila en ‘La ranchera’.
El líder de Manel en solitario, impecable
Por Laura Fernández
Guillem Gisbert
Ceràmiques
Hay ambición, y es una ambición de múltiples salidas, en el primer álbum en solitario del líder de Manel. Literariamente impecable —aquí hay 11 temas que podrían ser 11 relatos, pero esto no es nuevo—, brilla, o palpita, honda y fascinantemente cuando se entrega al songwriting más puro: los casi siete minutos, frondosos, de ‘Miracle a les Planes’ son algún tipo de cima, o, por qué no, la densidad de ‘Empatia total’ y ‘Els gegants de la ciutat (oli sobre tela)’, casi una murder ballad. Solo tiende a desdibujarse cuando experimenta con un electropop que no sabe que lo es (‘Balla la masurca!’) o con algún tipo de alt trap que se teme a sí mismo (‘Hauries hagut de venir’). Y, sin embargo, siempre se sostiene. Porque esa era la idea, tal vez. Buscar no una salida sino muchas, distintas.
Kevin Johansen, pasión por las palabras
Por Javier Losilla
Kevin Johansen
Sony
Kevin Johansen, argentino nacido en Estados Unidos, debutó discográficamente hace 20 años y pronto supimos que era el epítome del folclore de la era del algoritmo. Músicas en sinuoso tránsito de la raíz a las puntas, y letras describiendo lo cotidiano, escritas por un mago del lenguaje. Hace cinco años que no registraba canciones nuevas, y Quiero mejor, que ahora somete al juicio popular, es su álbum de regreso oficial, una muestra espléndida del logro de unos códigos sonoros que, manteniendo la pasión por las palabras, trascienden las taxonomías. Así, abre por rumba en compañía de Las Migas con la pieza que titula el disco, y cierra con cuerdas y piano en dos lenguas (‘Bien Sur’). Y, de principio a fin, un gozoso repertorio.
La nueva aventura de Albert Hammond
Por Fernando Neira
Albert Hammond
earMUSIC / Edel
Un hombre que ha compuesto éxitos para The Hollies, Whitney Houston, Starship, Julio Iglesias o Luz Casal no tenía necesidad de embarcarse en nuevas aventuras, así que saludemos el primer LP del gibraltareño Albert Hammond en 18 años como un acontecimiento y un motivo de gratitud. He aquí un trabajo extenso (17 canciones) e irregular, pero dignísimo y orgulloso de un casi octogenario al que se le acumulan las cicatrices —un divorcio traumático, una atrofia vocal— y también las legitimidades: se le ha quedado una voz cruda, granulada y hermosa con la que revivir la herencia beatlemaniaca (‘Gonna Be Alright’), renovar su talento como baladista seductor (‘Bella Blue’, ‘Young Llewelyn’), asumir vulnerabilidades (‘Goodbye LA’) y hasta competir con The Strokes, la banda de su hijo, en ‘Don’t Bother Me Babe’. Grande.
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