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Jaime Rubio Hancock: “Con la presidencia de Trump te ríes, pero de miedo”

El escritor y periodista publica ‘El informe Penkse’, una novela en clave de comedia sobre el entorno laboral

Jaime Rubio Hancock
Claudio Alvarez

Después de haber publicado sendos ensayos sobre filosofía y humor, el escritor y periodista de EL PAÍS Jaime Rubio Hancock (Barcelona, 1977) presenta El informe Penkse (Altamarea), una novela en clave de comedia sobre el entorno laboral, cuyo protagonista se llama, precisamente, Jaime Rubio Hancock.

Dice su biografía que es usted un periodista experto, entre otras cosas, en humor. ¿Cómo se consiguen esas credenciales? Hay que aprovechar cuando nadie mira. Supongo que todos tenemos nuestras obsesiones y he tenido la suerte de que me hayan dejado escribir sobre algunas de ellas.

¿Cuánto hay de imaginación y cuánto de realidad en la historia de El informe Penkse? Es todo ficción: le puse mi nombre solo porque me pareció divertido. También es un nombre que me gusta mucho, aunque solo sea por la costumbre.

¿Qué distancia separa la escritura periodística de la de ficción? Diría que la relación con el lector. En el periodismo hay que contar algo que ha pasado o transmitir una idea de forma muy clara y directa a alguien que no quiere que le hagas perder el tiempo (con razón). Y en la ficción hay mucho más margen para el juego. Por ejemplo, en la ficción no hace falta que el lector se fíe del narrador e incluso puede ser mejor que no se crea nada.

Si pudiera elegir, ¿a qué autor o autora universal entrevistaría como periodista? A Iris Murdoch.

¿Cuál sería su pregunta estrella en esa entrevista? Da igual, no creo que diera respuesta mala. Pero buscaría hueco para preguntar por el humor en sus novelas, sobre todo en Bajo la red.

¿Quién es el humorista más gracioso del mundo? No me atrevo a dar solo un nombre, pero entre mis favoritos (y ampliando la definición de humorista) están Enrique Jardiel Poncela, P. G. Wodehouse, Miguel Gila, Francisco Ibáñez, Pepe Rubianes, Tina Fey, Sarah Silverman, Miguel Noguera, Hannah Gadsby, Tim Robinson y James Acaster, entre otros.

¿Qué libro le convirtió en lector? Más que un libro fueron mis padres, que trajeron a casa los libros de Enid Blyton y los tebeos de Ibáñez. Y luego, mi tío, que me prestó unos cuantos de Asimov.

¿Y en escritor? ¿Lo quieres saber para ponerle una demanda? Pues Stephen King, que está forrado, y llegó a casa después de Asimov.

¿Cuál tiene abierto en la mesilla de noche? Vivir abajo, de Gustavo Faverón Patriau. Me está encantando e inquietando a partes iguales.

¿Cuál no pudo terminar? Soy de terminarlos todos, aunque sea a duras penas y en diagonal (incluso en vertical, si es necesario), pero no pude con El jardín de los frailes, de Manuel Azaña, y eso que es cortito. Ni siquiera sé por qué lo empecé. El libro se publicó en el 36, ¿la guerra fue por su culpa? No lo descarto.

¿Qué película ha visto más veces? Soy un hombre blanco heterosexual de mediana edad, así que la respuesta es casi obvia: Uno de los nuestros, seguida de Sospechosos habituales.

¿La última serie que vio del tirón? Hace poco volvimos a ver Veep en casa y nos tragamos las siete temporadas casi seguidas. Ya tengo ganas de verla por tercera vez.

¿Qué canción usaría como autorretrato? Esta pregunta es dificilísima. Siguiendo con lo que decía antes de la película, supongo que me toca algo de Radiohead o de R.E.M., aunque me gusta más The Cure.

¿Tiene algún placer culpable en materia cultural? Forjado a fuego podría entrar en esa categoría, pero la verdad es que no me siento nada culpable cuando lo veo. Es mejor que Juego de tronos (y Juego de tronos me gustó).

¿Cuál es su suceso histórico favorito? Como persona interesada en el humor, la presidencia de Donald Trump. Lees, por ejemplo, The Divider, de Peter Baker y Susan Glasser, y parece precisamente un guion de Veep. Solo que pasó de verdad y a menudo te ríes, pero de miedo.

¿Qué está socialmente sobrevalorado? Trabajar. Hace falta, claro, pero no es ni lo más importante ni tan importante. Además de eso, añadiría Twitter, los ingredientes de la paella, el nacionalismo y el patriotismo, y salir de la zona de confort.

¿Qué trabajo no aceptaría jamás? Ojalá poder rechazarlos todos. Pero si tuviera que decir uno, asesor político.

De no ser periodista y escritor, le habría gustado ser… Relojero. No me refiero a vender relojes, que también, sino, sobre todo, a repararlos.

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