Las cartas sobre el deseo y el fango de Néstor Perlongher
A 30 años de su muerte, Un barroco de trinchera reúne 28 misivas de Néstor Perlongher, poeta y militante LGTB, dirigidas a su amigo Osvaldo Baigorria
Chispeante, tierno y malviviendo de su paga exigua como encuestador. Angustiado por problemas judiciales derivados de la persecución del deseo homosexual durante la última dictadura argentina. Con ganas de irse a Brasil apenas supiera dónde y de qué vivir allí. Desmesurado, irreverente, filoso, entrando y saliendo de cárceles, “apaleado, por el mero delito de mis preferencias eróticas, o, aun, por su suposición...”. Así aparece el poeta y sociólogo Néstor Perlongher (1949-1992) en las cartas que le escribió a su amigo, el escritor Osvaldo Baigorria, reunidas en Un barroco de trinchera (Blatt & Ríos). Frágil, a veces; combativo, siempre.
Al cumplirse tres décadas de la muerte del autor de Hule, (murió de sida el 26 de noviembre de 1992, a los 42 años de edad), la publicación del libro en España es un acontecimiento literario y político. Sus páginas (enmarcadas por valiosos prólogo y notas de Baigorria, que valen la coautoría que reza la portada), reconstruyen desde el testimonio de uno de los poetas y activistas argentinos más radicales la lucha por los derechos LGTB en ese país y el surgimiento del “neobarroso.” Un estilo poético encarnado por Perlongher del que estas cartas son laboratorio y muestra: “Cierto embarrocamiento (no decir nada ‘como viene’, sino complicarlo hasta la contorsión) amanerado o manierista y, al mismo tiempo, una voluntad de hacer pasar el aullido, la intensidad. Un barroco de trinchera, o un neobarroso, que se hunde en el lodo del estuario”.
Las cartas que componen el libro son 28, escritas por Perlongher entre 1977 y 1986 (una edición de 2006 recopiló 12 a las que se agregan ahora 16 recuperadas por Baigorria, cuyas respuestas se perdieron). Manuscritas o a máquina, escritas en el dorso de hojas recicladas, “en una lengua que se habla bajo fuego” para eludir a los funcionarios policiales de correos, exudan memorias de otra dimensión: una era predigital en la que se esperaba y desesperaba con todo el cuerpo. Esas páginas registran las mudanzas de ánimo, domicilio, rencores e intereses del autor, que abandonará Buenos Aires, todavía bajo el yugo militar, para radicarse en San Pablo, Brasil, en 1981 (“Insostenible, parto, harto”, escribe en mayo de ese año). Como activista, continuaría denunciando la represión sexual en Argentina.
La carta de febrero de 1977 que abre esta verdadera novela epistolar lleva cuitas desde el Río de la Plata (Perlongher entonces vive con otro militante, Eduardo Todesca en el partido de La Matanza, rebautizada por ambos Parti du la Massacre), hasta Argenta, la localidad canadiense en la que Baigorria y Milu, su mujer, integran una comunidad hippie. Urbano y de sed tropical, Perlongher no ahorrará humoradas sobre la elección de la pareja por esa forma de vida: “Me han contado que en los días claros -que son pocos- desde la terraza de tu iglú se divisa la flota soviética en la rada de Vladivostok o en el mar Báltico”.
Si “rosa”, con minúscula, firma la primera carta (en alusión a Rosa Luxemburgo, la líder socialista que usó como seudónimo en sus escritos políticos iniciales), será “Néstor” quien cierre el libro, devenido en autor de “Cadáveres”, un poema emblemático de la posdictadura, que se publicará en Alambres, de 1987: “Bajo las matas/ En los pajonales/ Sobre los puentes/ En los canales/ Hay cadáveres...”.
En esa última carta, previa a la salida de Alambres (que interesó a la catalana Edicions del Mall, dirigida por Julián Ríos, el autor de Larva, hasta que Perlongher se decidió por la argentina Último Reino), el poeta confiesa: “Acá Baires se extraña con fuerza, sobre todo los míticos bares de charlas infinitas”.
Los amigos se habían conocido en 1972 en Buenos Aires, un año después de la creación del Frente de Liberación Homosexual (FLH), una entidad clandestina y pionera en la defensa de los derechos LGTB, en la cual Perlongher, de formación trotskista, fundaría el ala más radicalizada, conocida como Grupo Eros, que pretendía “incorporar a la comunidad homosexual al proceso de liberación en marcha”, y que saludaría el retorno de Juan Perón al poder.
En diciembre de 1973, cuando Baigorria inició el viaje que lo llevaría a Canadá, Perlongher ya investigaba la situación de los taxi boys de la calle Lavalle, antecedente de su tesis de maestría en Antropología Social sobre la prostitución masculina en San Pablo, que se publicaría como El negocio del deseo, en los años 80. Era el comienzo de su interés por los márgenes y las “formas disidentes de subjetivación”. Lector ferviente de Deleuze, la calidad de su obra ensayística es comparable a la de su poesía: exuberante, enemiga del lugar común, provocadora y disruptiva. Su literatura reconoce entre otras influencias a autores surrealistas como Enrique Molina y beatniks como Allen Ginsberg, pero también llamaradas de Góngora, de los cubanos José Lezama Lima y Severo Sarduy y de Osvaldo Lamborghini, el autor maldito de El Fiord.
Tras la dictadura iniciada en 1976 y antes de radicarse en Brasil, Perlongher estuvo 15 veces preso. Sabía que su correspondencia era interceptada y cuando decidió emigrar lo hizo “en medio de un terror indescriptible”, autodefiniéndose como “un exilado sexual”. En paralelo al militante, creció el poeta. “No todo es pálida”, le escribe a Baigorria el 1 de abril de 1979, al anunciarle que está pensando en costear la edición de su primer libro: “Austria-Hungría, cuyo poema central sería un diálogo entre dos locas (Austria y Hungría) que se pelean y debaten la alternativas ante la próxima irrupción de los germanos...” El libro fue publicado por Tierra Baldía, la editorial de Fogwill, en 1980. Seguirían otros cinco poemarios y tres libros de ensayo.
Volvió a la Argentina democrática en 1983 para la asunción de Alfonsín, “...a festejar el triunfo de la derecha (que las lamentables condiciones de nuestro terruño nos hacen consentir llamar de liberal) sobre el fascismo metalúrgico”, le cuenta a su amigo.
Luego de 1986, año de las últimas cartas que Baigorria recibe ya en la Argentina, Perlongher se acercó a la iglesia del Santo Daime. Comenzó a experimentar con ayahuasca, bebida ritual amazónica de efectos alucinógenos, y encaró la que su amigo define como “la etapa más asombrosa de su viaje sobre el filo de la identidad personal”. Ese giro espiritual (“el anhelo de una experiencia intensiva de transustanciación”) fue previo a conocer su condición de HIV positivo en 1989. Esto no está en las cartas, aunque su lectura permita entender la torsión.
Días antes del final, en 1992, había escrito el poema Canción de la muerte en bicicleta, y en él, este alarido casi dulce: “Ahora, ahora, en este instante digo./ En lo inconstante, en lo inconsciente, en lo fugaz me disemino./ Disperso y fugo. En lo fangial del fango./ Imágenes ateridas bajo la lluvia de película.”
Un barroco de trinchera. Cartas (1977-1986)
Blatt & Ríos, 2022
212 páginas. 16,90 euros
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