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‘Miles de ojos’, estámpese ‘usté’ contra un árbol

El boliviano Maximiliano Barrientos entrega un portento barroco sobre una secta de adoradores de la velocidad que oscila entre la pesadilla y los sueños adolescentes

Árboles en el Parque Nacional de Amboro, en Samaipata, Bolivia.
Árboles en el Parque Nacional de Amboro, en Samaipata, Bolivia.Alamy Stock Photo

Para los agoreros del más de lo mismo, para los del “esto que me pasa os lo quiero contar” y adictos al trauma familiar de prêt-à-porter, este libro no deja de ser una mala noticia. Para el resto, una excelentísima que nos llega desde Bolivia, Santa Cruz de la Sierra más concretamente, lugar de nacimiento de su autor (1979) y centro virtual del mundo a tenor de Miles de ojos, su última novela.

Maximiliano Barrientos es escritor y docente universitario. Tiene publicados los libros de cuentos Diario (2009), con el que consiguió el Premio Nacional de Literatura de Santa Cruz; Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer (2011) y Una casa en llamas (2015), así como las novelas Hoteles (2011), La desaparición del paisaje (2015), En el cuerpo una voz (2018) y esta incursión en la ficción especulativa —weird fiction— que tiene por título Miles de ojos.

Barrientos coloca el epicentro de esta novela, que se levanta del pulp y de lo fantástico sin dejar de estar en todo momento amarrada a ellos, merced al talento narrativo de su autor, en una secta de adoradores de la velocidad y el black metal. Conducir el auto, no cualquiera, sino un Plymouth Road Runner de 1970 —¿guiño al Plymouth Fury de 1958 de Stephen King en Christine, uno de los angelotes tuteladores de este libro?—; ir a toda hostia —no los USA, sino alrededores de Santa Cruz—, encontrar el árbol, estrellarse contra él, liberar el sueño. Árboles y cuerpos se funden entre sí, las bujías nacen como frutos chungos entre el aceite y la piel, acero y cromo como la cinta de la canción de Kiko Veneno.

Asistiremos a altares con restos fósiles, muertos en accidentes de coche —­demasiada velocidad, demasiado mal humor, demasiado de todo— que hablan a ese adolescente desde dentro de su cabeza

También es la historia de un hermano en busca del hermano mayor muerto, de secretos de padres vistos como sombras de fantasmas lovecraftianos desde la habitación de todo adolescente y camaradería entre amigos de instituto, raros, diferentes e irreductibles. Asistiremos a altares con restos fósiles, muertos en accidentes de coche —­demasiada velocidad, demasiado mal humor, demasiado de todo— que hablan a ese adolescente desde dentro de su cabeza. Tribus posapocalípticas, Mad Max de George Miller y enigmáticos tipos sacados de aquellas películas de David Lynch en las páginas con la portada —eso sí— más horrenda de la temporada.

Todo este portento barroco, esa abigarrada lectura está servida con una prosa clara y noir, nada especulativa, que no trata de desextrañizar la realidad. Moviéndose entre la pesadilla y el pathos nihilista adolescente, lo absurdo, lo ballardiano, lo del futuro de mañana mismo y lo ancestral, Barrientos escribe con un puñado de subgéneros arrugados en las manos, sin perder nunca el pulso ni la intencionalidad narrativa. No pide perdón ni hace proselitismo, pero tampoco prisioneros. Es valiente, loco y honesto. Escribe para sus compañeros de pupitre —misma ropa, mismas lealtades y mismas bandas— un libro que aún se aguantará cuando sea un viejo estampado contra un árbol o dormido a su sombra, no seamos dramáticos y levantemos el pie del acelerador del Plymouth Road Runner.

Portada de 'Miles de ojos', de Maximiliano Barrientos.

Miles de ojos

Autor: Maximiliano Barrientos.


Editorial: Caja Negra, 2022.


Formato: tapa blanda (248 páginas, 20 euros).

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