Ruth M. Anderson, la fotógrafa que llevó la Zamora del principios del siglo XX a Estados Unidos
A lo largo de los años veinte, la autora realizó varias expediciones a la España rural. Una exposición y un libro reúnen las imágenes que tomó para la Hispanic Society of America
Tenía la carrocería de un vehículo Fiat, la batería de un Chevrolet y el chasis de un Ford. Adecuado a unos fines muy concretos al coche lo llamaron familiarmente Nuestra señora, y en él emprendieron viaje la fotógrafa Ruth Matilda Anderson (Phelps, Nebraska, 1893 - Nueva York, 1983) y su ayudante Frances Spalding. Hacía ya más de cuatro meses que las jóvenes estadounidenses habían zarpado desde Nueva York. La mañana del 31 de marzo de 1926 partieron de León hacia la provincia de Zamora. Colaboradoras de la Hispanic Society of America, viajaban con el fin de tomar fotografías para el museo de la institución. Las esperaba un travesía de cuatro semanas por tierras remotas. Parajes cenagosos y carreteras de barro y piedras y poblaciones donde el tiempo parecía haberse quedado anclado. Allí encontrarían el mejor material posible para lograr su propósito. Regresarían a su país con casi 650 imágenes y un cuaderno repleto de anotaciones que a diario Anderson se encargó de completar. Un valioso repertorio, estético y etnográfico, de un tiempo tan lejano en sus manifestaciones, como al mismo tiempo familiar. Una obra que nos habla de la tenacidad de una mujer que se adentró en un mundo totalmente ajeno a ella, para a través de una lente convertirlo en el suyo propio y contribuir a fijar la imagen de España en la memoria colectiva.
Del impacto que debían de causar aquellas dos extranjeras, que sin reparos viajaban solas y se desenvolvían con soltura, es prueba una fotografía en las que las aventureras almuerzan en compañía de dos lugareños. Sentadas, Spalding sobre una caja de madera y Anderson sobre una pila de piedra, cubren sus cabezas con sombreros cloche mientras beben leche. La adusta mirada de los campesinos, que amablemente las acompañaban, parece resumir la extrañeza que despertaban las estadounidenses a su paso. “¿Es usted hombre o mujer?”, preguntó a Anderson la suegra de uno de los muchachos, “¿No ve que llevo falda?”, le contestó la fotógrafa. “Sí, pero no lleva pendientes”, replicó la aldeana. De igual forma, no debía de ser menor el asombro que aquella comunidad tan arcaica en sus costumbres provocaba en las fotógrafas cuya rutina solía transcurrir entre rascacielos en Manhattan. La imagen fue tomada en la localidad de Villalcampo y forma parte del centenar de imágenes, muchas de ellas inéditas, que exhibe el Museo Etnográfico de Castilla y León dentro de la exposición En el viejo mundo. La expedición fotográfica de Ruth Anderson a Zamora (1926).
No era esta la primera vez que Anderson visitaba España. Con anterioridad había fotografiado Galicia, Asturias, León, Extremadura y Canarias, en ocasiones acompañada por su padre, Alfred Anderson, también fotógrafo. La capacidad de la joven para centrarse en los valores estéticos de una imagen al tiempo que ensalzaba su componente documental la había convertido en la perfecta candidata para seguir las directrices de Archer Milton Huntington, fundador de la que ha sido la institución más importante dedicada a la cultura Hispana en Estados Unidos. Su propósito era captar la esencia de la España más auténtica y olvidada, aquella que se encontraba fuera de los núcleos urbanos, y centrar su atención especialmente en su rica indumentaria, ornamentados ropajes que destacan sobre el austero y pedregoso paisaje (años más tarde publicó varios libros y artículos dedicados al traje español). Sus años de formación en la academia de Clarence H. White, uno de los fundadores del movimiento de Photo Secession, le abrió los ojos al lenguaje de las vanguardias. De ahí que, su obra refleja una expresión más personal del mundo, una mirada persigue enfatizar la personalidad de sus sujetos, con dignidad y maestría. De igual forma, en ocasiones, las tomas de las indumentarias se convierten en retratos y las cerámicas que la sorprenden en el zaguán de una vivienda trascienden al tema que representan.
La Semana Santa se convirtió en su objetivo principal, no por ello descuidando las escenas de la vida cotidiana en los pueblos y los paisajes. Cargaba con una cámara de gran formato y meticulosa, planeaba sus días y sus tomas. Aún así su trabajo revela no solo su espíritu intrépido sino su capacidad para adaptarse a lo inesperado y su sentido del humor. Todo ello dentro un mundo que encerraba distintas y complejas interpretaciones más allá de los tópicos, y que consiguió captar revelando su trascendencia sin artificio, con la misma naturalidad con la que se llevaban a cabo aquella liturgia cargada de expectación. “Comprendió el potencial de los momentos más cotidianos y menos obvios”, destaca Patrick Lenaghan, comisario de la exposición junto con Alberto Martín Márquez. Como cuando vio a la gente levantando las faldillas de un paso para animar a los cargadores, y “llenó de humanidad una fotografía excepcional”. Tal y como destaca Martín, la fotografía de Ruth M. Anderson conecta con nuestra memoria. “nos presta su mirada, una mirada casi centenaria a la que le cuesta envejecer”.
‘Ruth M. Anderson. En el viejo mundo’. This Side Up. 217 páginas. 19,90 euros.
‘En el viejo mundo. La expedición fotográfica de Ruth Anderson a Zamora (1926)’. Museo Etnográfico de Castilla y León. Zamora. Hasta el 22 de enero.
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