Mitch Epstein, la diversión antes de la era del ‘selfie’
Dos libros y una exposición reúnen dos de las primeras series del fotógrafo estadounidense. El elocuente retrato de un mundo sin mercantilizar donde nos sentíamos más libres
Escribe la crítica y escritora Lucy Sante que Mitch Epstein (Holyoke, Massachusetts, Estados Unidos, 1952), “más que la mayoría de los fotógrafos, trabaja como un escritor de no ficción. Elige un tema, hurga a fondo en él y saca un libro”. Sin embargo, en la manera pausada en la que el fotógrafo observa el mundo para luego darle forma a través de su propia estética visual, sus libros podrían asemejarse más a una novela. No en vano, fue a mediados de los años setenta cuando el autor comenzó a cuestionar su acepción dentro de la fotografía documental. La narrativa que ofrecen sus imágenes en conjunto, así como las yuxtaposiciones y relaciones a las que se prestan, nada tienen que ver con la idea de un reportaje. Su fotografía requiere de una sosegada mirada para poco a poco ir revelando nuevos y profundos significados.
Por aquellos días, Epstein fotografiaba las distintas formas de pasar el rato y divertirse con la gente de su país. Placeres tan silenciosos como a veces excesivos que daban pie a elocuentes imágenes, que de igual forma brotaban de la satisfacción y el desenfado con el que el autor se enfrentaba al acto de fotografiar el mundo. La serie se prolongaría hasta los noventa, perfilando un retrato de la América de los días anteriores a la época del teléfono móvil. “De cuando el placer aún no se había mercantilizado”, matiza Epstein, en conversación telefónica desde Nueva York. “Era un mundo menos consciente de sí mismo que se prestaba más al intercambio. Estábamos menos pendientes de la existencia de una cámara”.
Las imágenes quedaron reunidas en Recreation. Publicado por Steidl en 2005, la edición ha sido recientemente revisada por el artista y enriquecida con imágenes inéditas. Una cuidada selección donde se aprecia el dominio del fotógrafo a la hora de abordar lo excepcional mediante la claridad y la ligereza, sin recurrir al sensacionalismo, como lo hace la imagen de un hombre que descansa sobre una hamaca al lado de su Cadillac, no muy lejos de las desaparecidas Torres Gemelas. De igual forma, con la misma franqueza y lucidez, Epstein se aproximará a lo banal y lo ordinario, “con el fin de liberarlo para alcanzar su propio enigma; su propia gloria”.
Entre 1978 y 1989, al tiempo que completaba Recreation, el autor viajó de forma regular a India. Al país natal de su primera mujer, la directora de cine Mira Nair, con quien colaboró como director de fotografía en So Far from India e India Cabaret, y como diseñador de producción en Salaam Bombay y en Mississippi Massala. De aquellos días saldrían miles de fotografías realizadas con los mismos medios utilizados para su anterior serie: película y cámara de medio formato. “Me adentraba en un nuevo mundo del que conocía muy pocas cosas”, recuerda el fotógrafo. “India supuso un punto de inflexión a la hora de definir mi sensibilidad y mi práctica fotográfica y tuvo que ver con mi colaboración en el cine. Allí me liberé de la ortodoxia adquirida durante mis años como estudiante de fotografía”, asegura el artista.
“Una vez hube abandonado la idea de mi obra como fotografía documental, me sentí mucho más libre. Al final, lo que me interesa es aquello que me hace sentirme fiel a mí mismo”
Garry Winogrand fue su principal mentor. “Su estética iba asociada a la creencia de que el rol del fotógrafo está detrás de la cámara”, explica Epstein. “Sin embargo, lo que yo buscaba era involucrarme y estar abierto a lo que estaba ocurriendo delante de la cámara. De ahí que, cuando comencé a trabajar en el cine, me di cuenta de que mi propósito en la fotografía no era simplemente crear un documento. Me interesaba el trabajo realizado mediante la interpretación. Ser más subjetivo. Así, una vez hube abandonado la idea de mi obra como fotografía documental, (en el sentido más estricto de la palabra), me sentí mucho más libre. Al final, lo que me interesa es aquello que me hace sentirme fiel a mí mismo”.
El resultado de su paso por el país asiático puede verse dentro de la programación de la última edición de los Encuentros de Arlés. En una exposición organizada en la abadía de Montmajour, bajo el título Mitch Epstein, In India, 1978-1989. De igual forma, la obra ha quedado reunida en un monográfico con título homónimo, In India publicado por Steidl. “Tuve que esperar varias décadas hasta que pude ver realmente la India que había fotografiado”, asegura el autor. “Estar en un lugar foráneo resultaba en cierto modo desestabilizador, pero el hecho en sí de estar casado con una mujer india e integrado en su familia me hacía sentir el lugar como mío. Aquel trabajo supuso cruzar distintas fronteras y hacerlo suponía plantearme preguntas, no solo acerca del lugar donde estaba, sino sobre el lugar de donde procedía. Qué significaba ser americano y haber nacido en una generación con tremendos privilegios”.
Las imágenes tomadas en India conservan el tono relajado de Recreation, tan contemplativo como expansivo, aunque se advierte en ellas un cariz más íntimo y poético. El fotógrafo se adentrará con libertad en domicilios privados, en los decadentes cabarets, y en variados espacios públicos, adaptándose a los distintos estratos sociales y religiosos y a arcaicas y complejas costumbres, para extraer a través de su mirada la riqueza de matices que definen al país asiático. “Crecí en una pequeña localidad de Massachusetts, y al llegar con veinte años a Nueva York, me sentía un emigrante”, recuerda el fotógrafo. “Todo resultaba muy distinto a mi lugar de origen, pero la práctica de la fotografía me predispuso a estar abierto a la experiencia, a aprender e ir descubriendo por el camino. Aprendí a sentirme cómodo en cualquier lugar. Conocí Nueva York fotografiándolo”. Así, la gran diferencia que encontró el autor a la hora de fotografiar estas dos series fue que “en India ocurrían muchas más cosas en público que en Estados Unidos”.
Gran parte de la educación como artista de Epstein procedía entonces del cine. No era fácil entonces acceder a la obra de William Eggleston, Stephen Shore y otros pioneros que como él hacían uso de la fotografía de color. Así, era en las películas donde el autor encontraba el lenguaje cromático y las cualidades emocionales que buscaba en el color. “El cine también me hizo comprender las limitaciones de la fotografía a la hora de sugerir una estructura narrativa con una sola fotografía. Esta podría sugerir o provocar un relato, pero realmente no puede completarlo, deja abiertas demasiadas preguntas. De manera que me liberé de la idea de que las fotografía cuenta una historia para centrarme en otras de sus cualidades; en pensar cómo consigue alcanzar su condición particular sin la necesidad de tener que explicarse a sí mismas”. De ahí que el autor normalmente, y a no ser que el tema lo requiera, en los títulos de sus imágenes solo se refiere al lugar donde fueron tomadas.
A partir de estas dos series fotográficas, la obra de Epstein adoptó un enfoque más conceptual. Rebelde por naturaleza, define su obra como “anti estilo” y dice no estar interesado en un solo tema ni en un solo territorio. “Creo que mi obra ha ido creciendo debido a que no siempre sé lo que vendrá después y siempre estoy abierto a reenmarcar mi enfoque dependiendo del tema o el concepto que se encuentre detrás”, sostiene. De igual forma dice ser muy selectivo con las imágenes que publica. “Soy un defensor de la fotografía lenta”, advierte.
‘Recreation’. Mitch Epstein. Steidl, 2022. 176 páginas. 75 euros.
‘Mitch Epstein. In India. 1978-1989′. Abadia de Montmajour. Arlés. Hasta el 25 de septiembre.
‘Mitch Epstein. In India’. Steidl, 2021. 144 páginas. 55 euros.
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