‘Los Effinger’, para que sepáis cómo fue Berlín antes y después de los nazis
La escritora judía Gabriele Tergit muestra en su obra magna una forma de vida en Berlín que se perdió irremediablemente en 1935
Qué novela más monumental: ¡cuánta energía narrativa!, ¡cuánto dominio del elenco de personajes! y ¡cuánta capacidad de creación viva! Todo ello sostenido magistralmente a lo largo de casi un millar de páginas. Los Effinger es una de las grandes sagas familiares de la literatura alemana del siglo XX, y sólo comparable en cuanto a logros literarios y envergadura histórica con Los Buddenbrook. Pero mientras la novela que a Thomas Mann le mereció el Premio Nobel retrata la sociedad alemana del fin de siècle en provincias, Los Effinger nos es más próxima, ya que se sitúa principalmente en la primera mitad del siglo XX, y en la capital de Alemania.
Pocos libros ilustran mejor el devenir de Berlín en las décadas de su máximo esplendor como centro de sofisticación cultural y empuje tecnológico-económico que esta apasionante crónica de época. Pero, al contrario de la señorial parsimonia de Mann, Gabriele Tergit lo dota de la frescura y gracia —también de sobria clarividencia— que ya caracterizaban su éxito internacional Käsebier conquista Berlín (Minúscula). Con encomiable levedad, a modo de breves instantáneas, enfocadas con sequedad y precisión, se ensamblan momentos clave de la política, escenas en el salón y en la calle con cartas entre parientes.
Sin embargo, si quisiéramos estirar un poco más la comparación con Los Buddenbrook, la novela de Tergit cuenta con un valor añadido: nos describe la época que conduce al gran cataclismo desde la perspectiva de una familia judía, o, mejor dicho, de dos familias judías. Por un lado, la del recatado relojero Mathias Effinger y sus hijos, que van a buscar fortuna en Berlín y en Londres en los años de la gran expansión industrial; y por otro lado, la del mundano banquero Oppner, que en el Berlín del káiser Guillermo I llega a formar parte de la alta sociedad. Dos mundos opuestos se dan la mano: el de los modestos y piadosos artesanos de pueblo, y el de los espléndidos y refinados berlineses de la alta burguesía, a través de los dos protagonistas de la novela, los hijos de Mathias, Karl y Paul, que se casan con las hijas de Oppner.
En el ascenso social y económico de la primera generación se refleja la expansión económica de la Alemania de Bismarck; en los problemas que surgen en la segunda generación, la autora traduce plásticamente en el ámbito familiar la decadencia y las revueltas sociales provocadas por la Primera Guerra Mundial. Significativamente, allí son las mujeres de las dos familias —antes relegadas al hogar— quienes salen ganando. La periodista feminista Marianne y su prima, la actriz de teatro Lotte, se emancipan de su entorno y encuentran el reconocimiento y una vida independiente (sin el soporte masculino). En estos dos personajes, Gabriele Tergit (seudónimo de Elise Hirschmann) ha vertido mucho de su propia biografía, como en general en la novela, que se basa en la historia de sus antepasados.
Sólo que la autora reduce a un mínimo sus experiencias con la persecución de los nazis que ya en marzo de 1933 asaltaron su piso berlinés. La puerta reforzada de hierro resistió el ataque. Apenas unas pinceladas dedica Tergit en la novela a las atrocidades que siguieron a la toma de poder de Hitler. Escenas muy breves, donde por ejemplo describe lo que ve Bertha, la hija sexagenaria del viejo Mathias, en el antes idílico pueblo de Suabia durante la Noche de los Cristales Rotos: “Bertha se abrió paso por entre los escombros hasta la rodilla, telas rotas, objetos destrozados y hechos pedazos. Tuvo que levantarse las faldas para atravesar el lugar. Entonces vio a un caballero bien vestido, de perilla gris. Estaba solo en medio de una habitación, sacó un cuchillo y gritó: ‘¡No dejaré con vida a ese pájaro judío!’. Y apuñaló en su jaula a un pequeño canario amarillo que no dejaba de piar”.
Era mujer. No resultó fácil hacerse hueco en el mundo literario. Luego, su nombre entró en la lista negra y quemaron su libro
Gabriele Tergit, la celebrada autora de Käsebier, está hoy, como tantas escritoras judías de su generación —Nelly Sachs, Anna Seghers o Mascha Kaléko—, poco menos que olvidada. Resulta difícil de entender por qué no forma parte del canon de la literatura alemana. Probablemente, porque era mujer, y para una reportera de juzgado —y doctora de Filosofía— no era fácil hacerse un lugar en un mundillo literario masculino. Y cuando lo consiguió, su carrera fue truncada por los nazis, su primer libro quemado, su nombre puesto en la lista negra. Empujada al exilio, tardó dos décadas en escribir Los Effinger, siempre en precariedad y con cambiantes domicilios, y al publicarse en 1951 finalmente su opus magnum, los alemanes no querían saber nada de su pasado reciente y menos si se lo contaba una emigrante judía.
Hasta qué punto la cultura judía había impregnado y definido esta Alemania antes avanzada en tantos aspectos nadie lo quería ya reconocer. Tergit expresamente no pretendió escribir un ajuste de cuentas. Simplemente quería con su libro mostrar una forma de vida y cultura que se perdió irremediablemente en 1935, con las leyes raciales de Núremberg: “Lo que deseo es que todos los judíos alemanes digan: ‘Sí, así éramos, así vivimos entre 1878 y 1939′; y que se lo pongan en manos de sus hijos diciendo: ‘Para que sepáis cómo fue”. Quien lea Los Effinger, sin duda, entenderá mejor cómo fue ese mundo y cómo fue posible su destrucción.
Los Effinger
Autor: Gabriele Tergit.
Traducción: Carlos Fortea.
Editorial: Libros del Asteroide, 2022.
Formato: tapa blanda (904 páginas, 34,95 euros) y e-book (20,99 euros).
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