José Álvarez Junco: “A las víctimas del franquismo se les han procurado reparaciones vergonzantes”
En su nuevo libro, el historiador reconstruye el siglo pasado en España y muestra las distintas formas en que otros países han digerido sus traumas
En Qué hacer con un pasado sucio, José Álvarez Junco (Vielha, Lleida, 1942) explora la historia reciente de España, desde principios del siglo XX hasta ahora, y lo hace con la mirada puesta en los desgarros que siguen produciendo en la sociedad unos hechos traumáticos que la marcaron profundamente. “Franco fusiló a unas 40.000 personas en periodo de paz”, comenta Junco. “Esto significa 4.000 personas durante 10 años y significa más de 10 al día. Franco es una persona que firma más de 10 condenas a muerte al día durante los 10 primeros años de su dictadura. Dejo aparte la guerra. Eso forma parte del trauma, del pasado sucio”. Y no hay más remedio que volver a tratar de él. “He intentado colocar el caso español en el contexto internacional. Eso permite que te des cuenta de algo que los nacionalismos no te dejan ver: que no somos tan raros. Creemos que estos pasados sucios solo nos pasan a nosotros, y ocurren en todas partes”.
La mirada próxima y el gran angular, la finura en los análisis, una escritura diáfana y precisa, el recurso a las lecciones de los maestros recientes de la Historia, una exquisita pero sobria erudición, el compromiso con el presente: de todo eso hay en la obra de Álvarez Junco y en esta nueva entrega vuelven a emerger las grandes preocupaciones que han marcado su trabajo. Y su afán por ser pedagógico para evitar las confusiones conceptuales que al final redundan en debates pobres y mal enfocados. Este nuevo libro es una buena excusa para recordar su trayectoria.
Estallido anarquista
El primer asunto del que se ocupó en serio Álvarez Junco fue el anarquismo. Había estudiado Derecho por decisión de su padre, que era registrador de la propiedad y que confiaba en que su hijo siguiera sus pasos. No lo hizo. Al terminar la carrera tomó “la gran decisión” de su vida, explica: “No hacer oposiciones e irme fuera a estudiar inglés”. Fue en el curso 1965-1966 y aterrizó en Bristol con 22 años. “Lo pasé fatal, pero leí El laberinto español, de Gerald Brenan, y descubrí que en España había habido anarquismo. Decidí dedicar mi tesis a estudiarlo”. Otro año importante fue 1968. Estaba entusiasmado con el Mayo Francés y consiguió una beca para estudiar en La Jolla, en California. Allí estaba Herbert Marcuse, el gran referente de la contestación política de aquel momento, y fue un tiempo de revueltas y de estallido social, con la guerra de Vietnam como telón de fondo. “Terminé convirtiéndome en uno de sus alumnos y pude conocer al círculo ultraizquierdista que lo rodeaba”. A la vuelta terminó su tesis.
“Me atraía del anarquismo su crítica a los partidos políticos y a esa dictadura revolucionaria que había conducido al estalinismo. Nunca me atrajeron los regímenes comunistas. Cuando visité Cuba se me cayeron las ilusiones que podían quedarme por el castrismo romántico y revolucionario. Era un país burocratizado, absurdo, ineficaz. Del anarquismo me gustaba lo que defendía Bakunin, que todos los poderes son malos y que lo que hay que hacer es liberar las energías del ser humano: políticas, sociales, sexuales. No supe ver los aspectos negativos, terribles, del anarquismo: su dedicación a matar curas, por ejemplo. Le hicieron la vida imposible a la Segunda República y, cuando estalló el golpe de 1936, por cada pueblo que pasaban dejaban un reguero de cadáveres de religiosos. De todo eso no me enteré, no quise verlo, lo dejé fuera. Me ocupé exclusivamente de la ideología política”. Álvarez Junco publicó su tesis en 1976: un trabajo de filosofía política. “Nunca estudié Historia”, explica, pero empezó en la universidad a trabajar en la asignatura de Historia de los Movimientos Sociales. “Nos ocupábamos del proletariado y la lucha de clases. Con una base marxista, aunque en mi caso no de manera ortodoxa”.
Demagogia populista
Mientras estudiaba a los anarquistas, Junco se fijó en otro movimiento obrero atípico. El que lideraba Alejandro Lerroux. “Dirigía una organización obrera, presidió un congreso obrero en 1900, era un demagogo al que votaban los anarquistas catalanes porque predicaba el nacionalismo español en Cataluña”. Del seminario que dirigía por entonces salió un libro colectivo, Populismo, caudillaje y discurso demagógico, y decidió hacer su segunda gran investigación sobre Lerroux. “Tampoco es un libro de historia, ni una biografía, sino una investigación sobre un movimiento social populista, anticlerical, demagógico, de izquierdas, obrerista, nacionalista español, anticatalanista. Es el movimiento que termina llevando a la Semana Trágica. Y freno ahí; me quedaba siempre ahí, hacia 1910. Así que no me metí para nada en el Lerroux de la Segunda República”.
Los esquemas míticos de la identidad nacional liberal y de la católica son los mismos: paraíso, caída, redención
“El populismo de Lerroux tiene algo del populismo actual”, comenta. “El discurso mismo, que es muy sencillo y que se sostiene en una dicotomía: el pueblo, que es el bueno, frente al antipueblo, el malo: las élites, los extranjeros, los homosexuales, los inmigrantes, los curas, los caciques y la oligarquía. Luego está el caudillaje: ‘Yo estoy con el pueblo contra el antipueblo’, pero ‘el pueblo soy yo’. Y hay una tercera cosa en común: la utilización de estrategias que se salen de los cauces establecidos. Lerroux lo mismo salía a organizar meriendas democráticas en los montes cercanos a Barcelona que sugería quemar iglesias u ocupar la calle”.
El emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista se publicó en 1990. Durante su escritura, Junco fue dándose cuenta de que la clave de todo estaba en el nacionalismo: lo que a Lerroux le había funcionado en Cataluña era el nacionalismo español. “Me fui en 1992 a Estados Unidos tras obtener una cátedra en la Universidad Tufts, y estuve allí siete u ocho años y pude vivir, aunque con un poco de retraso, la gran revolución que se produjo en los estudios sobre el nacionalismo de la mano de Greenfeld, Hobsbawm, Gellner o Anderson. El nacionalismo era una construcción que permeaba toda la visión del mundo. Y decidí aplicar esta mirada al caso español”.
Las dos Españas
Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo de 2002, fue el resultado de aquella investigación. “Busco entender cómo surge la idea de nación española y cómo todo se reorganiza alrededor de esa nación española como sujeto. Esa invención que se fue construyendo durante los siglos XVIII y XIX se proyecta hacia el pasado, y a partir de ese momento empieza a existir una historia de España, pero también la pintura y la literatura y las ciencias se organizan en torno a la nación”. En este libro, Álvarez Junco cuenta cómo se fueron construyendo las que terminaron por ser en realidad dos identidades nacionales, la liberal y la católica. “Ambos discursos siguen el mismo esquema mítico: paraíso, caída, redención”, dice. “Hubo un momento en que fuimos libres y felices, te dirán unos, pero vino la Edad Media y llegó una malvada dinastía extranjera que nos impuso el absolutismo y la Inquisición y la ignorancia y hubo siglos de decadencia, pero un día resurgimos con la revolución liberal y volvimos a ser libres y felices. Los otros sostienen en cambio que un día fuimos católicos y que logramos en torno a unos grandes reyes ser la mayor potencia del mundo, como debe ser, como le corresponde a España por ser el pueblo premiado por Dios, el elegido, pero pecamos por la influencia de potencias extranjeras y vino la decadencia, hasta que un día resurgimos y gracias al glorioso general Franco que derrotó en 1939 al complot judeomasónico España recuperó el esplendor de los Reyes Católicos”.
El siguiente libro, que escribió junto a Gregorio de la Fuente, fue una historia de la historia de España, y se tituló El relato nacional. “La primera referencia que encontré”, explica Junco, “fue la de un historiador griego que iba en un barco romano en el siglo II antes de Cristo y, al pasar frente a las costas de la península Ibérica, dice: ‘Eso que veis ahí se llama Hispania porque ahí hubo un rey que se llamó Hispano, que fue hijo de Hércules. Cuando llega el cristianismo, el protagonista es Tubal. En la torre de Babel, Dios castigó la soberbia humana y dividió a cuantos estaban allí en 72 pueblos que hablaban lenguas distintas y que no se entendían entre sí. Uno de ellos fue el de los iberos, que dirigidos por Tubal llegaron a esta zona y fundaron Hispania”. Desde aquellos remotos tiempos y desde aquellos mitos, Junco y De la Fuente mostraron cómo se fue construyendo la historia de España hasta llegar a las obras de Tuñón de Lara y Pierre Vilar, ya a finales del franquismo.
La religión nacionalista
“En Dioses útiles regresé de nuevo al tema del nacionalismo, pero esta vez para intentar explicarlo en términos globales”, comenta Junco al referirse al ensayo que publicó en 2016. “Empecé con la revolución en la manera de entender el fenómeno de las naciones y los nacionalismos y me ocupé de varios casos, los de Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Rusia, Turquía o Estados Unidos, pero también de los de la propia península Ibérica: Portugal, Cataluña, País Vasco, Galicia…”.
Las reparaciones en la Transición a las víctimas del franquismo “se hicieron de una manera vergonzante”
Ahora llega Qué hacer con un pasado sucio. “Procuro intentar distinguir entre historia, memoria, mito: saber de qué estamos hablando. Empiezo con la imagen que construyeron los españoles sobre sí mismos a comienzos del siglo XX y luego sigo con las transformaciones que este país ha vivido: cómo se moderniza, y cómo surgen ahí esas dos Españas que van a enfrentarse en una guerra civil, la España urbana, moderna y muy secularizada y la España rural, o de pequeñas ciudades de provincias, muy conservadora, todavía en manos de caciques y curas. De esa guerra y de la represión franquista viene sobre todo ese pasado traumático. Es necesario que las nuevas generaciones sepan que el régimen tiránico de la dictadura no respetó derechos ni formalidades, y fusiló. Pero resulta que muchas de las personas a las que condenó habían hecho sus correspondientes barbaridades. Por eso hablo de un pasado sucio del que nadie sale limpio. Lo que no quiere decir que no hubiera gente que se portó de la mejor manera que puede uno portarse en esas terribles circunstancias”.
Tareas pendientes
La Alemania nazi, la Italia fascista, la Francia de Vichy, el Chile de Pinochet, la Rusia de los 70 años de dictadura bolchevique o la Sudáfrica del apartheid: José Álvarez Junco ha procurado pensar las tareas pendientes que tiene España con su pasado sucio estudiando cómo trabajaron otros países para establecer la justicia con sus respectivas víctimas. Y también se ocupa en su último libro de la larga lista de reparaciones que se pusieron en marcha durante la Transición. “Se hicieron de una manera vergonzante, no de una manera clara, explícita, solemne”, dice. “No ha habido nunca una condena general del franquismo, aunque sí hubo una contra los regímenes de violencia política en 2002, en un Congreso que el que tenía mayoría absoluta era el PP. A las víctimas y a sus familiares se les han procurado reparaciones materiales, pero como bajo cuerda, como si la sociedad no quisiera sacar esto a un debate abierto. Y ha llegado la hora de que se haga de una vez”.
Durante el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, Álvarez Junco fue nombrado director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, y trabajó allí entre 2004 y 2008. Le tocó formar parte de la comisión que se ocupó de la Ley de Memoria Histórica, aunque sin un protagonismo especial, y ahí pudo darse cuenta de la enorme complejidad que supone meterse en el terreno pantanoso de volver la vista atrás y responder políticamente de las cuentas que quedan pendientes. El joven que empezó a estudiar el anarquismo tocado por el entusiasmo crítico de las revueltas de 1968 vuelve ahora la vista atrás y recapitula: “Un día fuimos más ambiciosos y más idealistas, pero con mucho menos sentido práctico. Cuando el Gobierno de Felipe González se constituye después de la Transición, en 1982, mi generación entiende que no solo el franquismo ha terminado, sino que el país está en nuestras manos, y que hay cosas que se pueden hacer y otras no. La falta de realismo de los jóvenes los lleva a pensar que todo es posible, y el realismo, a veces excesivo, les conduce a los viejos a pensar que nada se puede cambiar. Igual habría que combinar las dos cosas: la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad”.
Lecturas
Qué hacer con un pasado sucio. José Álvarez Junco. Galaxia Gutenberg, 2022. A la venta el 4 de mayo. 328 páginas. 20 euros.
Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX. J. Álvarez Junco. Taurus, 2001. 688 páginas. 25,90 euros.
El relato nacional. José Álvarez Junco y Gregorio de la Fuente. Taurus, 2017. 624 páginas. 24,90 euros.
Dioses útiles. Naciones y nacionalismos. J. Álvarez Junco. Galaxia Gutenberg, 2017. 336 páginas. 18,90 euros.
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