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‘Lugar seguro’, novela con lección moral

Isaac Rosa concilia militancia y oficio para dar la palabra a una familia de embaucadores en el monólogo que estructura su último libro, donde confronta el egoísmo con la solidaridad

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El escritor Isaac Rosa, el pasado 10 de marzo en Barcelona.Albert Garcia

Para algunos escritores, hablar de literatura comprometida es incurrir en un pleonasmo porque entienden, con motivo, que toda literatura entraña una posición ante las urgencias y desequilibrios del mundo social, económico, político, cultural o geoestratégico en que vivimos. Sin embargo, esa posición, que unas veces es implícita y debe inferirse, en otros, como el de Isaac Rosa, es bien manifiesta y, sin caer en mensajes simplistas, aflora tanto en la fábula de sus novelas como en sus técnicas narrativas. Rosa es consciente de que la literatura política —esto es, la que diagnostica y denuncia las deficiencias de la vida social— dirime su fuerza política en su eficacia literaria, de modo que ninguna de sus novelas adolece de una construcción torpe, de una prosa negligente o de ingenuidad en la orquestación de los elementos de la trama, lo que lo ha convertido en uno de los novelistas más interesantes de los últimos años. También en esta novela que mereció el Premio Biblioteca Breve se constata esa voluntad lograda de conciliar militancia y oficio, ideas y composición.

El dispositivo formal es un monólogo que, a lo largo de dos horas, dirige el narrador a su anciano padre afectado de alzhéimer, durante el que, refiriéndole cómo ha transcurrido su día, hace un resentido balance de la averiada vida de ambos. Tanto ellos como el nieto comparten nombre —Segismundo García— y una misma inclinación a la truhanería y el embaucamiento, un mismo afán de amasar dinero como trampolín de ascenso social. El patriarca es un estafador que ha pagado con cárcel el fraude masivo de sus clínicas dentales para pobres Sonría! Su hijo es un desaprensivo que explota el miedo de la gente a una catástrofe (sanitaria, ecológica, bélica…) vendiéndoles búnkeres domésticos. Y el nieto es adolescente que trapichea con apuestas a favor de sus compañeros del colegio para triunfadores donde lo han matriculado. Son una casta de cucañistas sin escrúpulos, obedientes al mandato del medro propio. Frente a ellos la sociedad aparece dividida en tres sectores: el de los auténticos poderosos, representantes del individualismo capitalista (que apenas comparece); el de los llamados “prepas”, los que no creen en el futuro y se preparan para sobrevivir a un apocalipsis, y, en fin, los “ecomunales”, que confían, como arma contra el miedo, en la solidaridad cooperativa que han concretado en comunidades de convivencia.

No hay que decir que estos últimos —para el narrador, los “botijeros”— son los exponentes de la esperanza, mientras que los prepas o los Segis representan formas de egoísmo ciego. Dos personajes unidimensionales encarnan los valores de los ecomunales: la joven Gaya, que surge como un ángel custodio en el degradado Sector Sur, y la inmigrante Yuliana, que cuida del anciano por un sueldo mísero. Ambas tienen fe absoluta en que cambiar el mundo solo será posible mediante la cooperación comunitaria. La simpatía del autor está de este lado, aunque haya optado con sensatez por dar la palabra a los villanos. El problema es que el pergeño de los Segismundos (el yo y el tú del discurso) está dominado por un determinismo que no es sino didactismo. No creo necesario dibujarle al lector con trazo grueso la protervia de los villanos frente al altruismo de los héroes. Se corre el riesgo de que la complejidad de lo real se disfrace de dualismos morales, de que novela se degrade en lección. Aunque sea tan verdadera como que en el máximo desvalimiento siempre necesitamos una mano a la que agarrarnos.

Portada de 'Lugar seguro', de Isaac Rosa.

Lugar seguro 

Autor: Isaac Rosa.


Editorial: Seix Barral, 2021.


Formato: tapa blanda (310 páginas. 19,90 euros) y e-book (9,99 euros).

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