Flores que huelen a sexo y a muerte: los herbarios fotográficos del Jardín Botánico de Madrid
Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern, selecciona en la muestra ‘Botánicas’ una serie de instantáneas sobre el mundo vegetal. Un siglo de la historia de la fotografía a través de la mirada de 14 autores seducidos por el misterio de las plantas
Dice Nabuyoshi Araki que “las flores huelen a muerte”, pero también a sexo. Así, permean la imaginación del fotógrafo como símbolos de Eros y de Tánatos. El deseo y la muerte van siempre de la mano para este polémico artista que creció junto al templo Jyokanji, donde descansan los restos de las víctimas del incendio de Yoshiwara, barrio rojo de Tokio y cuna de la cultura Edo. De niño al autor le gustaba observar las flores que los visitantes dejaban sobre las tumbas. “Las flores se enriquecen con vida a medida que se aproximan a la muerte”, escribe en Kakyoku, monográfico dedicado a su obra floral. “Su momento de esplendor es justo antes de perecer. Cuando uno se acerca a ellas queda embelesado con una espiritualidad sexual. Yo puedo oír el Rondó de flor”.
Flower Rondeau (Rondó de flor) da título a una de las series florales del autor japonés. Un canto a la vida y a la muerte compuesto por 119 exuberantes primeros planos, realizados entre 1997 y 2016, donde se aprecian las primeras etapas del declinar y la fragilidad de distintas variedades de flores en su máximo fulgor. El suntuoso y audaz colorido queda contrastado sobre un fondo negro donde pétalos, sépalos, estigmas y estambres crean una “escena de sexo floral”, según palabras del autor. La obra puede verse en Botánicas, una exposición que reúne un conjunto de obras pertenecientes a la Colección Per Amor a l’Art. “Un herbario de artistas”, tal y como lo describe Vicente Todolí, comisario de la muestra y asesor artístico de la colección. Una serie de ficciones que dan forma a la realidad de las flores y las plantas a través de la mirada de 14 autores. La muestra puede verse en el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico de Madrid. “Arte y naturaleza, una simbiosis perfecta que ofrece al visitante la posibilidad de hacer una inmersión en la historia de la fotografía a través de la botánica, y viceversa”, apunta Todolí. La relación entre las dos disciplinas se remonta a los orígenes del medio fotográfico, cuando pioneros de la fotografía y botánicos, como William Henry Fox Talbot y Anna Atkins, advertían de la fértil asociación.
La exhibición recorre un siglo de fotografía que se inicia con la microfotografía del alemán Karl Blossfeldt. Escultor, docente y apasionado de la naturaleza que, sin proponérselo, a través de su sobrio refinamiento estético y poético, liberó a la fotografía de su servidumbre como documento. Sus detalladas tomas frontales, en las que queda al descubierto la arquitectura de las plantas, tenían como fin servir de referencia a sus alumnos en el diseño de piezas ornamentales en hierro fundido. El autor pasaría a ser referente del movimiento de la Nueva Objetividad a finales de la década de 1920 entre cuyas filas encontramos a Albert Renger-Patzsch, figura clave dentro de esta corriente. Mediante el uso de fondos oscuros, desenfocados o neutrales, sus imágenes vegetales ofrecen detalladas tomas que evidencian el punto de vista analítico de su compatriota y antecesor y la influencia de las ilustraciones propias del ámbito científico.
La mirada que nos ofrece Imogen Cunningham del mundo vegetal exuda sensualidad y sutileza. Centrada en la exaltación de la forma promulgada por el movimiento modernista, sus flores se entienden como composiciones estéticas. Las plantas se convirtieron en el tema favorito de la fotógrafa durante el tiempo de crianza de sus hijos y muestran una carga erótica superior a la de sus desnudos, que sin duda inspiraría más tarde la obra vegetal de Robert Mapplethorpe.
Las obras de la muestra se presentan en series. Distintos relatos que reflejan distintos enfoques estéticos y particulares universos. “Como ha señalado Olivier Lugon, ‘para los defensores del estilo documental, el arte fotográfico es considerado no una toma, sino más bien una construcción, efectuada por etapas y resultante tanto de la proyección como de la reevaluación de imágenes, como de su creación”, escribe Nuria Enguita en el catálogo que acompaña la exposición, editado por La Fábrica y la Fundación Per Amor a l’Art. Así, el afán viajero y antropológico de Pierre Verger nos traslada un mundo exótico, misterioso e inexplorado de sugerentes formas en blanco y negro. El relevo lo recoge Juan del Junco, cuya intervención del paisaje se contrapone a la fidelidad de los descubridores y clasificadores de especies.
Los grandes y coloridos estudios florales del Hans-Peter Feldmann se enmarcan dentro de una sensibilidad kitsch con la intención de seducir tanto como de repeler. El artista alemana trabaja con fotografías apropiadas a las que da una nueva vida. “Observa las plantas a través de la exposición exagerada de su impacto visual”, destaca Carles Ángel Saurí en el catálogo. De manera que la recepción del motivo vegetal genera en el espectador “un deseo que acaba convirtiéndolo en un ser manipulado por el impacto estético de la obra”. Tanto la composición frontal como el relato objetivo hacen que el espectador dude si las flores son orgánicas o si se trata de una copia de plástico. Parte de la serie fue expuesta en 2007 en el Sculptur Project de Münster, donde hizo remodelar los baños públicos del Domplatz introduciendo sus motivos florales. Obedecía al dictamen de Carl André de que una sociedad que no pone a disposición baños públicos es indigna del arte público.
Destacan los collages de Alesandra Spranzi, cuyas flores vacías se contraponen a las representaciones hegemónicas florales. Jonas Mekas y Jochen Lemper nos recuerdan que la naturaleza no se puede fijar en una imagen. “No puede ser estática ni para la ciencia ni para el arte”, subraya Enguita. De ahí que, en su propósito por detener el tiempo y hacer visible aquello que pasa desapercibido, la fotografía nos adentra más en el misterio. Invitándonos a ver, inevitablemente nos incita a imaginar.
Botánicas. Colección Per Amor a l’Art. Pabellón Villanueva. Real Jardín Botánico. Madrid. Hasta el 20 de marzo.
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