‘El año del Búfalo’: monstruos a porrillo
Javier Pérez de Andújar, ganador del último Premio Herralde de novela, logra una obra llena de matices interpretativos al trufar una novela de un imaginario escritor con notas al pie, citas eruditas y una polifonía de personajes sublevados
La paciencia tiene, a veces, sus recompensas. Esta es una de esas veces. Conviene, pues, no flaquear ante el apabullante aluvión de información wikipédica con la que se nutre la novela con la que Javier Pérez Andújar ha ganado el último Premio Herralde. Esa masa de datos, relativa a revoluciones, cuartelazos, matanzas, genocidios y asesinatos selectivos, se concentra en 60 “psicofonías” —porque las historias proceden del más allá donde están los muertos—, cuyo sentido último apunta a la irredimible condición depredadora y autodestructiva de la especie humana. Pero que nadie crea que Pérez Andújar se pone estupendo, nada de eso, porque quien amontona todo ese deprimente caudal informativo no es él sino el imaginario escritor difunto y finlandés Folke Ingo, que lo dosifica en su novela El año del Búfalo, interpolando los datos en una trama fragmentaria sobre cuatro amigos de barrio confinados en un garaje y enfrentados a un monstruo que amenaza con devorarlos. Si esa criatura proviene del cine fantástico (o de Lovecraft) o es una metáfora (del coronavirus sin ir más lejos), el lector tendrá que decidirlo, del mismo modo que podrá barruntar que Ugo Rende, Basilitz Zhlobin y Tatos Kelkit, con los que está recluido el narrador sin nombre, tienen más de oriundos de Sant Adrià del Besòs (o de Suburbia, en la toponimia de Ingo) que de Escandinavia.
La novela plantea una trama fragmentaria sobre cuatro amigos de barrio confinados en un garaje y enfrentados a un monstruo que amenaza con devorarlos
Donde la novela de Pérez Andújar se crece es justo donde termina la de Ingo, que se supone ha sido vertida al español por una traductora que se permite añadir algunas notas al texto. Es en esa zona subalterna, la de las notas al pie, donde poco a poco van a ir agregándose otras voces que amplían, discuten o contextualizan lo dicho por Ingo y que engendran un discurso paralelo, paródico y regocijante. Las notas del Ministerio de Humanidades son, cuando menos, una rechifla de la puntillosidad académica y comparten espacio con las de una pastelería (que reputa a Ingo de “Borges de internet” por su saqueo de Wikipedia) o las de la madre de Folke Ingo, que revela una de las inspiraciones de su hijo: el profesor Franz de Copenhague en el TBO. El empleo jocoso de las notas eruditas tiene ilustres antecedentes (desde Pynchon, Miguel Espinosa y Nabokov hasta Laurence Sterne), pero aquí se convierte en excusa para crear un segundo escenario donde la fiesta es más apetecible que en la escena principal. La entrada del Sr. Fuenlabrada, presidente del Club de Amigos del periodista Gregorio Morán, de los padres de Basilitz y de la exdirectora del cineclub Padrino Búfalo de Santa Coloma anima ese bullicioso espacio con una polifonía disparatada a la que, en el colmo del desenfreno, se suma el propio Inge Folke con intervenciones póstumas. Hartos del vasallaje del pie de página, estos personajes de la enunciación —como el Cide Hamete Benengeli y el morisco aljamiado del Quijote— se sublevan, riñen y asaltan el cuerpo del texto para ser debidamente oídos. Y si la maniobra metaliteraria remite a Cervantes, o al Flann O’Brien de At Swim-Two-Birds, no deja de formar parte de los recursos propios de la sátira menipea encaminados a la diversión y la demolición.
La novela de Ingo Folke, con su taracea de noticias truculentas, podría hacérsele bola al lector, pero la de Pérez Andújar, que es la que importa, contrarresta con creces ese efecto y alcanza a ser una obra llena de matices y niveles interpretativos en la que el ingenio y los cortocircuitos de la alta cultura con la cultura pop convierten al lector informado en un cómplice agradecido.
El año del Búfalo
Autor: Javier Pérez Andújar.
Editorial: Anagrama, 2021.
Formato: tapa blanda (250 páginas. 18,90 euros) y e-book (10,99 euros).
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