Jo Ractliffe: los destellos de un instante de la historia
La fotógrafa elige para ‘Babelia’ su obra favorita: una imagen que forma parte de su serie ‘reShooting Diana’, incluida en la exposición que PHotoEspaña dedica a la fotografía africana en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
A principios de 1990, Jo Ractliffe (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 60 años) sufrió un robo en su casa de Johannesburgo. Se llevaron todas las cámaras salvo la Diana. Una máquina muy rudimentaria que se puso de moda en los sesenta. Su estructura y lente de plástico sumado a la falta de un control de exposición suele resultar en imágenes de bordes oscuros y suaves desenfoques con una apariencia muy particular. Trabajar con aquel artilugio, prácticamente un juguete, suponía un reto para la fotógrafa, acostumbrada a cargar con un trípode en busca de áridos paisajes que dan forma a un imaginario donde resuena el pasado traumático de una nación.
“Con la Diana podía fotografiar lo mundano”, recuerda la artista en conversación telefónica. “Llevaba la cámara a todos sitios y la utilizaba de camino al trabajo”. Fue así como tras pasar por uno de los asentamientos informales a las afueras de la ciudad le asaltó una sorprendente visión, la cabeza de una muñeca. Desmelenada y ajada, rompía el paisaje encajada en un poste. “Me recordó al poema de Pablo Neruda La cabeza en el palo”, cuenta. “Un poema apocalíptico que de alguna manera evocaba la violencia de los momentos turbulentos que vivía Sudáfrica”. En aquellos días, tras 27 años en prisión, Nelson Mandela había recuperado su libertad. Su partido, el Congreso Nacional Africano había sido legalizado y el país se encaminaba hacia unas elecciones democráticas. “Sin embargo, la euforia y la esperanza quedaban empañadas por el alto grado de violencia. Por el juego sucio llevado a cabo por los simpatizantes del régimen del apartheid, con el fin de sabotear la democracia. Fueron muchos los activistas que perdieron la vida. Muchos blancos sentían miedo, aterrados por la violencia, y por todo lo que podrían perder. De forma que aquella cabeza rubia sobre un palo era una imagen cargada de contenido, con cierto tono surrealista. Doll’s head venía a simbolizar el miedo de los blancos”.
Doll’s head pertenece a una serie llamada reShooting Diana. Su elaboración tuvo mucho que ver con la lectura de Borrowed Dogs, un ensayo escrito por Richard Avedon basado en el álbum de fotos de su familia. Cada imagen suponía un evento importante. Posaban delante de casas o coches que no eran de su propiedad y siempre con un perro que tampoco les pertenecía. En un año contó 11 canes distintos. “Las imágenes eran una ficción, una mentira con respecto a lo que eran, pero una certeza en cuanto a lo que deseaban ser”, escribía Ractliffe con motivo de la presentación de la serie. ”Esto me hizo comenzar a pensar sobre la fotografía de forma más crítica, sus distintas prácticas, convenciones, todas al servicio de distintos intereses y distintas verdades”.
Poética oscura
Así la serie funciona como una reflexión sobre el medio fotográfico en sí mismo, y aquello que esperamos de él a la hora de construir la historia de un país “Durante los ochenta, en aquellos momentos de resistencia al apartheid, se practicaba un activismo y una fotografía documental que enfatizaba la idea de objetividad y de verdad. Emitían un claro mensaje. Eran muy periodísticas. Muy definidas y contrastadas, con un claro contenido y aludían a cosas y temas fáciles de reconocer”, destaca la fotógrafa. “Trabajar con Diana suponía un resultado que no encajaba dentro de esa acotación de documento social. Sin embargo, su poética era oscura. Tan oscura como los tiempos”. Las propiedades de la cámara le permitieron desafiar las convenciones fotográficas: “Expresar cosas de forma oblicua”.
Doll’s Head es quizás la imagen más directa de todas las que componen la serie. Son 60 imágenes de 50 por 50 centímetros, que en su día se exhibieron como una instalación. Colocadas entre láminas de cristal, colgaban del techo de forma que el espectador podía desplazarse entre ellas “Muchas de ellas fueron sacadas mientras conducía por las carreteras del país. Pretendía otorgarlas una calidad de objetos materiales en oposición a una imagen colgada en una pared. Tenía en mente la visión que uno construye de las cosas cuando va en coche; una memoria a medias, de algo que no acaba uno de ver de forma completa”. Muchas de las imágenes que componen esta serie tienen esa calidad. No están del todo definidas. Son vislumbres de un momento. Destellos a lo largo de un camino.
La imagen forma parte de la exposición Eventos de lo Social. Fotografía africana en The Walther Collection, plato fuerte e imprescindible de la última edición de PHotoEspaña, que se exhibe en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es la segunda vez que los fondos de esta magnífica colección se muestran en España. Se trata de la colección privada más importante de arte africano. Reunida a lo largo de años bajo la sensibilidad y los intereses del coleccionista alemán Artur Walther, una de las personas más relevantes de la escena internacional de la fotografía, a quien su afición por lo desconocido le llevó viajar por África y China en busca de autores que al igual que Jo Ractliffe, aunque respetada en su país, no había alcanzado un reconocimiento global.
“Okwui Enwezor fue una figura muy importante para mí. Vio en mí algo que hasta entonces nadie había visto”
De la misma forma, el espíritu de Okwui Enwezor subyace en la muestra. Referido en The New York Times como “el comisario que remapeó el mundo del arte”, su innovadora exposición de 2006, Snap Judgements: New Positions in Contemprary African Photography, redefinió el campo del arte contemporáneo africano. Fue un estrecho colaborador de Walther para la colección, que incluye una serie de publicaciones y una programación como espacio de significación en el que mostrar, descubrir, y estudiar la fotografía. Falleció hace dos años. Su último trabajo fue la edición del libro Samuel Fosso: Autoportrait, (Steidl / The Walther Collection), el primer estudio en profundidad de la obra del camaleónico artista nigeriano, que también se exhibe en la muestra. “Okwui fue una figura muy importante para mí”, asegura Ractliffe. “Vio en mí algo que hasta entonces nadie había visto. Yo ya llevaba trabajando 17 años cuando le conocí, pero siempre, de alguna forma, en la periferia. Nunca me incluían en las exposiciones sobre la fotografía sudafricana. Hasta que Enwezor me visitó en 1997, junto con el crítico canario Octavio Zaya, cuando preparaban la Bienal de Johannesburgo. Años más tarde volvió con Walther”. El año pasado se publicó Photographs: 1980´s to Now (Steidl/The Walther Collection), el primer monográfico en reunir los 35 años de trayectoria de su artista. Resultó elegido como uno de los mejores libros de fotografía del año.
Son 12 las imágenes de Ractliffe que cuelgan en una sala que reúne a varios autores bajo el título La tierra como sujeto. Se sitúan en frente de una de las series del legendario fotógrafo David Goldblatt. La autora colaboró en The Market Photo Workshop, que ha desempeñado un rol crucial en la educación de los fotógrafos del país, conectando con la parte más marginal de la sociedad. “La obra de Goldblatt es tan rica que no existía lugar en Sudáfrica que no hubiese fotografiado. Con frecuencia lo describo como un archivista, el gran cronista de nuestro paisaje. Es mucha la gente que conoce lugres de nuestra nación a través de su mirada”, sostiene. “Yo llevo fotografiando ese paisaje desde los ochenta, así que después de David quedaba poco por hacer y era necesario trabajar duro para conseguir una nueva visión de esos lugares. De ahí que me propuse un acercamiento más ambiguo, que activará la imaginación del espectador”.
“La mitad de mi entendimiento del mundo o incluso de mí misma viene a través de mi identidad sudafricana. De ahí viene mi esencia”
La autora ha permanecido siempre ligada a sus raíces y ahondando en ellas ha definido su arte y su existencia. “La mitad de mi entendimiento del mundo o incluso de mí misma viene a través de mi identidad sudafricana. Estoy muy contenta de ser etiquetada tanto como mujer como sudafricana. De ahí viene mi esencia”, asegura. “He trabajado mucho en Angola, pero incluso ese trabajo estaba enmarcado dentro de las prisiones sudafricanas dentro de Angola (durante uno de los grandes conflictos de la historia de África, la guerra del Arbusto). Mi obra está completamente incrustada en el paisaje de Sudáfrica y en la complejidad de ser blanco aquí. Algo que me desarmaba cuando era joven. He luchado para conseguir sentir que este era mi país. No estaba segura de tener el derecho a sentirlo”.
¿Tiene memoria el paisaje? ¿O somos nosotros quienes se la imponemos? “La respuesta resulta algo compleja y contradictoria”, reflexiona. “Por una parte diría que el paisaje es simplemente el paisaje. Permanece indiferente a los intentos del hombre por destruirlo en el sentido que es capaz de reconstruirse. Me fascina como Chernóbil es ahora un nuevo Edén a donde regresan los animales y los hombres. Ha sobrevivido a la radiación nuclear. Pero por otra es cierto que está cargado de memoria, quizás seamos nosotros quienes se la implantamos, pero existen geografías que conservan el rastro de un pasado violento. Un psicólogo diría que se trata de una proyección personal, pero a medida que envejezco pienso que las cosas tienen mucha más entidad de lo que creemos. Incluso las fotografías en sí mismas la tienen, no son solo una imagen sobre un papel emulsionado”. Así, en la sutil e inquietante belleza de la obra de Ractliffe reverbera el silencio, el mutismo que se apodera del paisaje tras la tragedia y el trauma.
Eventos de lo Social. Fotografía africana en The Walther Collection. Círculo de Bellas Artes de Madrid. Hasta el 22 de agosto.
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