_
_
_
_

Autorretrato intermitente de Eduardo Mendoza

El escritor vierte su mirada perpleja y cómica en la nueva entrega de la trilogía protagonizada por Rufo Batalla

'Matrioskas' con rostros de políticos en un mercadillo de Moscú.
'Matrioskas' con rostros de políticos en un mercadillo de Moscú.Wolfgang Kaehler (GETTY IMAGES)
Jordi Gracia

Dice Eduardo Mendoza que Transbordo en Moscú será la última novela que escriba y asegura también que es la más autobiográfica de la trilogía de Rufo Batalla. El anzuelo ha funcionado conmigo, atraído por traspasar furtivamente la sonriente máscara de caballero inglés que Mendoza gasta con exquisita, húmeda naturalidad. Lo primero es imposible saber si será verdad (aunque lo parece), pero lo segundo lo es a la vista del retrato autoparódico que ofrece de este holgazán, acomodaticio y circunspecto narrador de una historia despojada de cualquier ínfula y, precisamente por eso, entretenida, superficial, vagamente emparentable con la intrepidez delirante de Mortadelo y Filemón o de Anacleto, agente secreto. Reaparece el don para la comedia bufa, un poco como Cervantes, al que reprochaban que sus novelas cortas parecían comedias en lugar de narraciones, y persiste en este Mendoza menor, popular, rápido y burlón la virtud de la sorna blanca hacia los hábitos contemporáneos y las tonterías que llevamos orgullosamente a la vista en forma de presuntas ideas y convicciones.

portada 'Transbordo en Moscú', EDUARDO MENDOZA, EDITORIAL SEIX BARRAL
portada 'Transbordo en Moscú', EDUARDO MENDOZA, EDITORIAL SEIX BARRALCORTESÍA EDITORIAL

En esa senda Mendoza arma situaciones cómicas con aire suficiente para que asome de forma intermitente otro latido más veraz, más literario y ajeno a las aventuras del desastrado Tukuulo. Esos espacios se cargan de golpe de un narrador analítico y elegiaco que el lector siente muy próximo al mismo Mendoza. Ahí reside, en parrafadas breves, introspectivas, intensas y a menudo insumisas, el nervio que hace de esta novela una meditación íntima en torno al último tercio del siglo XX, vivido por alguien muy próximo en sensibilidad y talante al propio Mendoza. Esa cuña autobiográfica a menudo el lector ha de esperarla pacientemente, mientras la trama loca sigue por donde quiere, pero cuando llega el lector reconoce otra voz, sin ánimo prescriptivo ni dogmático, en la que consigna con pacífica y casi resignada melancolía su visión de lo que fue su mundo hasta finales del siglo XX.

La trama en realidad es solo un débil cañamazo (ameno, fluido, mendociano) para insertar divagaciones meditadas sobre el Nueva York salvaje de la juventud del autor, sobre la insolvencia de las clases medias, sobre el significado de Andy Warhol o sobre el desengaño revolucionario que cundió a finales de los setenta, mientras crecía un país nuevo a lomos de un capitalismo de nuevo rico y se preparaba la ratificación eufórica de 1992 (y aquí su lector evocará una estupenda novela de 2006, Mauricio o las elecciones primarias). Las procelosas aguas de la familia, el matrimonio (“no es una comedia de enredo”, pero “mejor si lo parece”) y la crianza de los hijos se llevan también su parte de verdad, como otro buen pedazo de melancolía sin patetismo baña las evocaciones de la pobreza (igualitaria) de los países de la órbita soviética y el hundimiento de la URSS, cuando el lado bueno del mundo se quedaba desde entonces sin contrincante a la altura porque tampoco había ya ideologías totalizadoras.

Mendoza ha filtrado con Rufo Batalla la visión que a sus 78 años lega sobre su experiencia de juventud y madurez. Rufo Batalla, sí, vive reconciliado con su pasividad de observador, su leve nihilismo irónico y sin rencor, su perplejidad cómica ante sí mismo y ante los demás. Vale como retrato plausible del propio Mendoza. El otro, solapado, tímido, está disperso en las múltiples citas que esmaltan el libro, sin nombre de autor, pero tomadas de Yeats, Amadís de Gaula, Quevedo, J. V. Foix, Mary Shelley, San Agustín y muchos otros: un autorretrato íntimo, intermitente, sentimental y también irónico.

portada 'Transbordo en Moscú', EDUARDO MENDOZA, EDITORIAL SEIX BARRAL

Transbordo en Moscú 

Autor: Eduardo Mendoza .


Editorial: Seix Barral, 2021.


Formato: 376 páginas. 20,90 euros.



Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_