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El fotógrafo que quemó sus imágenes pero salvó libros y catálogos

Una exposición virtual recupera la figura del fotógrafo y editor Jorge Rueda a través de un fondo de catalogación de publicaciones y libros que recorre cuatro décadas de edición de fotografía en España

Fotografías de Jorge Rueda para la revista 'Cuadernos de Ruedo Ibérico' 31-32, 1971.
Fotografías de Jorge Rueda para la revista 'Cuadernos de Ruedo Ibérico' 31-32, 1971.

“Es mi voluntad que el contenido de esta maleta y el contenido en fotos diapositivas y CD (digitales) de toda la casa SE QUEMEN concienzudamente y por completo”, escribía Jorge Rueda (Almería, 1943−Jorox, 2011) en abril de 2010, en una sencilla hoja de papel amarillo y cuadriculado que incorporaba su membrete. “Incluyo fotos enmarcadas. Es decir, TODAS las fotos y los negativos. Salvo libros y catálogos”. El 13 diciembre de 2011, apenas un mes después de la muerte del fotógrafo, se daba cumplimiento a su mandato en el patio de su casa en Jorox.

Un cáncer fulminante terminaba con la vida de uno de los actores más singulares y provocadores de la escena de la fotografía en España. Referente ineludible durante los años ochenta, fue capaz de insuflar un soplo de aire fresco, transgresor, colorista e imaginativo a una fotografía anclada en la tradición de los grandes maestros de la fotografía documental en blanco y negro de los años cincuenta. Su talante renovador iba más allá del desarrollo de su obra personal, dando impulso a nuevas narrativas a través de su destacada faceta como fundador y director de la revista Nueva Lente. Así, aquella hoguera que ardía en el patio de su casa en Jorox colocaba en el punto de mira a las instituciones que trabajan con la fotografía, y señalaba su ineficacia a la hora de proteger, ordenar y conservar un valioso archivo. Aunque a última hora hubo algún intento por salvarlo, era ya muy tarde.

Lo que se salvó de la pira (imágenes y textos que perduran impresos en libros, revistas y catálogos, publicaciones, y que abarcan desde los agitados años sesenta hasta nuestros días) constituye el punto de partida del proyecto Salvo libros y catálogos. Una labor de investigación en curso, dirigida por Julián Barón y Rocío Gutiérrez, un recorrido tras la figura de Rueda por cuatro décadas de edición de fotografía en España. Su desarrollo ha dado pie a la creación de un fondo de catalogación, que ha realizado Lucía Osuna. Constituye la base documental de un debate sobre el medio fotográfico y su edición y pone en relieve el valor de la publicación como referente y legado. La iniciativa ha sido llevada a cabo con la colaboración de la plataforma Fiebre Photobook, en cuya página web puede verse la exposición virtual de dicho proyecto, que culminará con una publicación compuesta por dos volúmenes.

“De Jorge Rueda me atraía su desdoblamiento como fotógrafo y editor, así como su capacidad de crítica y reflexión desde la teoría”, señala Barón. Y añade: “De ahí que nos pareciera muy interesante rastrear también el cuerpo teórico que había ido dejando a lo largo de su carrera”. Una fructífera trayectoria dentro de la cual, a su ya citada labor al frente de la revista Nueva Lente, se suma la de fundador de la revista Aquí Imagen; su paso como redactor gráfico por la revista Triunfo; sus colaboraciones con editoriales extranjeras como Ruedo Ibérico, Hatier y Panorama; sus colaboraciones en aquel espacio iconoclasta nacido durante la Movida que fue La Luna de Madrid, y también en El Paseante.

'Horizonte español 1972', suplemento de 'Cuadernos de Ruedo ibérico'. Portada de José Martínez.
'Horizonte español 1972', suplemento de 'Cuadernos de Ruedo ibérico'. Portada de José Martínez.

Fue director de los Encuentros Fotográficos de Andalucía y vocal de ediciones de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Fueron tres los monográficos dedicados a su obra: Mal de ojo (Mestizo), Desatinos (Universidad de Málaga) y Human (Lunwer). En 1976 recibió el encargo de comisariar una exposición sobre la fotografía española en los Encuentros de Arlés. Sería la primera muestra internacional tras la muerte de Franco, e incluía a miembros de la llamada Quinta generación, representantes de las tendencias más vanguardistas del momento. “Rueda tenía una forma de entender el mundo muy particular que llevaba hasta sus últimas consecuencias”, apunta Barón. “Fue un oteador capaz de poner en la palestra a muchos fotógrafos. Practicaba de forma continuada el ejercicio de la libertad a través de una mirada crítica sobre el mundo, pero también muy respetuosa. Adelantado a su tiempo, fue un precursor del montaje fotográfico digital, pionero a la hora de incorporar herramientas como el Photoshop y utilizar Facebook”.

Para el gran comunicador que fue Rueda, el valor primordial de la fotografía estaba en su reproductibilidad, “en el hecho de que nace para ser difundida al máximo en contraposición con la pintura. Decía que prefería vender un millón de imágenes a un euro que una sola imagen a un millón”, destaca Gutiérrez, quien colaboró en varias ocasiones con el autor. “Nunca le interesó la fotografía como un objeto a ser expuesto en una galería o museo, de ahí su interés por las ediciones impresas, que, exigente, cuidaba siempre en busca de la máxima calidad.” Así, en Mal de ojo invita al lector a coger cualquier imagen del libro, cortar el borde perforado del gusanillo, y colgarla como una obra. “No son reproducciones, son originales en el preciso sentido de la palabra, aunque haya mucho más que uno”, recalcaba el autor.

“Nunca le interesó la fotografía como un objeto a ser expuesto en una galería o museo”

Le gustaba trabajar de forma poco ortodoxa. La experimentación formaba la base de su quehacer artístico. Autodidacta, se definía como “un chapucero que se divierte haciendo fotos”, y sin embargo tenía un gran control sobre la técnica. Sus fotomontajes, “elaborados a partir de sus propias realizaciones fotográficas, retratos, reportajes y elementos de la realidad, se convierten en metáforas visuales que no disocian la importancia documental del hecho fotográfico como creador”, destacaba el fotógrafo Félix Lorrio durante el encuentro organizado durante el pasado festival Fiebre 2020 en torno a la figura de Rueda. Sus imágenes de colores saturados, cargadas de un humor ácido y corrosivo, y con frecuencia irrespetuosas con los estándares establecidos, revelaban un universo fantástico. Así pasó a ser considerado como el padre del surrealismo español, algo con lo que él no estaba de acuerdo, pues enmarcaba su obra dentro del realismo fantástico. “Y de ser el padre, ¿dónde están sus hijos?” “¿Falta humor en la fotografía de hoy?”, preguntaba la coleccionista y experta en fotolibros Gabriela Cendoya durante el encuentro celebrado en Fiebre.

Tenía fama de exigente y selectivo. “No todo era válido para él. Defendía que un fotógrafo debe saber trabajar para el soporte en el que muestra sus imágenes, tanto en la edición digital como impresa, consciente de la necesidad de un criterio visual a la hora de practicar la fotografía”, señala Rocío Gutiérrez. A la hora de reconocer el valor fotográfico y expresivo, el autor fue más allá de su propio gusto, al incorporar a nuevas voces que hicieron evolucionar la fotografía en España.

“Al salvar libros y publicaciones, Jorge Rueda fue coherente con su voz”, destaca Gutiérrez. El acto en sí otorgaba un valor a sus publicaciones, en una etapa en que este tipo de soporte iba cobrando valía frente a la copia fotográfica y comenzaba a encontrar su lugar en los centros de documentación y museos. “Nos dejó un valioso legado. Lo triste es que los problemas de los que nos quejamos en la actualidad, dentro del ámbito de la fotografía en España, son los mismos de los que Rueda se hizo eco entonces”, señala Barón. “No hay que olvidar de dónde venimos para entre todos idear a dónde vamos.”

Salvo libros y catálogos. Exposición virtual en la plataforma Fiebre Photobook.


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