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Los fotógrafos negros que revolucionaron Harlem

El Whitney de Nueva York reúne las obras de los fundadores del colectivo Kamoinge, que en los años sesenta contribuyó a modificar la imagen estereotipada de la comunidad afroamericana

'Dos golpes de contrabajo, Lower East Side' (1972), de Beuford Smith.
'Dos golpes de contrabajo, Lower East Side' (1972), de Beuford Smith.Virginia Museum of Fine Arts (VMFA)

A finales de los años cincuenta, Adger Cowans era un estudiante de fotografía obsesionado con la idea de instalarse en Nueva York. Dos cosas le animaban: escapar del racismo y la segregación de la que era víctima en la Universidad de Ohio y saber que si Miles Davis tocaba en el Carnegie Hall o Thelonious Monk en el Five Spots, él podría estar allí. ¿Habrá algún fotógrafo negro en la ciudad?, se preguntaba. Siguiendo el consejo de uno de sus profesores contactó con Gordon Parks, quien ya trabajaba para la revista Life. Se alojaría en su casa de White Plains durante todo un verano. Con él aprendió a navegar por el mundo; a transformar la energía negativa en imágenes poderosas y positivas. Años más tarde compartiría este espíritu con sus compañeros de Kamoinge: un colectivo de fotógrafos afroamericanos decididos a modificar la imagen que los principales medios de comunicación ofrecían de la comunidad negra. Juntos quisieron dar cuenta del lugar que su cultura ocupaba en la historia. Su legado, tan individual como colectivo, refleja el poder que puede ejercer el arte dentro de las sociedades.

“Sería correcto manifestar que el taller Kamoinge, aunque operaba dentro del ámbito de la negación, se forjó principalmente dentro de una atmósfera de esperanza y no de desesperación”, señalaba Louis Draper, considerado el alma del grupo. Precisamente de la obra de este fotógrafo, tan comprometido con la abstracción como con la aseveración política, partió la idea de la exposición Working Together: The Photographers of the Kamoinge Workshop, que exhibe el Whitney Museum de Nueva York. La donación del archivo de Draper al Museo de Bellas Artes de Virginia (VMFA) dio pie a un exhaustivo estudio del impacto del colectivo dentro de la historia de la fotografía de la última parte del siglo XX en América. Se trata de la primera gran exposición del grupo y reúne más de 140 imágenes pertenecientes a los miembros fundadores colectivo.

Realizadas durante las dos primeras décadas de su formación en 1963, las fotografías reúnen retazos del día a día en Harlem donde reverbera el sonido del jazz. Retratos de los personajes más relevantes de su cultura. También de la lucha por los derechos civiles y de otros países de donde partió la diáspora africana. De ahí que eligieran como nombre Kamoinge, un término de la lengua kikuyu (citado por el entonces recién nombrado presidente de Kenia, Jomo Kenyatta, en su ensayo Frente al monte Kenia) que se traduce como ‘grupo de gente trabajando conjuntamente’.

'Los miembros de Kamoinge' (19739, de Anthony Barboza.
'Los miembros de Kamoinge' (19739, de Anthony Barboza.Cortesía Whitney Museum of American Art, Nueva York / Anthony Barboza

Entre 15 y 20 años mayor que la mayoría de miembros del colectivo, y con una trayectoria ya consolidada, Roy DeCarava pasó a ser el primer presidente del grupo, cargo que conservó por solo dos años. “A pesar de que todos tenían una visión muy diferenciada de la fotografía, compartían y admiraban la estética del célebre artista”, apunta Sarah Eckhardt, comisaria de la muestra. Durante los disturbios de julio de 1964 en Harlem (motivados cuando un afroamericano de 15 años fue tiroteado por un policía) la revista Newsweek encargó a DeCarava la realización de la portada para uno de sus números. El barrio neoyorquino se volvió tan peligroso que ninguno de los fotógrafos blancos acostumbrados a cubrirlo reunía el valor de merodear por sus calles. DeCarava lo resolvió con un plano muy cercano de tres hombres de gesto adusto y ceño fruncido. Eran Draper y otros dos componentes del taller: Shawn Walker y Ray Francis. Se encontraban de charla en la calle 125 cuando el presidente de su colectivo les pidió que posarán para él. “Chicos, no parecéis lo suficientemente enfadados”, les dijo un blanco: se trataba del director artístico de la publicación. Harlem: odio en las calles sería el título en la portada.

'Pisadas' (1960), de Adger Cowans.
'Pisadas' (1960), de Adger Cowans.Virginia Museum of Fine Arts (VMFA)

“La fotografía es todo nostalgia”, oyó la entonces modelo y aficionada a la fotografía Ming Smith en una reunión del colectivo que tenía lugar en el estudio de Anthony Barboza. Pasaría a unirse al colectivo en 1972. “Nunca me paré a pensar sobre qué significaba ser una mujer en Kamoinge. Supongo que porque todos eramos artistas”, recuerda en un vídeo que acompaña a la muestra. “Era un entorno muy puro. Me encontraba segura dentro”.

A la clara consciencia, por parte de todos los miembros del grupo, de la fotografía como una disciplina artística, por derecho propio ―en un momento en que eran muy pocas las instituciones que así lo manifestaban― se unía una tendencia hacía lo experimental. Esta se hizo más manifiesta con los años, dando una mayor cabida a planteamientos más abstractos y espirituales. “Debes ser capaz de mirarme a mí y ver mi obra”, decía DeCarava. El jazz desempeñaba un papel central en sus reuniones. El ritmo, el tiempo y la improvisación asociados a este género musical se convertía en una metáfora de la expresión creativa del grupo. “¿Por qué John Coltrane practicaba más de 13 horas al día?”, se preguntaba Dan Dawson. “El objetivo estaba en pasar de lo técnico a lo espiritual”, recuerda.

“Tomar una fotografía era un acto ritual. Estabas capturando el espíritu de alguien en ese momento. Por el contrario, cuando eran otros los que observaban mis fotografías, me ofrecía una ventana a su alma”. Era invierno cuando, asomado a la ventana de su vivienda, Cowans tomó una de sus fotografías más emblemáticas. En ella un hombre camina entre la nieve dejando atrás el rastro de sus pisadas. “Mucha gente la compraba porque se trata de un hombre negro en un mundo blanco”, destaca. “Está cargada de ese simbolismo. Pero para mí refleja las huellas de un hombre que camina. Uno puede oírle tararear”.

Working Together: The Photographers of the Kamoinge Workshop. Whitney Museum. Nueva York. Hasta el 28 de marzo.

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