¿Qué cambiará con Biden para el mundo de la cultura?
Michael Stipe, Joyce Carol Oates, Judith Butler, Jonathan Safran Foer y otros escritores, artistas, músicos y cineastas comentan para ‘Babelia’ qué esperan del giro político en Estados Unidos
Jonathan Safran Foer
Escritor, autor de Todo está iluminado y Comer animales
Trump ha sido una aspiradora emocional. Nos hemos pasado cuatro años enfadados con él. Sospecho que pasar a estar gobernados por una administración competente y por un líder decente nos permitirá reservar esa energía para otros propósitos, ya sea el arte u otra cosa. Lo curioso con Trump es que logró despertar una resistencia. Por ejemplo, fue lo mejor que le pudo pasar al cambio climático. Su ignorancia provocó una sabiduría, su apatía forzó una acción. No creo que hubiéramos tenido las mismas marchas ciudadanas con Hillary Clinton. Ni el mismo Me Too, ni el mismo Black Lives Matter. Nos llevó a tal estado de desesperación que la única respuesta posible fue la esperanza y el esfuerzo. Es posible que, en estos próximos cuatro años, seamos más conformistas, aunque no es algo que me preocupe mucho. Un viejo dicho sostiene que había una vez un hombre con una vida tan apacible que no había ninguna historia que contar sobre él. Los relatos nacen de los problemas. Pero, puestos a elegir, prefiero vivir en paz que en un tiempo que logre producir un arte mayúsculo.
Dudo que vaya a escribir un libro sobre lo que ha pasado. Uno siempre tiene que encontrar un lugar para su ira y su decepción, pero no sé si la narrativa es el mejor sitio para ello. Cuando puedo, intento escribir ficción desde la calidez y la generosidad. Estos días me pregunto por quienes votaron por Trump. No creo que sean racistas o ignorantes (o, por lo menos, no más que los votantes demócratas). Creo que son, más bien, personas que sufren, igual que sufro yo y sufren otros. La reconciliación de este país dividido pasará por reconocer el dolor de los demás, en lugar de seguir demonizándolos.
Joyce Carol Oates
Escritora, autora de Blonde y Qué fue de los Mulvaney
El clima cultural, moral y político cambiará enormemente —y a mejor— cuando Biden y Harris sean formalmente investidos en enero. Surgirá, de forma inminente, una atmósfera completamente nueva, que no será muy distinta a la de la era inspiradora de Obama en términos de fomento de las artes, las ciencias y los programas de justicia social que han sido atacados por la Administración republicana. En vista de la debacle de nuestro 45° presidente —quien, en el momento de escribir estas líneas, parece entrar en una etapa de paranoia aguda en su negación de la victoria de Biden y Harris en las urnas—, ese cambio, ese regreso a la normalidad y a la decencia, no puede hacerse esperar más.
Michael Stipe
Músico, cantante de R.E.M.
El encargado de suceder a Trump tendrá mucho trabajo para corregir sus decisiones desastrosas e ignorantes. Tendrá que empezar por revertir sus políticas y restablecer relaciones nacionales e internacionales. La administración Biden se verá obligada a “atrapar un cuchillo que cae”, como se dice en inglés, y limpiar el desorden que deja Trump. Aunque, más que cuchillos, lo que ahora cae son motosierras y contenedores de basura en llamas. No es una posición envidiable, pero tengo fe en Biden y los suyos. El país está listo para un cambio.
Los artistas y creadores seguirán estando politizados, pero gran parte del trabajo que tenemos ahora consiste en imaginar cómo los medios y las redes sociales pueden elevar, en lugar de deprimir y destruir relaciones. La base del arte debería ser la creación y no el negocio. Quizás esto se empiece a ver desde una perspectiva nueva. El cuarto poder debe ser reexaminado drásticamente y deberán implementarse políticas para detener a quienes cuentan con intenciones maliciosas. Ahora sabemos qué aspecto tienen el odio y el horror cuando se permite que crezcan sin control, ya sea a través de la política o de esas plataformas aparentemente benignas que se han convertido en nuestro modo principal de comunicación y de consumo de noticias. La política no es un deporte, y no se debe practicar ni seguir como si fuera uno. Plataformas nuevas y más amables, justas y reguladas reemplazarán la toxicidad descontrolada de Facebook, Twitter, la radio y los hechos alternativos de algunos canales de televisión. Somos capaces de mostrar nuestra belleza y bondad, y no solo nuestros culos al aire.
Judith Butler
Filósofa y profesora en la Universidad de Berkeley
Que Trump haya sido derrotado es motivo de alivio, pero sigue habiendo dos problemas. El primero es que, si Trump se niega a aceptar la derrota, atacará nuestras instituciones democráticas como un outsider, ya sea como comentarista mediático o como eventual candidato que querrá reclamar su trono dentro de cuatro años. Seguirá haciendo circular teorías de la conspiración y nuestro sistema electoral será considerado por sus seguidores como corrupto e ilegítimo.
En segundo lugar, el triunfo de Biden y Harris supone una gran mejora respecto a Trump, porque favorecerá la educación, los derechos civiles, la investigación científica y las relaciones internacionales. Sin embargo, ambos son centristas, y si su éxito implica que rompan los lazos con la izquierda, entonces tendremos un serio problema para mantener cualquier tipo de unidad en el Partido Demócrata. Nuestros esfuerzos por fortalecer la atención médica, la vivienda y la comida para todos los habitantes de este país no tendrán éxito si ellos defienden la economía neoliberal y se oponen a la seguridad social para todos. Si eso sucede, habrá una lucha. Pero mucha gente votó a Biden y Harris porque prefieren luchar contra los centristas. Yo me encuentro entre ellos.
Richard Powers
Escritor, autor de El clamor de los bosques y Orfeo
La semana pasada fue completamente desgarradora. Esperamos durante los días más largos que uno pueda imaginar para ver en qué dirección se inclinaría nuestra democracia en peligro. Cuando finalmente se anunció el resultado, el alivio fue tan masivo y palpable que la gente literalmente bailó en las calles, en mi vecindario y en todo el país. Si Estados Unidos no está, en ningún sentido, fuera de peligro y el país está lejos de estar a salvo —después de todo, más de 72 millones de personas votaron por Trump— hemos evitado lo peor y hemos dado marcha atrás en el camino autoritario, caótico y antidemocrático que este país casi optó por seguir recorriendo.
El trabajo que tenemos por delante es enorme, para Biden, Harris y todos aquellos que creen en la inclusión democrática. Pasará mucho tiempo antes de que se curen las heridas de esta última guerra civil. Pero, para mí y para tantos millones de otros estadounidenses, hemos evitado por poco una pesadilla. Ahora podemos comenzar la larga y difícil tarea de construir nuevamente un futuro compartido.
Rubén Blades
Músico y expolítico
Trump es un ser repugnante y posiblemente seguirá siéndolo durante el resto de su miserable vida. A Biden le corresponderá enfrentarse a una pandemia desatada a lo largo y ancho de Estados Unidos, una economía que se tambalea con millones de desempleados, un Senado republicano, cuando tiene medio país posiblemente en contra y con edad en la que cualquiera cosa puede ocurrirle. Solo hereda problemas. Su ventaja es que se apoyará administrativamente en un grupo eficiente y no en la recua de lameculos y mediocres empleados por el pasado Gobierno. El país exhaló un suspiro contenido durante cuatro años, y se siente una vibración diferente en la nación. Vienen días que definirán a Estados Unidos y no serán tranquilos. Pero, al final, prevalecerán la razón y la justicia.
La cultura corre como un perro desencadenado, feliz y en mil direcciones. Los controles y fuerzas que la definían han muerto de irrelevancia. La cultura será todo lo inmediato y estará en constante movimiento, con ciclos de continua reinvención, nacimiento y muerte. No tendrá nacionalidad, sexo o posición política. Será mundial e instantánea, no será premiada ni vivirá repetida. Tendrá mil figuras y ninguna. No despertará memorias ni congelará ejemplos. La cultura ha sido sustituida por la mixtura.
Eleanor Davis
Dibujante de cómics, autora de El difícil mañana
Las zonas grises me paralizan fácilmente. Por eso solo me activé del todo, políticamente hablando, después de la elección de Trump en 2016, cuando todo quedó repentinamente iluminado por la luz dura y esclarecedora del supremacismo blanco y el fascismo. Durante los últimos cuatro años he conocido a muchos activistas que se lo han dejado todo en esa lucha. Trabajé con indocumentados que vivían bajo un estrés y una opresión inimaginables. Sé que la presidencia de Biden les dará un respiro: significará que no tienen que desperdiciar toda su energía solo en sobrevivir.
Siento alegría y alivio al saber que los cuatro años psicóticos e irreparablemente dañinos de Trump van a terminar pronto. Pero tan pronto como Biden fue nominado por los demócratas, tal vez la opción más desalentadora de todos los candidatos a las primarias, dejó que el gris regresara a mí. Y con él, la parálisis. Los partidiarios del cambio progresivo afirman que luchar por políticas audaces de progreso fortalece a la derecha, y que cualquier crítica a los demócratas es un ataque peligroso e injustificable. Pero el futuro se anuncia triste: un aumento de la desigualdad y el odio, un colapso económico mundial, una crisis ambiental impensable. ¿Alguien puede imaginar que estas crisis se aborden con medias tintas?
Debemos imaginar un futuro bueno y habitable para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos. ¿Cómo llegaremos allí? ¿Qué significará la elección de Biden para quienes hacemos arte? Cuando las esculturas de papel maché del presidente cheeto acaben en el vertedero, ¿seguiremos adoptando un arte tan abiertamente político como personal? ¿Dejaremos que el gris de una presidencia de Biden haga que nuestras esperanzas, pensamientos y obras de arte sean turbias e inciertas? ¿O acabaremos dejando que el mundo se ilumine con una luz aún más brillante?
Lionel Shriver
Escritora, autora de Tenemos que hablar sobre Kevin y Los Mandible
Asumí alegremente que Biden ganaría, y no debí hacerlo, porque Trump estuvo a punto de ganar. Lo que espero de Biden: una restauración de la decencia en Washington y del respeto por el cargo de presidente de Estados Unidos. Me encantaría que la política estadounidense se volviera mortalmente aburrida. Lo que temo de Biden: impuestos destructivamente más altos. Una orden de llevar máscara sin cláusula de extinción, para que los estadounidenses sigan caminando por un paisaje distópico y antisocial en 2035. Peor aún, un confinamiento nacional. La tolerancia, cuando no la promoción, de las políticas de identidad de Kamala Harris, que solo agravarán un cisma en un país que ya se hunde hacia el centro de la Tierra.
Me atrevo a decir que intercambiaremos la indignación hiperventilada y llena de postureo contra Trump por luchas internas de la izquierda. La despedida de Trump privará a los demócratas de un sentido de cruzada. Me temo que la llamada cultura de la cancelación no desaparecerá silenciosamente. Después de todo, la izquierda dura siempre ha sido especialmente antagónica respecto a quienes le resultan ideológicamente más próximos: los liberales clásicos. Ahí está Biden. La vergüenza de cualquiera que use el término equivocado, la difamación de los artistas culpables de apropiación cultural y el escrutinio de una obra en busca del pecado identitario está destinado a seguir.
Sospecho que cualquier ficción que ataque específicamente a Trump envejecerá de la noche a la mañana y nadie querrá leerla. Por eso tuve cuidado en dejar cualquier mención al tipo en mi última novela, publicada la primavera pasada. Sin embargo, la histeria por la raza y el género comenzó antes de Trump y no ha terminado. Los artistas estadounidenses de todos los estilos han mostrado una homogeneidad ideológica deprimente, y este conformismo político casi universal no va a ceder en el corto plazo. Ahora escribimos, pintamos y filmamos para promover la virtud, supuestamente, y la excelencia artística ocupa un lejano segundo lugar después del juicio moral. Eso no es lo que quería cuando decidí convertirme en novelista; si se trataba de promover la bondad, me habría convertido en profesora de catequesis. Es posible que sin un villano descomunal al que criticar, los artistas estén menos inclinados a abordar temas expresamente políticos. Eso no es necesariamente perjudicial. Gran arte del arte altamente político es bastante malo.
Andrew Bird
Músico, autor de My Finest Work Yet
La guerra cultural está lejos de terminar, pero percibo un suspiro colectivo de alivio en cualquier lugar donde la gente valora la democracia y la decencia humana. No creo que veamos a tipos como Ted Nugent o Kid Rock en la Casa Blanca como embajadores del arte y la cultura. Ojalá eso no suceda nunca más. La máxima prioridad es controlar la pandemia y reanudar el ritual humano de reunirse para experimentar el arte y la interpretación. Hace unos meses escribí una serie de canciones sobre lo que estábamos viviendo en la era de Trump: el espectro del autoritarismo y el fascismo. Francamente, no quiero tener que volver a escribir esas canciones nunca más y espero con impaciencia que se vuelvan obsoletas.
Marcel Dzama
Artista plástico
La ciudad entera —y, con ella, también yo— bailaba en las calles como si un dictador hubiera sido derrocado, y en muchos sentidos era así. Ahora somos libres para pensar en nuestro arte y proyectos sin tener mala conciencia por no haber hecho lo suficiente para detener a este líder tiránico. Ahora somos libres para pensar en otro futuro. Sí, este tirano ha sido eliminado, pero nuestra casa todavía está en llamas. Todavía hay muchos problemas que necesitan nuestra atención, desde el medio ambiente hasta el racismo, la pobreza, el coronavirus, y la lista sigue y sigue...
No hay que olvidar que Trump obtuvo más de 72 millones de votos. Mucha gente lo quería otros cuatro años más, después de todos sus fracasos, casos de corrupción y decisiones políticas crueles y malvadas. No estoy seguro de qué motiva este ascenso de la extrema derecha: un sistema educativo fallido, el racismo, la codicia o una especie de oscuridad del alma. Además, no será fácil que Biden pueda hacer mucho sin el Senado si los demócratas no ganan en Georgia y ahora, gracias a Mitch McConnell y Trump, la Corte Suprema está repleta de jueces de extrema derecha. Pero, en este preciso momento, siento un alivio genuino. No creo que Estados Unidos hubiera podido sobrevivir otros cuatro años bajo Trump.
Frederick Wiseman
Cineasta, director de National Library y Ex Libris
Me sentí muy satisfecho de que Biden ganara. Sin embargo, me da miedo que Trump trate de retener el poder de cualquier forma que esté a su alcance. El periodo que empieza ahora y termina en enero será muy peligroso. Espero que Biden deshaga todas las decisiones de Trump que pueda con respecto al medio ambiente, el cambio climático, la explotación de petróleo y gas, los acuerdos comerciales, la relación con la OTAN y el tratado nuclear de Irán. A nivel interior, tendrá que enfrentarse a asuntos tan importantes como el control de la epidemia, la reforma tributaria, los estímulos económicos y los servicios educativos y de salud. Que reviva, en resumen, el que ha sido el papel tradicional de un Gobierno federal en Estados Unidos.
Aun así, si los republicanos controlan el Senado, existe un grave riesgo de que las políticas de Biden sean bloqueadas. Lo ideal sería que Biden pusiera más dinero a disposición de las artes a través del Fondo Nacional para las Artes [la organización gubernamental que apoya al sector cultural] y a través de programas de educación y apoyo a la televisión pública. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en muchos países europeos, el Gobierno federal nunca ha sido un principal apoyo de las artes. No espero que eso cambie mucho bajo Biden. El clima intelectual en Estados Unidos siempre es robusto. ¿Será el arte más o menos político? Algunos creadores seguirán siendo abiertamente políticos... Aunque, en mi opinión, los escritores y artistas que son buenos de verdad siempre trascienden la política.
Thurston Moore
Músico y exlíder de Sonic Youth
Muchos de nosotros firmamos un pacto para sacar a ya-sabe-de-quién-hablo de la Casa Blanca por el medio que fuera necesario. Eso ha sucedido, y ahora tanto el planeta como los Estados Unidos podrán curarse. Respecto al mundo cultural, las fronteras se abrirán y eso permitirá que todo tipo de organizaciones, salas de conciertos y museos reciban a artistas de cualquier origen sin prejuicios, ya sea dándoles la bienvenida al país o apoyando su trabajo. Esperamos que los estadounidenses pronto puedan olvidar la forma escandalosa en la que ese orangután —sin ofender a los orangutanes— se ha comportado en los últimos años y que el mundo deje de pensar en los estadounidenses como imperialistas ruidosos, derrochadores, ignorantes, odiosos, narcisistas, racistas e imbéciles.
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