El banco Credit Suisse, en la ‘ruta de las ratas nazis’ en Argentina
Un influyente exfiscal de Estados Unidos avanza con la investigación sobre el dinero de empresas y particulares que financió el escape de los criminales de Guerra alemanes

En la contabilidad de 1945 de la revista Time Fritz Mandl, el más importante fabricante de municiones en la Europa de entreguerras, tenía 278 trajes a medida. En el recuerdo de sus hijos el detalle de la indumentaria aparece en otro lugar: los zapatos que Hermès hacía a su medida debían llevar sus iniciales en la suela: FM. También la llevaba la flota de Rolly Royce, todos con la combinación de bordó y negro. Las interpretaciones familiares sobre esa firma se remontan a una pérdida: en 1920, un grupo de bolcheviques incendió la fábrica de municiones de su padre Alexander. De esas llamas Mandl, que había nacido en Viena 20 años atrás, montó un conglomerado de empresas y se convirtió en el hombre más rico de Austria. Quiso reponer el apellido y hacer imborrables sus iniciales.
Mandl era un austrofacista muy próximo al príncipe Ernst Rudiger Starhemberg y Benito Mussolini. Desligaba su ideología de los negocios: en su cartera de clientes figuraban desde republicanos de la guerra civil española al ejército de Hitler y en el futuro sumaría a Bolivia y los United Arab Emirates, entre muchos otros.
En Estados Unidos, Mandl recibió una atención doble. Era 1933 cuando se casó con Hedy Lamarr, la actriz que ese mismo año protagonizó Éxtasis, considerada la primera película no pornográfica con sexo explícito y un orgasmo femenino que representó Lamarr. Mandl, que había comprado la empresa Gloria Pictures, intentó hacerse de todas las copias de Éxtasis por sus ataques de celos, cuenta su hija, Pupé Mandl. Se divorciaron al poco tiempo. Lamarr se destacó en Hollywood con sucesos como Algiers (1938) y el western Boom Town (1940) y Mandl se convirtió en “uno de los más misteriosos hombres de la época” para los lectores de los tabloides de los Estados Unidos, apunta el historiador Ronald Newton.
Los servicios secretos de Estados Unidos siguieron con mucha atención el paso de Mandl por Argentina por razones distintas. Después de la invasión de Alemania a Austria en marzo de 1938, el empresario hizo un acuerdo con los nazis para preservar su patrimonio y se embarcó hacia Buenos Aires. Había conocido, durante el apogeo de Mussolini en Italia, al joven oficial Juan Domingo Perón, a quien apoyó con dinero en la campaña electoral de febrero de 1946 que lo convertiría presidente.
Proveedor de la empresa nacional de armas (Fabricaciones Militares), Mandl pretendía crear junto a los oficiales argentinos una industria armamentista autónoma, señala Newton en El Cuarto Lado del triangulo. Instalado en la Argentina —donde vivió más de una década— se diversificó: compró propiedades en Buenos Aires, en la provincia de Córdoba y al sur en la Patagonia, y luego fábricas de ladrillos y hasta la empresa de muebles que decoraban su casa. Respondían a un patrón: si le gustaban los muebles, compraba la fábrica.
Alexander, uno de los seis hijos de Fritz Mandl, esperó a EL PAIS en el café Josephina’s en el Barrio Norte de Buenos Aires. Llevaba una campera de gamuza y un suéter. De 71 años y con un español con acento francés, aclaró que la vida de su padre fue extraordinaria y la suya, más bien común. Pidió una jarra de limonada con jengibre.
En los primeros meses de 2020, Alexander Mandl accedió a una respuesta por correo electrónico que el Credit Suisse le envió a los nietos del empresario argentino-alemán Ludwing Freude, que reclamaban por la supuesta fortuna familiar alojada en el banco. Señalado por The New York Times como uno los 10 hombres más ricos de América Latina, Freude había sido uno de los mayores receptores de la inversión alemana en Argentina en la década de 1930, tuvo una empresa maderera, un banco e integraba lo más alto de la élite empresarial a la que pertenecía Mandl.
Freude era afiliado al partido nazi de Argentina. En 1944 la embajada alemana, apunta el periodista Uki Goñi en La Auténtica Odessa, le había confiado fondos reservados para financiar actividades de los nazis. Desde la ruptura de las relaciones entre Argentina y Alemania en 1944, se convirtió en el embajador extraoficial nazi. Su mansión del barrio de Belgrano en la ciudad de Buenos Aires fue lugar de encuentro de oficiales argentinos y hombres del nacionalsocialismo alemán.

El hijo de Freude, un rubio argentino-alemán llamado Rodolfo, empezó a trabajar como secretario personal de Perón en retribución a las ayudas que recibió del padre en términos de protección personal y por la financiación para la campaña de 1946. Rodolfo, o Rudi, tal como lo llama Eva Perón (la segunda esposa del presidente) en alguna de las cartas en que lo cita, fue una pieza en la vinculación entre los nazis que llegaron a Argentina y el gobierno de Perón. El cuñado de Freude, Werner Koennecke, apunta Goñi, fue el contable de la red de espionaje de nazis en Argentina y el encargado de repartir a los agentes de Hitler el dinero que estaba guardado en una caja de seguridad de la embajada alemana en Buenos Aires.
En la respuesta de 2020 a los Freude-Koennecke, el Credit Suisse señala: “No tenemos derecho a proporcionarle información sobre ninguna relación de cliente con Credit Suisse AG a un tercero. En este caso, los herederos deberán ponerse en contacto directamente con el tercero para mayor información o, en el caso de las empresas, sus órganos, o alternativamente llamar a los tribunales competentes en derecho internacional privado para obtener la información requerida sobre la asistencia o reconocimiento legal (en el caso de jurisdicción extranjera) o a través de los tribunales suizos (en el caso de jurisdicción suiza)”. Esa respuesta, al parecer irrelevante, tendría derivaciones inesperadas en la investigación promovida por el Centro Simon Wiesenthal (CSM) sobre el financiamiento de la llamada ruta de las ratas a la Argentina, el país de América Latina que más criminales de guerra nazi acogió, tales como Adolf Eichman y Josef Mengele. Con sus consultas, los herederos de estos dos hombres de negocios fundamentales entre Argentina y la Alemania nazi habían alertado sobre la existencia de esos posible fondos y el de los Freude fue especialmente relevante para la denuncia del CSM.
“Cuando yo pregunté si había fondos de mi padre“, explica Alexander Mandl, ”sencillamente dijeron que no había nada y con Freude-Koennecke la reacción fue distinta".
Mandl ha iniciado una investigación privada sobre el tema y tiene indicios de que hay dinero de su padre allí. “Tenía cuenta en el Credit Suisse y había tenido muchos negocios y comisiones con Mussolini, que también tenía cuentas ahí”, dice.

Quien lo alertó de ese documento del Credit Suisse fue un cazador de documentos sobre el nazismo: el ingeniero Pedro Filipuzzi. En el primer semestre de 1984, cuando la democracia acaba de retornar a la Argentina, Filipuzzi encontró por azar en el archivo de un banco estatal en el que trabajaba la lista de los 12.000 afiliados a la filial argentina del partido nazi, que tenían, también fondos en una cuenta única del banco Schweizerische Kreditanstalt (SKA) que luego heredó el Credite Suisse. En esa lista aparece Ludwing Freude, con el número de afiliado 405. Sus fondos, reveló Jaime Rosemberg en el diario argentino La Nación en marzo de 2020, confluían en la cuenta 4063 del banco.
Según Filipuzzi, Rodolfo Freude hizo 14 presentaciones en la banca suiza para recuperar el dinero de su padre hasta que murió en 2003 y sus hijos continuaron el reclamo. El padre de Filipuzzi conoció a la familia Freude-Koennecke y él retomó la relación en 2014. En febrero 2020, la familia Freude-Koennecke le entregó el membretado del Credit Suisse Freude que habían tramitado con el abogado Oliver Widmer del estudio Pestalozzi de Zurich y llevaba la firma de los empleados del banco Reto Hosli y Christian Kung. “El objetivo de la entrega del documento fue que yo lo presentara en el Centro Simon Wiesenthal para resolver el misterio de las cuentas nazis y mostrar que la actual familia Freude/Koennecke es contraria al nazismo”, dice Filipuzzi antes de entregar una copia en una pizzería a pocos metros de el Obelisco en Buenos Aires.
Ariel Gelblung, el presidente del Centro Simon Wiesenthal para América Latina, tomó la posta de la denuncia y la investigación a partir de ese hallazgo y muchos otros que hizo. Gelblung es un abogado comercial que empezó como voluntario del Centro Wiesenthal en Buenos Aires a comienzos de la década de 1990 y ocupa el cargo de director desde 2015 para toda América Latina. La denuncia del Centro Simon Wiesenthal de 2020 se centró en un —el financiamiento de la ruta de las ratas— y el Credit Suisse se convirtió en uno de los focos de investigación.
“Es un tipo de investigación”, dice las oficinas del Centro, “que nunca se ha hecho hasta ahora. Estamos tras la pista de movimientos económicos que pueden aparecer en una misión diplomática o en un registro contable del Banco Central”.
En junio de 2021, después de la denuncia del Centro Wiesenthal, el exfiscal estadounidense Neil Barofsky fue contratado por el propio Credit Suisse. En palabras de Barofksy, el objetivo fue “proporcionar una supervisión independiente de la investigación, que Credit Suisse inició voluntariamente después de que el Centro Simon Wiesenthal planteara acusaciones sobre la existencia de relaciones no reveladas entre el Credit Suisse y nazis y cuentas nazis”.

Un año más tarde, Barofsky fue destituido por el Credit Suisse porque su reporte, señaló el banco, “contenía numerosos errores fácticos, afirmaciones engañosas y gratuitas, así como acusaciones sin fundamento basadas en una comprensión incompleta de los hechos”. El Comité de Presupuesto del Senado de los Estados Unidos tomó el tema y acusó a Credit Suisse de obstruir y delimitar la investigación y rehuir a investigar nuevas pistas. Cuck Gressley, un republicano de Iowa, asumió la voz.
En febrero de 2023, Barofsky mandó un informe con los hallazgos que entregó tanto al banco como al Comité de Presupuesto. Ahí hizo notar que en junio de ese año, después de que UBS completara la adquisición del Credit Suisse, recuperó el cargo en el banco y desde entonces, señala el memo de Baroksy enviado al comité el 17 de diciembre de 2024, ha recibido una cooperación total. “La investigación ha identificado documentos de clientes y otras pruebas que demuestran una conexión significativa entre Credit Suisse y la llamada ruta de las ratas”. La investigación “se ha centrado en los fondos necesarios para operar la red clandestina, incluyendo el pago de sobornos, documentos de identidad falsos y transporte.
La ruta del dinero
Se trata de esclarecer uno de los temas pendientes de la historia del siglo XX: el destino de los fondos saqueados a víctimas judías en Alemania y transferidos a Argentina para respaldar a empresarios pronazis y luego en parte devueltos a Europa a través de Credit Suisse y otras entidades financieras.
El CSW generó distintas acciones en Suiza y en Argentina. Según la organización, las cuentas estarían vinculadas a empresas como IG Farben —proveedora del gas Zyklon-B aplicado en los campos de exterminio— y el Banco Alemán Transatlántico y el Banco Germánico de América del Sur, que habrían facilitado las transferencias hacia Suiza. El Centro envió una carta al vicepresidente del Credit Suisse, Christian Küng, solicitando acceso a archivos internos. Según el documento, Argentina habría recibido el 15% de los fondos nazis depositados fuera de Europa, una cifra equivalente a lo acumulado en toda América Latina.
El 18 de febrero de 2025, una comitiva del Centro Simon Wiesenthal, en la que estaba Gelblung y abogados que trabajan con Barofsky, se reunió con el presidente Javier Milei para contarle los alcances de la investigación sobre el financiamiento de la ruta de las ratas y pedirle acceso a documentación estatal y gubernamental desconocida. Milei inició dos cursos de acción. Ordenó a su gabinete que le proveyeran documentos inéditos y desde entonces los investigadores han recibido material del Banco Central, el ministerio de Defensa, la Cancillería y otras dependencias estatales. También hizo que en abril de este año estuvieran disponibles en línea los 1.850 documentos que fueron desclasificados en 1992 por el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) sobre los nazis en la Argentina. Repentinamente, el público general, a través de las notas de prensa, recibía el recordatorio de esa historia incómoda: la vida de los jerarcas nazis en la Argentina.
En el otoño de 2025, doce cajas de madera de champagne Crillón llamaron la atención de los funcionarios de la Corte Suprema de Justicia de Argentina que trabajaban en la puesta en marcha del Museo de la Corte Suprema de Justicia en el subsuelo del Palacio de Justicia donde funciona el archivo de la justicia nacional y federal.

Cuando los funcionarios abrieron las cajas de Crillón quedaron en shock por otro pasado que retornaba. Encontraron cientos de carnets de afiliación al partido nazi, pasaportes, documentos y material de propaganda que supuestamente llegaron a Argentina en 1941. Viajaron desde la embajada alemana en Tokio en el barco japonés Nan-a-Maru. La embajada alemana en Buenos Aires declaró su contenido como “elementos de uso personal” y reclamaba su libre despacho a través de la Aduana por los acuerdos internacionales de rigor. Representantes de la Aduana y del Ministerio de Exteriores habían elegido cinco cajas al azar y las abrieron: entre publicaciones caratuladas como de “orden científico, literario y cultural” se escondían las de propaganda. El caso llegó a la Corte Suprema por tratarse de un trámite que involucraba a un país extranjero. Las cajas quedaron guardadas durante 84 años.
Aún no se ha podido establecer si esa aparición tiene relación con los documentos desclasificados digitalizados ni con la investigación sobre el financiamiento de la ruta de las ratas. La Corte Suprema ha hecho la limpieza, el inventariado y la digitalización de los 6.000 documentos y prepara un reporte que aún no tiene fecha de publicación.
Barofsky entregará su propio reporte final en los primeros meses de 2026. Documentos que aún no son públicos fueron enviados por el gobierno de Milei al Centro Simon Wiesenthal y están en manos del equipo de Barofsky. Son actas de Fabricaciones Militares con misiones secretas en Inglaterra, Suecia y Suiza para contratar “personal técnico extranjero” y financiar investigaciones para la defensa nacional. El monto total fue de más de 4,8 millones de dólares del período que va de 1945 a 1950 (unos 60 millones a valores actuales). En el caso de los contratados no se dan sus nombres, lo que hace suponer que detrás de ese secreto, o de esa discreción, puede haber algo más. Sí aparecen los nombres de los militares y civiles argentinos que viajaron. Los usos y los gastos de dinero son parte del escrutinio. Hay una coincidencia: las iniciales de Fabricaciones Militares son las mismas que las de Fritz Mandl-FM.
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