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Corrupción
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los corruptos de América Latina brindan a la salud de Donald Trump

Aprobada por el Congreso de Estados Unidos en 1977, la FCPA posibilitó castigar a las empresas y ejecutivos corruptos, pero también exponer la impunidad que asola vastas extensiones del mundo.

Donald Trump en la oficina Oval de la Casa Blanca, en Washington, el 20 de enero de 2025.
Donald Trump en la oficina Oval de la Casa Blanca, en Washington, el 20 de enero de 2025. Carlos Barria (REUTERS)

Donald Trump logró otro imposible: los corruptos del mundo, de todos los credos, naciones e ideologías, brindarán a su salud, unidos, felices y en paz. Porque desde hace una semana, el planeta es más corrupto gracias a él.

Me explico: el lunes pasado, el presidente de Estados Unidos ordenó suspender la aplicación de la ley que penaliza en Estados Unidos las prácticas corruptas cometidas en el extranjero (FCPA, por sus siglas en inglés) por empresas y ciudadanos estadounidenses, pero también por todas las compañías e individuos de otros países que cotizan u operan en ese país. Y no solo eso, su Gobierno también desactivará las grandes investigaciones por “cleptocracia” contra gobiernos de otros países, como Venezuela o Argentina.

¿Motivo? Según la Casa Blanca, resulta vital que las empresas estadounidenses puedan competir de igual a igual con sus rivales de otros países —y, en particular, aunque no lo explicite, de China—, aplicando de ser necesario las prácticas que son “habituales entre los competidores internacionales”. Es decir, pagando sobornos y repartiendo dádivas.

Notable.

En vez de liderar hacia un mundo mejor, presionando a sus pares del G-7 para reforzar la lucha contra la corrupción, Trump decidió bajar la vara hasta el lodazal.

El líder republicano no lo explicitó de manera tan cruda, pero cerca estuvo. “Esto va a significar muchos más negocios para Estados Unidos”, afirmó, y dispuso que la secretaria de Justicia, Pamela Bondi, suspenda el avance de las investigaciones en curso basadas en la FCPA hasta que emita nuevas directrices en línea con estas pautas.

Sin embargo, la afirmación de que las empresas estadounidenses se encuentran en desventaja al competir con sus rivales de otros países es, cuanto menos, “débil”, al decir del experto en lucha contra la corrupción Guillermo Jorge, profesor en la Universidad de Nueva York.

Jorge lo ejemplifica con datos. Solo durante 2024, la Comisión de Valores (SEC) y el Departamento de Justicia multaron a Gunvor (Suiza), Trafigura (Suiza), Adani Group (India), Telefónica Venezolana (subsidiaria de Telefónica España) y SAP (Alemania), entre otras empresas, como en años anteriores sancionaron a Siemens (Alemania, 800 millones de dólares), Alstom (Francia, 772 millones de dólares), BAE (Reino Unido, 400 millones de dólares), Total (Francia, 400 millones de dólares), y Snamprogetti (Holanda/Italia, 350 millones de dólares), entre otras.

La pregunta obvia ahora es qué directrices emitirá Bondi. ¿Ordenará a los fiscales y al FBI que concentren sus esfuerzos solo en los carteles de la droga y las organizaciones criminales trasnacionales, como delineó en un memorando, el 5 de febrero pasado? ¿O sumará a ese primer objetivo a las empresas extranjeras que cotizan en alguna bolsa de valores de Estados Unidos y se encuentran, por tanto, sujetas a la FCPA? ¿Podría ocurrir, entonces, una aplicación “selectiva” de la ley, como temen algunos especialistas?

Todavía es prematuro, por supuesto, pero los indicios son inquietantes. “Esto puede ser una ‘carta blanca’ para que las empresas estadounidenses paguen sobornos en Latinoamérica y en el mundo”, lamenta Hugo Wortman Jofré, presidente de la Fundación Poder Ciudadano, que encarna el capítulo argentino de Transparencia Internacional. “Esto representa 40 años de retroceso en la lucha contra la corrupción y los corruptos de nuestros países están de fiesta”.

Aprobada por el Congreso de Estados Unidos en 1977, la FCPA posibilitó castigar a las empresas y ejecutivos corruptos, pero también exponer la impunidad que asola vastas extensiones del mundo. ¿Un ejemplo? Solo durante el último cuarto de siglo, al menos doce multinacionales admitieron en Estados Unidos que pagaron sobornos en Argentina. Desde Siemens a Odebrecht, y de Ralph Lauren a Ferrostaal, pasando por Stryker Corporation, Helmerich & Payne, Ball, Biomet, Dallas Airmotive y Sterycicle, entre otras. De ellas, ¿cuántas fueron condenadas en Argentina? Cero. Pero al menos ahora sabemos qué hicieron y no pueden negarlo, como solían.

Durante todos estos años, la FCPA también les ofreció a las empresas una herramienta valiosísima: un escudo protector o, si se quiere, una excusa para esquivar el malhacer cuando un funcionario les exigía un soborno. Pero ahora que los corruptos saben que las compañías estadounidenses no serán castigadas, ¿habrá menos o más exigencias de dinero?

Así, en su afán por abrir nuevos negocios para las empresas estadounidenses en desmedro de sus competidoras —en particular, de China—, Trump abrió una compuerta con consecuencias imprevisibles. Mucho dependerá de la fortaleza que muestren la Unión Europea, la OCDE, los organismos multilaterales y las organizaciones de la sociedad civil para sostener sus pautas y principios en medio del vendaval, y preservar lo que se pueda de la red de prevención y contención contra la corrupción global.

Pero aun si eso ocurre, la decisión de Trump ya le reportó un beneficio incontestable a los corruptos alrededor del mundo. Dejaron de ser la oveja negra del rebaño o la mosca blanca en la sopa. Con Trump al frente, ahora chapotea con ellos en el barro el país que decía ser “la ciudad resplandeciente sobre una colina”.

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