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Gobierno de Javier Milei
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La economía de Milei un año después: baja inflación, déficit cero y caída del salario real

Para lograr que en 2025 repunten la actividad y los ingresos, Argentina debe conseguir dólares, ya sea con la ayida del FMI o de inversiones extranjeras

Javier Milei asiste a la Cumbre del Mercosur en Montevideo, Uruguay, el 6 de diciembre de 2024.
Javier Milei asiste a la Cumbre del Mercosur en Montevideo, Uruguay, el 6 de diciembre de 2024.Matilde Campodonico (AP)

El 10 de diciembre el gobierno de Javier Milei cumplió su primer año. ¿Qué podemos decir sobre su gestión económica? ¿Cuáles fueron los principales aspectos positivos y negativos? ¿Qué desafíos enfrenta en 2025? Para evaluar los resultados de esta gestión es imprescindible arrancar describiendo la grave situación macroeconómica que dejó el gobierno de Alberto Fernández, porque sin eso no se puede comprender el programa económico que aplicó Milei.

La inflación era del 13% mensual, a lo que había que sumarle un importante atraso en los distintos precios regulados por el Gobierno (tarifas de agua, gas, luz, el transporte público, la nafta, entre otras). La brecha entre el tipo de cambio oficial y el financiero era superior al 150% y las reservas internacionales del Banco Central eran negativas por más de 11.000 millones de dólares. Esto significa que los activos en moneda extranjera con los que contaba la autoridad monetaria no eran suficientes para afrontar los pasivos de corto plazo en dicha moneda. Y a eso, además, había que sumarle una deuda con las empresas importadoras por más de 25.000 millones de dólares. Por último, un déficit fiscal de casi 5 puntos del PIB y una deuda acumulada del BCRA, las famosas Lelics, equivalente a 10 puntos del PIB. Literalmente un campo minado en donde sobraban pesos y faltaban dólares.

Frente a esta situación, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció un programa de estabilización bastante tradicional. En primer lugar, aplicó una drástica devaluación, que llevó a que el tipo de cambio oficial se incrementara más del 120%. Eso permitió que se redujera de manera significativa la brecha cambiaria y que el BCRA acumulara reservas, pero a costa de que se disparara la inflación, que superó el 25% en diciembre.

Para contenerla, luego de la devaluación el Banco Central fue anunció un crawling peg: congeló la variación mensual del tipo de cambio en 2%, con el objetivo de que funcionase como un ancla nominal arrastrando a la baja los precios.

Esto lo combinó con dos medidas apuntadas a frenar la creación de dinero. Por un lado, una baja agresiva de las tasas de interés, enfocada sobre todo en reducir la cantidad de dinero emitida por los intereses en las cuentas remuneradas (plazos fijos, billeteras virtuales o fondos comunes de inversión). Por otro, un severo ajuste del gasto público que le permitió al Gobierno ya en el primer mes de gestión eliminar el déficit fiscal, que hasta entonces era financiado en su mayoría a través de la emisión de dinero por parte de la autoridad monetaria.

¿Cuáles fueron los resultados del programa?

Sin dudas, el principal logro fue la reducción de la inflación, que además fue mucho más rápida que lo que proyectaban las consultoras privadas. Como referencia, el promedio de las proyecciones esperaba que recién en junio la inflación fuera de un dígito, con un 9,1%, mientras que la inflación para ese mes terminó siendo la mitad, 4,6%.

El segundo gran logro, que en parte explica el anterior, fue la remarcable estabilidad cambiaria. A pesar de las dudas iniciales por parte del mercado y las consultoras, más que nada asociadas a la vertiginosa apreciación del tipo de cambio real (ver más adelante), el Banco Central logró mantener el crawling peg a lo largo de todo el año. Sumado a eso, si bien en los últimos días se observó un repunte del tipo de cambio financiero, la brecha cambiaria se ubica en niveles sumamente bajos, en torno al 12%.

Sin embargo, para el Gobierno el logro más importante fue haber hecho “el ajuste más grande de la historia”, que le permitió mantener el equilibrio fiscal durante todo el año. Desde su óptica, eso —sumado a la política monetaria que llevó a cabo el Banco Central— fue lo que explicó la reducción de la inflación y la estabilidad cambiaria, gracias al freno en la emisión de dinero.

El asunto es que un ajuste de esa magnitud obviamente tiene costos. La actividad económica hoy se encuentra por debajo de los niveles del año pasado, en buena medida explicado por la caída del empleo y los ingresos de la población. En la actualidad la jubilación mínima —teniendo en cuenta incluso un bono de apoyo extra— es un 13% menor a la del año pasado; el salario del sector público es un 20% menor, el de los informales 23% (aunque por cuestiones de su medición todavía no contamos con los datos más recientes) y el del sector privado 4%.

Sin dudas acá estuvieron las principales consecuencias negativas del programa económico, las cuales el Gobierno espera revertir para el año próximo, pensando también en las elecciones legislativas.

Para eso, es clave que logre mantener la estabilidad cambiaria y la reducción de la inflación. Esto se presenta como el principal desafío, dado que en la actualidad el precio del dólar se ubica en un nivel históricamente bajo, ya que a lo largo de todo el año aumentó menos que la inflación.

El problema que tiene un dólar barato es que estimula la demanda externa, tanto de bienes de consumo, insumos importados o el turismo en el extranjero. Todo esto lleva a una mayor demanda de dólares, a la que hay que sumar los pagos de la deuda externa que, si no son compensados por una cantidad similar en materia de generación de divisas, pueden desestabilizar el mercado cambiario.

Además, hay que tener en cuenta que, en la actualidad, el Banco Central no cuenta con las reservas internacionales suficientes como para hacer frente a una situación de este estilo, dado que las mismas siguen en terreno negativo, por unos 6.000 millones de dólares. Es por ello que el Gobierno decidió mantener las principales regulaciones cambiarias, a pesar de que la quita del cepo había sido una de sus primeras promesas de campaña.

Con lo cual, de cara al año próximo, para lograr que la inflación siga bajando y que tanto los ingresos como la actividad repunten, el principal desafío va a estar en conseguir esos dólares. El Gobierno ya insinuó varias opciones: renegociar nuevamente con el FMI para conseguir más financiamiento, apostar al ingreso de inversiones extranjeras a través del RIGI o incluso volver a colocar deuda en los mercados. Ahí va a estar la principal batalla del 2025.

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