Argentina comienza 2024 con una inflación del 20,6% en enero y una interanual del 254,2%
El Gobierno de Javier Milei afirma estar “entusiasmadísimo” con su trabajo para bajar los precios mientras los salarios se desploman a cifras parecidas a las que siguieron a la crisis de 2001
Argentina ha comenzado 2024 con una inflación del 20,6% para enero. Tras cerrar 2023 con un 211,4% de aumento de precios, el índice más alto del mundo desbancando al Líbano y Venezuela, la inflación interanual de Argentina ha alcanzado en enero el 254,2%. El aumento de los precios en enero, inédito en el mundo, ha sido para Argentina una desaceleración de casi cinco puntos respecto al de diciembre, que llegó al 25,5% –un récord en 30 años– en un mes marcado por la transición presidencial.
El dato de inflación del primer mes de un Gobierno solo de Javier Milei refleja los aumentos de precios tras las liberalizaciones y la devaluación que impuso el nuevo Gobierno a mediados de diciembre. Los bienes y servicios han escalado un 40%, el transporte un 26%, y tanto la salud como los alimentos han superado el 20%. El Gobierno argentino, que cumplió la semana pasada dos meses en funciones, está “entusiasmadísimo” con el trabajo que viene haciendo para atacar la inflación, según ha dicho este miércoles el portavoz presidencial, Manuel Adorni, que remarcó que “claramente falta mucho por recorrer” para “sentir algo de satisfacción con estos números”. Los argentinos, mientras tanto, enfrentan los precios desatados con su poder adquisitivo por los suelos. Según el índice que mide los salarios de los trabajadores formales –poco más de la mitad de los argentinos en edad de trabajar–, el poder de compra de los argentinos cayó un 13% solo en diciembre, la peor cifra desde 2002. El índice lleva seis años a la baja mientras el salario mínimo en Argentina equivale hoy a unos 150 dólares, el peor de la región solo por delante de Venezuela.
Argentina enfrenta un mal arranque de año sumida en incógnitas. El Gobierno de Javier Milei sufrió su primera derrota política la semana pasada al retirar del Congreso su gran ley de desguace del Estado destinada a naufragar en la votación. El texto, de casi 400 artículos, había sido aprobado en general por una parte de la oposición que veía la urgencia de las reformas, pero fracasó en la votación de cada artículo en particular. El 6 de febrero, cuando los diputados se sentaron a discutirla y reprobaron la mitad de las primeras 13 reformas, el oficialismo decidió suspender la discusión y Milei se lanzó a una cacería de brujas señalando uno por uno a los diputados que se habían sentado a negociar la ley, pero que se negaron a firmarle un cheque en blanco y darle facultades legislativas especiales en la votación particular.
Desde Roma, adonde acababa de llegar en visita oficial, Milei planteó su derrota como un antagonismo entre su Gobierno y esa “casta política” que “lo único que hace es garantizar el statu quo a cambio de negocios personales”. “Tendrán que elegir de qué lado están. Los argentinos ya saben de qué lado estamos nosotros y se los vamos a demandar”, escribió en un tuit el 9 de febrero. Fue su reacción más institucional tras días de furia en los que difundió fotografías y datos de los legisladores díscolos e impulsó insultos de sus seguidores hacia otros partidos políticos en redes sociales. Sintiéndose traicionado por las fuerzas provinciales que le soltaron la mano en el Congreso, Milei terminó la semana pasada despidiendo a funcionarios como la secretaria de Minería y el director de la administración de la Seguridad Social, por sus lazos políticos.
Bloques legislativos como la centroderechista Unión Cívica Radical, o los independientes federales agrupados en una gran coalición, han soportado durante semanas los insultos del presidente para negociar las reformas. En medio entre el nuevo Gobierno de ultraderecha y una oposición encabezada por el peronismo, estos bloques prefirieron negociar a pesar de los maltratos para no quedar pegados al rechazo a la ley que impulsaba la oposición peronista, que viene de perder las elecciones.
Con el fracaso de la ley, y tras el fin de las sesiones extraordinarias en el Congreso, que frenará este jueves las asambleas para iniciar su calendario oficial en marzo, la gran reforma del nuevo Gobierno argentino ha quedado en el aire. Milei ha amenazado con buscar que su ley sea aprobada por referéndum, apoyado en el 56% de los votos con los que ganó la presidencia en una segunda vuelta en noviembre del año pasado, pero el camino que seguirán sus reformas es hoy una incógnita.
El momento ha dado aire a la oposición. Este miércoles, tras un silencio de más de medio año, la expresidenta (2007-2015) y vicepresidenta del último Gobierno peronista (2019-2023), Cristina Kirchner, volvió a la escena pública con una monografía en la que plantea que Argentina está en la puerta de “su tercera crisis de deuda” en 40 años de democracia y se opuso a las medidas fiscales de Milei señalando que la crisis inflacionaria del país no es producto del déficit fiscal, sino del endeudamiento en dólares. Milei, según la última gran líder del peronismo, tiene como único plan una “desestabilización que no solo retroalimenta el espiral inflacionario colocando a la sociedad al borde del shock, sino que además provocará irremediablemente el aumento de la desocupación y la desesperación social en una suerte de caos planificado”. “Es más que evidente que en la cabeza del residente el único plan de estabilización es el de la dolarización. No se explican las medidas adoptadas en otro marco teórico”, escribió la expresidenta que, sin embargo, abrió la discusión a algunas reformas.
“Estamos de acuerdo en que la Argentina debe revisar la eficiencia del Estado, y que no basta con la consigna del ‘Estado presente’ para resolver los problemas del país, que son demasiados”, escribió Kirchner, y planteó, en la línea del nuevo Gobierno, la necesidad de una “actualización laboral”, de una “simplificación tributaria”, de discutir la “integración” del capital privado en las empresas del Estado y de “replantear” el sistema de salud pública. Sin embargo, Kirchner puso una línea roja en la dolarización. No es la única. Según gran parte de la oposición es el único plan de Milei frente a una crisis que este miércoles ha sumado otra herida.
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