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El debut récord de Mateo Apolonio con 14 años en el fútbol argentino: ¿joven prodigio o márketing?

Deportivo Riestra es el más atípico de los 28 equipos que compiten en Primera. Los expertos creen que la llegada de Apolonio habría sido imposible en otro club

Mateo Apolonio
Mateo Apolonio, joven de 14 años, es el futbolista más joven en debutar en la Primera División de Argentina.Deportivo Riestra

Cuando tenía 11 años, en 1997, Rafael Nadal celebraba en familia su primer título nacional de menores, el Sub 12 de España, cuando su entrenador y tío, Toni, interrumpió el festejo y leyó en voz alta la lista de los últimos 25 campeones del torneo. Su objetivo fue dejarle en claro a su alumno y sobrino que el 80% de los ganadores previos eran tenistas desconocidos que, tras aquel primer impacto en su niñez, de adultos no habían sido protagonistas del circuito de mayores. El futuro número 1 mundial entendió entonces que su carrera recién empezaba, o que incluso ni siquiera había comenzado, una enseñanza que más de 25 años resulta extensible a otro deporte y a otro lugar del mundo.

Hace 10 días, el 16 de mayo pasado, los medios argentinos informaron que Mateo Apolonio, un muchacho de Deportivo Riestra con 14 años recién cumplidos –en concreto, 14 años y 29 días-, se acababa de convertir en el futbolista más joven en debutar en la Primera División de su país. Estudiante de segundo año en la escuela secundaria y habitual jugador de la Novena División —el escalón inicial en la pirámide de las categorías formativas de los clubes—, el adolescente fue noticia por haber desplazado a Sergio Kun Agüero y a Diego Maradona de los dos primeros puestos del récord de pubertad.

Jóvenes prodigios, es cierto, siempre hubo y habrá en el fútbol sudamericano. La actual edición de la Copa Libertadores es un ejemplo. A finales de abril, el brasileño Endrick, titular en Palmeiras a sus 17 años y ya vendido al Real Madrid por 72 millones de euros, enfrentó al ecuatoriano Kendry Páez, de Independiente del Valle y ya transferido al Chelsea, entonces de 16 años: ambos convirtieron un gol. Ese mismo día, otro argentino, Franco Mastantuono –en el periscopio del Real Madrid y Barcelona, según diarios españoles-, ingresó a las estadísticas como el autor más joven de un gol de River Plate en la Libertadores, también con 16 años. Pero el caso de Apolonio es diferente porque, a diferencia de los anteriores, no figuraba en los radares: dio un paso como si estuviera en la luna, casi sin gravedad, y se salteó siete divisiones de un partido a otro.

El chico nacido en Buenos Aires el 17 de abril de 2010 debutó en la máxima categoría en el reciente Newell’s 1-Riestra 0 por la segunda fase de la Copa Argentina. Los especialistas en historia coincidieron en que, salvo un caso de emergencia, el de Hugo Aicardi, un arquerito de Racing de 14 años y 11 meses que atajó en medio de una huelga de profesionales en 1975 y no volvió a jugar en Primera (ese día recibió 10 goles de Rosario Central), Apolonio había pulverizado el récord que le pertenecía a una estrella: Agüero se estrenó en la Primera División de Independiente en 2003, a sus 15 años y 33 días, el puntapié para una carrera excepcional que continuaría en la selección argentina, Atlético de Madrid y Manchester City. El Kun, a su vez, había desplazado del primer puesto a Maradona, que tenía 15 años, 11 meses y 20 días cuando jugó su primer partido para Argentinos Juniors, en 1976.

Debutar en la Primera en Argentina es el punto final de un proceso muy largo y extremadamente difícil. Si miles de chicos arrancan con un sueño similar –que muchas veces incluye urgencias económicas en un país en el que el 70% de los jóvenes son pobres, aunque no es el caso de Apolonio, integrante de una familia de clase media porteña-, apenas un puñado lo consigue: en el camino no sólo avanzan los más aptos futbolísticamente sino también los de mayor fortaleza mental. Hijo de un futbolista –su padre, Claudio, jugó en clubes del Ascenso como Excursionistas, de cuarta categoría, a finales de los 90-, Mateo Apolonio se sumó en febrero de 2022 a los equipos infantiles de Riestra. Tenía 11 años.

Ya en el inicio de 2024, como el resto de los chicos de su edad, dio el salto a las categorías juveniles, las llamadas “divisiones inferiores” en Argentina. Se trata de un ciclo formativo, competitivo y filtrador en el que los jóvenes progresan año a año desde la Novena División hasta la Cuarta, cuando ensayan el último paso a la Tercera y finalmente al plantel profesional. El hoyo de salida de ese embudo es muy pequeño. Según estadísticas, sólo el 3% de los púberes que arrancan en Novena, cuando tienen entre 13 y 14 años –en 2024 participan los chicos nacidos en 2010, como Apolonio-, completarán el camino hacia Primera. Mateo, sin embargo, lo consiguió en un tris.

Su vida dio un vuelco fabuloso hace dos semanas. El sábado 11 de mayo, por la séptima fecha del campeonato de Novena, Mateo participó en la derrota 2-1 de Riestra ante Huracán sin saber que sería citado para entrenar con el plantel profesional desde el lunes 13 y que de inmediato, el jueves 16 –en su primera convocatoria con los mayores-, volvería a entrar al campo de juego pero, esta vez, para jugar un partido de Primera, contra Newell’s. “Mateo había entrenado algunas veces con la Primera como una experiencia que el club hace con algunos jóvenes”, dice Claudio, su padre. Según datos del especialista Carlos Durhand, del diario La Capital de Rosario, Apolonio pasó a acumular en Riestra “44 partidos: 20 en la sub-12 en 2022, 17 en la sub-13 en 2013, 7 en 9ª División” y el restante, inesperadamente, en Primera.

Pero, más allá de las condiciones de Apolonio, quienes conocen el trabajo de las divisiones formativas en Argentina aseguran que su debut habría sido imposible en otro club. Con muy poca hinchada, mínima masa societaria y un estadio para 3.000 personas, Riestra es el equipo más atípico de los 28 que compiten en la Primera División de Argentina. También, uno de los menos queridos: en un fútbol que prohíbe la llegada de las Sociedades Anónimas Deportivas –e incluso resiste el embate del presidente de la Nación, Javier Milei-, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) permite una excepción con Riestra, que no será una SAD pero se alimenta de capitales privados. Su progreso fue meteórico: en menos de 10 años, entre 2014 y diciembre de 2023, sumó cuatro ascensos y pasó de la última categoría, su lugar histórico, a la Primera, donde nunca había estado.

Ese recorrido fue pletórico en polémicas por fallos arbitrales favorables y un trabajo de marketing para llamar la atención: contrató a Maradona para que se sumara a algunas prácticas, en las pretemporadas realiza entrenamientos de 3.30 a 4.30 de la madrugada, en su estadio suena música electrónica y algunos de sus jugadores ingresan al campo de juego con latas de bebidas energizantes –o las consumen durante los partidos-, el sponsor principal del club. Incluso Riestra viste indumentaria Adidas –algo que en el país sólo hacen River y Boca, los dos principales clubes, más la selección campeona del mundo-, pero no por un acuerdo oficial: periódicamente, un empleado del club sale a comprar camisetas negras genéricas de la marca de ropa alemana, por locales comerciales de Buenos Aires, y luego les estampa el escudo, los números y las publicidades.

En ese contexto, y sin poner en duda el posible futuro de Apolonio (capitán de la Novena y lateral izquierdo a quien su técnico de inferiores comparó con el brasileño Roberto Carlos, ex figura del Real Madrid), el ambiente del fútbol conjetura que su debut tan acelerado solo se explica desde otro intento de impacto publicitario de Riestra: hacer ruido en los medios y entrar en el Guinness de los récords. “A costa de exponerlo al peligro de que lo lastimaran por la diferencia física, por mero marketing y clickbait”, escribió el periodista Roberto Parrottino en Tiempo. Voceros del club no desmienten –en voz baja- que haya existido ese intento propagandístico pero explican que Riestra eligió para la Copa Argentina un equipo de suplentes y de juveniles porque, supuestamente, prioriza la Liga Profesional (aunque este viernes recién se jugó la tercera fecha del torneo) y el campeonato de Reserva (aunque el equipo marcha noveno en su zona).

“Estaba en el living de mi casa y mi mamá me llamó. Estaba mi papá llorando en el teléfono y yo no entendía nada. Me dijo: ‘Fuiste citado para la Primera’. Pase lo que pase, va a ser un recuerdo hermoso”, contó Mateo horas antes de su debut. “Lo estábamos siguiendo, es una apuesta que está haciendo el club”, agregó Cristian Fabbiani, el técnico de Primera.

Ya el 16 de mayo, Apolonio consumó el suceso histórico: ingresó a los 40 minutos del segundo tiempo ante Newell’s. Sumado al tiempo de descuento totalizó 12 minutos en el campo de juego, lapso en el que no llegó a tocar la pelota y debió enfrentarse a defensores rivales que intimidan, como el uruguayo Armando Méndez, apodado Hulk por su aspecto de fisiculturista y dieta proteica que incluye ocho claras de huevos por día. Apolonio, en plena etapa de crecimiento, mide 1,54.

Alan Fochile, el entrenador que en 2022 tomó la prueba por la que Apolonio entró a Riestra, estaba viendo el partido por televisión: “El comentarista dijo que el chico le daba algo de lástima por si lo golpeaban, pero te puedo asegurar que no lo tiran. Es una criatura, pero desde lo físico es un tractor para su edad, siempre sacó diferencia”, asegura. En cambio, el técnico de Newell’s, Mauricio Larriera, expresó cierta preocupación: “Me gusta cuando debutan chicos pero me pareció muy chiquito. Como padre pienso ‘qué peligro’ porque está en una etapa de desarrollo que no es conveniente”.

“Le cambió la vida”

Justamente Claudio, el padre de Mateo, dice: “A mi hijo le cambió la vida: después del debut lo reconocen en la calle y le piden fotos. Es una alegría que no se la saca nadie pero no dejamos de saber que es un chico. Por suerte es muy maduro y con la madre le damos la contención que necesita: sabe cómo son las reglas del fútbol, las buenas y las malas. Obviamente, su objetivo es ser futbolista profesional y ser convocado a la selección sub 15, pero lo que más quiero es que sea feliz. Si algún día no quiere jugar más, lo vamos a apoyar. Su prioridad es el estudio y también quiere ser arquitecto”.

El caso Apolonio llevó a los estadígrafos a buscar datos similares. El récord en América le pertenece a Mauricio Baldivieso, que por decisión de su padre, Julio César –técnico del Aurora-, se estrenó en Primera con 12 años, en 2009. Se retiraría en 2017, todavía joven, cuando tenía 21. En Colombia, el futuro crack Radamel Falcao debutó en el Ascenso de su país con 13 años. En México, Martín Galván llegó a la Primera de Cruz Azul con 14 años y 11 meses, en 2008, y hoy, con 31 años, milita en Salamanca, de la tercera categoría española. En Chile, Nicolás Millán debutó en Colo Colo también con 14 años, en 2006, pero luego su carrera –aun vigente, a sus 32 años- seguiría por clubes del Ascenso.

En Perú, Fernando García debutó en Juan Aurich con 13 años y 11 meses, en 2001. Desde su Chiclayo natal, ya retirado, recuerda: “Fue muy lindo. Ahora que soy grande pienso que tal vez quemé etapas, pero si volvería a nacer querría vivir lo mismo. Luego estuve tres años sin jugar en Primera, volví a los 16 y ya pude hacer una carrera muy larga por diferentes equipos, hasta que dejé a los 30. Para otro jugador sería un retiro joven pero yo estuve 17 años en Primera”.

Apolonio volvió este lunes a su colegio en Buenos Aires y fue recibido entre aplausos y pancartas por sus compañeros y docentes. Pero también inesperadamente, este jueves, o sea una semana después del Newell’s-Riestra marcado en rojo, un grupo de historiadores del fútbol agrupados en el Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF) reveló un dato hasta ahora desconocido: que en aquel Racing 0-Central 10 de 1975 en el que un arquero de 14 años debió atajar de apuro también había jugado un muchacho de 13 años y 9 meses, Carlos Castriotta, que casi medio siglo después se convirtió, sin que nadie lo supiera antes –sólo él, en verdad-, en el futbolista más joven en debutar en Primera. “Yo sabía que tenía el record”, le dijo a Clarín.

Castriotta, el verdadero Guinness, nunca más jugaría en Primera. Apolonio, por ahora, no volvió a ser citado para los dos partidos siguientes de Riestra, ante Estudiantes el lunes y contra Central este viernes.

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