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Muere a los 97 años Margot Benacerraf, piedra fundacional del cine venezolano

Promotora de la Cinemateca Nacional de Venezuela, fue autora de Araya, premiado en Cannes en 1959 y considerado uno de los mejores documentales latinoamericanos de todos los tiempos

Margot Benacerraf (izquierda), en marzo de 1998, junto al escritor brasileño Geraldo Case.
Margot Benacerraf (izquierda), en marzo de 1998, junto al escritor brasileño Geraldo Case.Jose Caruci (AP)

Margot Benacerraf (Caracas, 1926) cineasta, documentalista, fotógrafa y destacada promotora cultural venezolana, considerada una de las pioneras del cine nacional y latinoamericano, ha fallecido este miércoles a los 97 años de edad. Benacerraf será recordada, sobre todo, por su aclamado documental Araya, una cinta estrenada en 1959 en blanco y negro que retrata las duras faenas laborales y las vicisitudes de los trabajadores de unas salinas ubicadas en un remoto pueblo costero del oriente venezolano del mismo nombre.

Araya hizo a Benacerraf acreedora del Premio a la Crítica del Festival de Cannes de aquel año, junto a la famosa Hiroshima Mon Ammour, del francés Alain Resnais. Araya ha sido glosada y seleccionada varias veces como uno de los mejores documentales latinoamericanos del siglo XX por varias publicaciones y monitores cinematográficos, sobre todo franceses, pero también de Italia y Estados Unidos.

Hija de inmigrantes de origen judío, Benacerraf obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela en 1947. Becada posteriormente por el Departamento de Drama de la Universidad de Columbia, en Nueva York, luego de ganar el premio dramatúrgico creado por la institución, Benacerraf marcha posteriormente a París, ciudad en la cual descubriría definitivamente su pasión por la realización audiovisual, al graduarse en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos de París.

De regreso al país, en 1952, Benacerraf estrena Reverón, su primer trabajo como realizadora. Se trata de un documental que se adentra en el laberinto creativo y mental de Armando Reverón, artista venezolano, uno de los nombres más sobresalientes de la pintura latinoamericana del siglo XX, famoso por sus excentricidades y su estilo de vida autogestionado y completamente rupestre. Reverón obtuvo un gran éxito crítica, siendo galardonada como mejor película en el Festival Internacional de Películas de Arte de Caracas, celebrada aquel año. Fue exhibida en medio de elogios en los festivales de Berlín, Cannes y Edimburgo y en las Cinematecas de Francia y de Bélgica. Su trabajo le abriría las puertas de la crítica a otras entregas.

La difusión definitiva de Araya, que tuvo lugar siete años después de Reverón, vino con un incidente que se constituyó en una especie de lunar para el destino del proyecto, con algunas consecuencias posteriores para su carrera como realizadora. Benacerraf no quedó satisfecha con el montaje final que los distribuidores le propusieron a la autora, que recortaba el producto de sus tres horas originales a poco más de una. En medio de los desacuerdos, la cinta original se extravió y terminó siendo exhibida en Venezuela 18 años después, en 1977.

Muy renuente a la exposición mediática, negada de forma sistemática a conceder entrevistas o hacer apariciones públicas, pese a ser una celebridad muy respetada en el mundo de la cultural nacional, Benacerraf dedicó al resto de su vida a la promoción del cine de alta calidad para el público de su país. En 1966, Benacerraf fundò la Cinemateca Nacional, espacio especializado en la difusión universal del cine de autor, institución de la que fue su primera directora. Luego crearía Fundavisual Latina, para promover y dar a conocer el cine latinoamericano en el país.

A lo largo de su vida, Benacerraf recibió, entre otros galardones, la Orden Nacional del Mérito de la República Francesa y la Orden del Mérito del Gobierno de Italia; la Orden Bernardo O´Higgings, en Chile; el Premio Nacional de Cine de Venezuela; la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela, la Orden de la Universidad Central de Venezuela en su única clase y la Orden Francisco de Miranda en su primera clase otorgada por el Ministerio de Cultura de Venezuela, esta última en 2018. La sala de Arte y Ensayo del antiguo edificio sede del Ateneo de Caracas -Hoy, Universidad Experimental de las Artes-, lleva su nombre.

Su muerte ha sido lamentada por todo el país cultural y por algunas personalidades internacionales del cine, como el mexicano Guillermo Arriaga, quién se refirió a ella como “punto cardinal del cine latinoamericano”. Benacerraf se marcha, pero su obra queda para siempre.

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