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En colaboración conCAF

El economista con corazón de ambientalista que protege los bosques del Chocó Andino

Roque Sevilla es el primer ecuatoriano en recibir el galardón de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza

Bosques del Chocó Andino
Ana Cristina Basantes

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Hace 25 años, Roque Sevilla (Quito, 78 años), un economista apasionado por la naturaleza, fue en busca del último bosque que quedaba en el Chocó Andino. En ese momento, buscaba “conservar la vida” en una de las áreas con mayor biodiversidad del planeta. En aquel lugar, que visitó cuando tenía 53 años, nació la reserva Mashpi-Tayra, hoy hábitat de animales, insectos y aves únicas en el mundo. Su combinación entre protección del bosque mediante tecnología, protección de especies y trabajo con las comunidades ha sido esencial para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) entregue a Sevilla el Premio Kenton Miller a la Innovación en Áreas Protegidas.

“Estamos haciendo una labor de legado para las siguientes generaciones porque la nuestra ha sido totalmente agresiva con la naturaleza y, de alguna manera, tenemos que reponer eso antes de irnos de este mundo”, reflexiona. Sevilla recuerda que, en el 2000, cuando compró aquellos terrenos de 1.200 hectáreas para protegerlos, “sabía que era algo muy valioso desde el punto de vista de conservación”. Aunque los “los vecinos creían que la compraba por el oro”, dice entre risas el que también fue alcalde metropolitano de Quito.

Sevilla ha dedicado casi toda su vida a la defensa de la naturaleza y alternativas sostenibles frente a las principales amenazas ambientales. En 1987, Sevilla, en ese entonces al frente de una ONG ecuatoriana y junto WWF y The Nature Conservancy, logró el primer canje de deuda por naturaleza en Ecuador. Fueron 10 millones de dólares destinados para la protección de Parques Nacionales. Desde ese momento, su trabajo no ha parado. Ahora, está enfocado en la protección del Chocó Andino, declarado como Reserva de la Biosfera por la Unesco.

La Reserva Mashpi-Tayra es una isla de biodiversidad, ubicada a pocos minutos de Quito, la capital ecuatoriana. En sus bosques nublados subtropicales habitan 410 especies de aves, 97 tipos de mamíferos, 49 de anfibios y 69 de reptiles. Uno de sus descubrimientos más recientes fue una nueva especie de árbol, que puede alcanzar hasta 50 metros de alto. Sevilla cuenta emocionado que en una de las últimas investigaciones, junto con la Universidad de Guelph en Canadá, colocaron una trampa para insectos voladores y hallaron más de 7.000 especies de estos animales invertebrados endémicos de esa zona. “Cuando dije esto en la premiación en Abu Dabi, se quedaron locos, no lo podían creer”, relata.

Las características únicas de este refugio, propiedad de la Fundación Futuro—organización que impulsa iniciativas ambientales y de desarrollo sostenible— hicieron que fuera incluido en 2019 como parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Ecuador. Un mecanismo que garantiza la conservación, protección de la vida silvestres y toda la biodiversidad de ecosistemas terrestres, marinos y costeros de gran valor natural.

Ese mismo año comenzó la colaboración con la comunidad Guayabillas, vecina de la reserva de Mashpi-Tayra. Gracias a este trabajó se creó la Asoación de Mujeres Emprendedoras Guayabillas Ecuador (Asomeg), una propuesta en la que mujeres de la zona transforman frutos nativos como el arazá, borojó y salak en mermeladas artesanales.

Irma Napa, presidenta de la Asomeg, recuerda con emoción la primera vez que ella y sus compañeras vieron sus productos terminados: “Nos sentimos orgullosas al ver el frasquito de mermelada, cuando le pusimos la marca La Guapa, fue algo bien sorprendente”, dice. Napa reconoce que emprendimientos como este les han permitido fortalecer su autonomía económica. “Podemos aportar y empoderarnos. Nos permite soltarnos y no depender solo de los esposos”.

Tecnología para conservar el Chocó Andino

La reserva de Mashipi-Tayra protege 5.820 hectáreas de bosque, de ellas 3.237,02 están bajo gestión directa de la organización y 2.583 mediante acuerdos de conservación. Carolina Proaño, directora de la Fundación Futuro, explica que una de las principales innovaciones es su mecanismo de financiamiento para la conservación, basado en la compra de tokens vinculados a áreas que están dentro de la reserva. Esto ha sido posible gracias a la tokenización (generación de códigos) de los mapas, que tienen información sobre la biodiversidad de cada zona y hasta permite geolocalizar el token adquirido.

Proaño detalla que las áreas conservadas son protegidas por personas de la comunidad de Guayabillas. “Firmamos un acuerdo con el vecino y acordamos cuidar un área específica a cambio de un incentivo económico. Entregamos los recursos a quienes hacen la acción de conservación”, enfatiza Proaño. Para la comunidad, ha representado un cambio de paradigma. “Antes había que talar para tener ingresos y sembrar maíz, arroz, pastizales. Ahora podemos conservar, mantener el agua y producir lo que sembramos de forma sostenible”, reconoce Napa.

Cuidar el Chocó Andino es un paraguas de conservación, va más allá de proteger los bosques nublados. Cada hectárea captura carbono, captura el agua que se consume en Quito y hasta actúa como escudo frente al cambio climático. Estos bosques funcionan como esponjas: en época seca, capturan agua de las nubes y sostienen a miles de familias de las parroquias rurales del noroccidente de la capital. Sin este ecosistema, 116.000 familias podrían enfrentar sequías extremas de hasta tres meses.

La siguiente meta es aún más ambiciosa: ampliar la reserva hasta proteger la mayor cantidad de bosques del Chocó Andino. Gracias a una alianza con otras organizaciones, dice Carolina Proaño, buscan preservar 500.000 hectáreas, conectando distintas reservas de la zona. “La idea es proteger los bosques desde la frontera con Colombia hasta los Andes del Ecuador. Si lo logramos, sería fabuloso”, finaliza convencido Roque Sevilla.

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Sobre la firma

Ana Cristina Basantes
Periodista de la sección de Sociedad. Comenzó su carrera en Ecuador, donde cubrió derechos humanos, género y migración. Ha escrito sobre medio ambiente y pueblos y nacionalidades indígenas en el medio 'Mongabay Latam'. Licenciada en Comunicación en Prensa Radio y TV y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS. Premio Roche 2021 con 'Huir Migrar y Parir'.
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