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En colaboración conCAF

Simón Crisóstomo Loncopán, el líder mapuche que defiende su tierra con mapas

Con 30 años, lideró una inédita mesa de gobernanza en Chile que reconoce los derechos territoriales indígenas en un parque nacional del sur del país, lo que establece un precedente histórico

Simón Crisóstomo Loncopán
Simón Crisóstomo durante la firma del convenio que estableció el Consejo de Gobernanza y Gestión del Parque Nacional Villarrica, en diciembre de 2024.Nicolás Amaro

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En 2017, el Parque Nacional Villarrica, un área protegida en la Región de la Araucanía, en el sur de Chile, se convirtió en un territorio en disputa. Una licitación pública abrió la puerta a empresas privadas para construir infraestructura turística en el sector Puesco Lanín, una zona de 17.400 hectáreas con glaciares, lagunas, humedales y bosque nativo al pie del volcán Lanín. La propuesta alarmó a las comunidades mapuche que por generaciones habían realizado ceremonias, recolectado piñones, medicinas y frutos, y utilizado esta tierra ancestral como zona de tránsito e intercambio.

“Era nuestro territorio, el lugar donde vivieron mis ancestros y ancestras”, dice Simón Crisóstomo Loncopán, geógrafo mapuche de 30 años y presidente de la Asociación de Comunidades Mapuche Winkulmapu de Curarrehue, que aglutina a más de una decena de comunidades aledañas al sector Puesco Lanín. “Hay prácticas que se han hecho durante cientos de años, y que hasta hoy no han sido resguardadas”.

Crisóstomo Loncopán, un mapuche Winkulche —habitante de los cerros—, atiende a América Futura en una sala de cowork en Santiago, la capital de Chile, donde pasa horas antes de regresar a su tierra en la Araucanía. “Soy un mapuche millennial”, dice. “Los dirigentes actuales ya no solo andamos a caballo, también andamos con computador y teléfono”.

Para él, esta generación tiene una responsabilidad única. “Somos puentes con un mundo que está acá”, dice, refiriéndose a la ciudad. “Nos toca dialogar”. Como asesor en defensa territorial y proyectos de conservación con enfoque indígena en el sur de Chile, ha llevado su experiencia a nivel internacional: desde la COP16 en Colombia, a hacer pasantías de liderazgo en Estados Unidos y dirigir talleres de mapeo territorial para comunidades indígenas en Centroamérica y Sudamérica.

Modelos de conservación que entiendan otros mundos

Siete años atrás, Crisóstomo Loncopán entendió que la licitación pública en el Parque Nacional Villarrica protegía flora y fauna, pero ignoraba las prácticas y la visión espiritual de los pueblos indígenas. “Creemos en modelos de conservación más inclusivos que vayan de la mano con entender otros mundos”, aclara.

Imagen sin datar de la Laguna Huinfiuca, en Puesco Bajo, en la Auracanía chilena.
Imagen sin datar de la Laguna Huinfiuca, en Puesco Bajo, en la Auracanía chilena.Simón Crisóstomo

La comunidad reaccionó rápido contra la licitación. “Empezamos a hacer uso del parque: tomar mate, recolectar medicina, piñones, caminar”, recuerda. Al principio se manifestaron y rompieron el diálogo con el Gobierno. La lucha tomó un enfoque más amplio: el reconocimiento de los derechos mapuches, respaldados por el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Si no nos oponíamos al proyecto turístico, menos podríamos enfrentar iniciativas más grandes, afirma Crisóstomo Loncopán. Pero durante la pandemia, replantearon su estrategia. “¿Qué queremos?”, se preguntaron. “Tener derecho, voz y voto en el parque. ¿Por qué? Porque queremos cuidar mejor nuestro territorio”, recuerda.

En 2022, el diálogo se reanudó cuando el Consejo de Lonkos de Curarrehue y las comunidades que hoy conforman la asociación liderada por Crisóstomo Loncopán enviaron una carta al Gobierno proponiendo un modelo de gobernanza para el parque. Esto dio lugar a la creación de una Mesa de Trabajo entre las comunidades, el Ministerio de Bienes Nacionales y la Corporación Nacional Forestal, encargada de gestionar las áreas silvestres protegidas en Chile.

El proceso culminó semanas atrás con la firma de un convenio que estableció el Consejo de Gobernanza y Gestión del Parque Nacional Villarrica, sector Puesco Lanín. Este consejo, pionero en Chile, garantiza la participación mapuche en su gestión y conservación. Según su reglamento, las decisiones serán vinculantes, no meramente consultivas, y los planes de manejo incorporarán una perspectiva intercultural. “Que el Estado reconociera derechos territoriales en un parque nacional de una comunidad mapuche nunca antes había pasado en Chile”, asegura el líder indígena. “Va a dar pie para que muchas comunidades indígenas en Chile tengan un precedente que nosotros no teníamos”.

Identidad en el propio espacio

Nacido en 1994, Crisóstomo Loncopán creció al cuidado de sus abuelos en Curarrehue, la Araucanía. Su madre migró a la ciudad para trabajar como empleada doméstica. “Fue un acto de amor”, dice de su decisión. “Sabía que la vida iba a ser más linda a pesar de las dificultades y las carencias del campo. Pero esas carencias se llenaban de otras cosas: la libertad de salir, llegar del colegio e ir al cerro a jugar, bañarte en el río”.

Firma del convenio que estableció el Consejo de Gobernanza y Gestión del Parque Nacional Villarrica a principios de diciembre.
Firma del convenio que estableció el Consejo de Gobernanza y Gestión del Parque Nacional Villarrica a principios de diciembre.Nicolás Amaro

Crisóstomo Loncopán se define como parte de la generación “post Consejo de Todas las Tierras”, el movimiento mapuche fundado en 1990, que impulsó la recuperación de tierras, la revitalización del mapudungun —su lengua— y la visibilización de los derechos mapuche a nivel nacional e internacional. “Somos una generación que no le tiene miedo a la discriminación”.

Crisóstomo creció sin ver televisión. Pasó su juventud compartiendo mate y aprendiendo dos conceptos fundamentales en mapudungun: Kupan y Tuwün. “El Kupan tiene que ver con el linaje, con quiénes son tus ancestros”, dice. “Y el Tuwün es el lugar que te vio nacer y crecer, de dónde vienes, que te forja tu identidad”, explica. “Yo me voy kilómetros más allá, a otra comunidad, y ya no soy el mismo. No tengo la misma fuerza que tengo en mi territorio. Cada mapuche forja su identidad en su espacio. Por eso no nos vemos fuera de ahí”.

Durante mucho tiempo, Curarrehue estuvo al margen de las movilizaciones mapuche, hasta que hidroeléctricas, proyectos mineros y, más recientemente, la central en Añihuerraqui, en el río Trankura, despertaron la resistencia en las comunidades. “Fue de una violencia simbólica y política muy grande. Llegaban empresas y te ofrecían millones por aprobar la hidroeléctrica, pero la gente era muy digna. Eran personas de escasos recursos, pero para quienes la tierra no tenía precio”.

Con las luchas territoriales, las comunidades comenzaron a tejer redes, conocieron a abogados, y se conectaron con experiencias similares en el mundo. Este aprendizaje también marcó a los jóvenes. Al elegir carreras universitarias, muchos optaron por disciplinas con un propósito claro. Crisóstomo Loncopán eligió Geografía. “Pero no me hacía sentido hablar de demandas de tierra y territorio sin tener una visión en un mapa, algo tan básico. Porque el mapa es una herramienta política que nos han querido quitar”.

Se dio cuenta de que no existía un mapa de las tierras mapuche y decidió construirlo. Para su tesis de pregrado, diseñó una metodología para identificar las tierras de uso ancestral de las comunidades mapuche, con la que a la fecha ha mapeado más de cuarenta comunidades desde Arauco a Chiloé. El método combina relatos, talleres y visitas en terreno. “Nos ha dado las herramientas para las demandas del movimiento de reconstrucción territorial: volver a la tierra antigua”, explica.

Para la firma del convenio que dio origen al Consejo de Gobernanza y Gestión del Parque Nacional Villarrica, Crisóstomo Loncopán convirtió el trabajo de su tesis de pregrado en una hoja de ruta. Su metodología permitió identificar en el sector Puesco Lanín del Parque Nacional Villarrica la toponimia —el origen de los nombres de lugares—, los sitios donde sus ancestros recolectaban piñones y medicinas, las ubicaciones de las casas y los lugares de significación cultural. “Muchos años nuestra gente fue marginada y no fue tomada en cuenta porque, según el Estado o la sociedad, no teníamos las capacidades para hablar o crear. Hoy podemos apostar nosotros a la reconstrucción de nuestra historia”, dice.

Crisóstomo Loncopán considera que la puesta en marcha de su metodología podría ser la base de un proyecto de conservación más amplio. “Uno que tenga relación con la protección no solo de los parques nacionales, sino de todo el territorio contra el extractivismo”, dice.

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