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En colaboración conCAF
COP16
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si a los pueblos indígenas nos detienen en una cumbre de la ONU, imagínese lo que ocurre en nuestros territorios

Los líderes mundiales deben dejar de silenciarnos y de borrar nuestro liderazgo. Mientras ellos arrastran los pies, nuestras manos seguirán trabajando por nuestro planeta

Txai Suruí (centro) protesta junto a un grupo de indígenas brasileños en la Zona Azul durante la COP16 de Cali, el 1 de octubre 2024.
Txai Suruí (centro) protesta junto a un grupo de indígenas brasileños en la Zona Azul durante la COP16 de Cali, el 1 de octubre 2024.Ernesto Guzmán (EFE)

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Se suponía que la COP16 no iba a ser así. Después de años de golpear puertas cerradas, de gritar para que se nos escucharan, parecía que por fin se invitaba a los pueblos indígenas a entrar. Se nos prometió una “COP para la gente”, un espacio en el que los que llevamos generaciones protegiendo la naturaleza pudiéramos compartir nuestros conocimientos. Pero en lugar de compartir las soluciones que llevamos milenios practicando, acabé teniendo que pedir ayuda a gritos durante una violenta detención dentro del recinto de la conferencia.

Esto sucedió porque mientras estoy en la COP16 luchando por los derechos territoriales de los pueblos indígenas, algo esencial si queremos salvar la naturaleza, los políticos de mi país natal, Brasil, vuelven a intentar aprobar una polémica ley -el Marco Temporal- que nos despojaría de nuestros derechos territoriales, a pesar de la promesa del Presidente Luis Inácio Lula da Silva de legalizar todos nuestros territorios.

Así que protestamos pacíficamente contra la norma. Aunque intentamos seguir las reglas y solicitamos un permiso, la urgencia de que mi gente sea atacada y asesinada no concuerda con los tiempos burocráticos de la ONU. Mientras esperamos a que nos “den permiso” para alzar la voz, una persona es asesinada cada dos días por intentar proteger nuestro planeta.

Aunque al final todo salió bien, y recibimos disculpas por la violenta detención, nuestros pueblos y nuestros territorios no están bien. Sólo el año pasado, 208 de mis hermanos y hermanas indígenas fueron asesinados a tiros en Brasil. Y las agresiones a nuestros derechos, como el Marco Temporal, no son únicas. El propio presidente Lula está intentando abrir más yacimientos petrolíferos en la Amazonia y construir la BR-319, una carretera que atravesaría una de las zonas más intactas de la selva amazónica, afectando a varios territorios originarios.

Este tipo de ataques contra nosotros se producen en todo el mundo. Pero en lugar de ser atacados, necesitamos ser escuchados. Somos expertos en cómo salvar la naturaleza. Basta con echar un vistazo a la ciencia. No es casualidad que las partes mejor conservadas de la Amazonia y los territorios Indígenas se crucen; hemos conservado intactos casi el 45% de los bosques de la Amazonia.

El problema es que, en estos momentos, muchos pueblos originarios aún no tienen títulos legales sobre las tierras en las que hemos vivido y conservado durante siglos. Esto nos deja a nosotros y a nuestros territorios vulnerables a la deforestación, al acaparamiento de tierras y a cosas mucho peores.

Abordar esta cuestión habría sido un gran paso hacia la solución de la crisis de biodiversidad, porque uno de los principales objetivos de esta COP era encontrar una vía real para conservar al menos el 30% del planeta para 2030, la ambición mínima para evitar un colapso ecológico. Y lo que muchos no saben es que esta vía ya está al alcance de todos, si los Gobiernos reconocieran formalmente nuestros territorios. Y no estamos solos, más de un millón de personas en todo el mundo también respaldan las soluciones que ofrecen nuestros territorios.

Estoy cansada de asistir a las diferentes cumbres sobre clima y biodiversidad que no ofrecen resultados. Nosotros, los pueblos indígenas, tenemos las soluciones para nuestro planeta. Mientras los Gobiernos se sientan a hablar, nosotros somos los que nos ponemos manos a la obra para resolver una crisis que no hemos creado.

Por eso, esta COP ha sido tan decepcionante. Daba la sensación de que estábamos allí sólo para la foto, no para ser escuchados. No teníamos acceso ni siquiera a los elementos básicos necesarios para participar de forma significativa. Estábamos sentados en salas donde se estaban celebrando debates cruciales, pero no podíamos entenderlos, porque faltaban servicios de traducción. Y esta semana, durante un debate vital sobre los pueblos indígenas y las comunidades locales, en una sesión en la que por fin disponíamos de traducciones, el servicio se cortó abruptamente, obligando a todos a continuar sólo en inglés.

Así que me voy de Cali con muchas lecciones sobre la lucha que debe continuar. El año que viene, la COP30 del Clima tendrá lugar en mi casa: la selva amazónica de Brasil. Aunque el presidente Lula promete una cumbre indígena, queda una gran pregunta por responder: ¿Están preparados Brasil y el sistema de la ONU para escuchar las voces de quienes ya están protegiendo el planeta? Si Brasil se toma en serio lo de ser un defensor del clima, como mínimo necesitamos una copresidencia Indígena de la Conferencia para garantizar que no se repitan los errores cometidos para asegurar nuestra plena participación.

La COP16 no ha aportado gran cosa ni a la gente ni al planeta, y la COP29 no podría tener menos en juego al ser acogida por otro país petrolero. Espero ver acciones concretas para garantizar los derechos indígenas en el camino hacia la COP30, para que podamos tener alguna esperanza de cambio. Y esta acción debe comenzar ahora con el presidente Lula dejando atrás su contradicción. No puede ser un barón del petróleo y un defensor del clima al mismo tiempo. Los líderes mundiales y el sistema de la ONU deben dejar de silenciarnos y de borrar nuestro liderazgo. Mientras ellos arrastran los pies, nuestras manos seguirán trabajando por nuestro planeta, y nuestras voces serán cada vez más fuertes.

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