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En colaboración conCAF

Crimen trinacional: el narcotráfico y la ilegalidad desgastan la Amazonia en Brasil, Perú y Colombia

‘International Crisis Group’ publica informe sobre cómo detener la criminalidad en esta región. La colaboración entre Comando Vermelho y las disidencias de las FARC han intensificado el conflicto

crimen en Brasil, Perú y Colombia
Agentes federales destruyen una barcaza minera ilegal dentro de la Tierra Indígena Yanomami, en, Brasil, en 2023.AP
María Mónica Monsalve S.

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La Amazonia se ha convertido en una especie de comodín cuando se habla sobre cambio climático. Líderes regionales, nacionales e, incluso, internacionales suelen recurrir al magno ecosistema al hablar de aquellos lugares que son clave para enfrentar la crisis. Pero este bosque tropical no solo está en riesgo por la deforestación, la pérdida de biodiversidad o por el que los expertos llaman el punto de “no retorno”. En la triple frontera de Colombia, Brasil y Perú también se ha creado un foco de criminalidad que se aprovecha de la escasa presencia estatal para impulsar el narcotráfico transfronterizo, así como la tala, la pesca y la minería ilegal. Así lo muestra un reciente informe publicado por el International Crisis Group.

“El crimen organizado usa estas fronteras como un nido en el que se pueden multiplicar, encontrarse y multiplicarse”, cuenta a América Futura Bram Ebus, autor del informe y analista de ambiente y conflicto. “Quisimos detallar lo que estaba pasando en esta región donde, por un lado, llegan las aerolíneas despachando turistas para sus aventuras selváticas, pero, donde, por el otro, están sucediendo cosas muy distintas”.

En la triple frontera se han dado, por lo menos, tres condiciones clave que le ha permitido al crimen fortalecerse. Por el lado de Brasil, la llegada a la Amazonia de organizaciones ilícitas como Comando Vermelho — que nació en las prisiones de Río de Janeiro hace 50 años, pero que hasta hace poco tiempo se mantenía en zonas urbanas — le dio un impulso a la violencia y el narcotráfico. Según explica el informe, Comando Vermelho, con ayuda de Primeiro Comando da Capital (PCC) — considerada la mayor banda de narcotráfico de América Latina— desplazó y se adueñó del territorio que controló durante una década el grupo Familia do Norte, originario de Manaos y que ya tenía lazos con las guerrillas colombianas.

“A mediados de 2023 [Comando Vermelho], se impuso no sólo sobre Familia do Norte sino también sobre uno de sus principales competidores en la región de la triple frontera, Os Crías”, apunta el documento, refiriéndose a otro grupo fundado en 2019 por antiguos miembros de la Familia do Norte y nuevos reclutas. El objetivo actual del Comando es “controlar toda la cadena de suministro de cocaína, desde los cultivos de coca en Perú hasta las rutas del narcotráfico en Colombia y las regiones amazónicas de Brasil”.

Por el lado de Colombia jugó un rol importante el frente Carolina Ramírez, una facción disidente de la ex guerrilla de las FARC con presencia en el río Caquetá y, según International Crisis Group, dispuesto a impulsar las rutas de narcotráfico de Comando Vermelho. Ante esto, sin embargo, Ebus aclara que hay dudas sobre la situación actual de este frente. “Han existido muchas rupturas en las disidencias, pero cuando hicimos esta investigación [último semestre 2023 y parte del primero semestre 2024] el frente Carolina Ramírez operaba también en Brasil cruzando la frontera, extorsionando a mineros ilegales y pasaba marihuana y pasta base de cocaína”.

Amazon rainforest
Una embarcación minera extrayendo oro ilegalmente de las aguas del río Puré, en el Amazonas, en la frontera entre Colombia y Brasil.Camilo Rozo

Funcionarios de inteligencia entrevistados por International Crisis Group advirtieron que “las relaciones entre los grupos guerrilleros colombianos y Comando Vermelho podrían intensificarse, convirtiéndolos potencialmente en la primera gran organización criminal binacional en la Amazonia”.

El aporte por Perú, sin embargo, ha sido cierta ausencia de gobernanza. Aunque allí no hay “actores peruanos criminales muy fuertes”, esta frontera se ha convertido en el botín perfecto para cultivar coca. De hecho, en los departamentos de Uyacali y Loreto el número de hectáreas dedicado a esta especie se ha incrementado fuertemente. En este último departamento, que limita con Brasil, Colombia y Ecuador, incluso los cultivos se han triplicado entre 2018 y 2022. La cocaína, además, no solo es exportada a los mercados europeos, sino que se queda en Brasil, país que ha vivido una “creciente demanda interna”.

Una región de tres y de nadie

El informe del International Crisis Group está cargado de anécdotas que permiten comprender lo que se está viviendo en la triple frontera. A través del trabajo de campo y entrevistas que el autor hizo con comunidades locales, actores del Gobierno, así como personas involucradas con grupos criminales, se lee sobre sicarios que alimentaban a los caimanes con cadáveres de sus enemigos, sobre cómo en Colombia las disidencias amenazaron a funcionarios de Parques Nacionales Naturales para que abandonaran las zonas del río Puré y Amacayacu, y cómo, a principios de 2024, Comando Vermelho pintó amenazas en el único albergue para víctimas de violencia de género que hay en Tabatinga.

El informe habla también sobre indígenas que plantan coca a cambio de dinero, sobre la deforestación motivada principalmente por la coca en este pedazo del Amazonas y sobre torturas y asesinatos. Muchos de estos impunes porque esa frontera es a la vez jurisdicción de tres países, pero también jurisdicción de nadie.

Por esto, Ebus sugiere estandarizar la legislación sobre delitos ambientales entre países y fortalecer la cooperación de inteligencia e información entre Brasil, Colombia y Perú. “No estamos pidiendo que se hagan necesariamente arrestos sobre las fronteras, porque sé que es muy difícil, pero sí se podría mejorar el contacto entre las autoridades para que puedan alertar y actuar en el otro país. Mejorar la comunicación e intercambiar información, hacer más reuniones con ese objetivo”, apunta.

Un miembro de IBAMA participa en un operativo contra la minería ilegal en tierras indígenas yanomami.
Un miembro de IBAMA participa en un operativo contra la minería ilegal en tierras indígenas yanomami.UESLEI MARCELINO (REUTERS)

Esto, acepta, implica superar un primer reto: la corrupción. “Antes de construir estos ejercicios de confianza entre países, hay que hacer algo respecto a la corrupción”. ¿Cómo? “Se debe investigar lo que está pasando en la Amazonia y que haya consecuencias más claras”, comenta el experto. También habla de que sean más los ojos puestos sobre la Amazonia, como los de los ministerios, las defensorías del pueblo, los ciudadanos, la cooperación internacional y los países que no hacen parte de la Amazonia, pues así se pueden hacer una suerte de veeduría entre ellos.

Además, es clave fortalecer a las autoridades indígenas y locales, por ejemplo, a través de la demarcación de sus tierras. Los países “podrían considerar aunar recursos y esfuerzos para llevar servicios estatales a zonas transfronterizas, como clínicas móviles (con personal calificado para asistir a las víctimas de violencia de género) y escuelas que puedan llegar a poblaciones en lugares remotos donde es poco probable que se construyan instalaciones permanentes”, también propone el informe.

Si bien es cierto que esa mirada amazónica volvió a tener fuerza en agosto del año pasado, cuando los jefes de países con parte en esta selva se reunieron para reimpulsar el Tratado de Cooperación Amazónica, la dimensión del problema implica acciones prontas. En esa cumbre se acordó cooperar para combatir las actividades ilegales e, incluso, se propuso establecer un centro de cooperación policial en Manaos. La COP16 sobre biodiversidad que se celebrará en Cali, Colombia, este año, y la COP30 de cambio climático que se hará en Belém do Para, Brasil, en 2025, deberán convertirse en nuevos momentos esenciales para buscar soluciones para enfrentar la serie de problemas que amenazan a la triple frontera.


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María Mónica Monsalve S.
Periodista de América Futura en Bogotá, Colombia. Antes trabajó en El Espectador. En 2020 fue ganadora del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Máster en Cambio Climático, Desarrollo Sostenible y Políticas de la Universidad de Sussex (Reino Unido).
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