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En colaboración conCAF

José Joaquín Brunner: “La competencia de las escuelas son el crimen organizado y el narco”

El reconocido académico chileno debate sobre la desigualdad y la privatización en las escuelas latinas y del hueco psicosocial que dejó la covid: “Esa generación de alumnos tendrá ciertos déficits insuperables”

José Joaquín Brunner, sociólogo, político, investigador y académico chileno, en su casa en Santiago, el 27 de mayo.
José Joaquín Brunner, sociólogo, político, investigador y académico chileno, en su casa en Santiago, el 27 de mayo.SOFIA YANJARI
Noor Mahtani

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A pesar de que lleva más de cinco décadas dedicado a escuchar, pensar y analizar el sistema educativo de América Latina y el Caribe, José Joaquín Brunner (Santiago de Chile, 79 años) sigue hablando de la escuela con la pasión intacta. La misma que asegura se respira en las aulas de la región. “Cuando uno hace el diagnóstico podría pensar que no hay nada. Pero no es así, hay una enorme vitalidad en el sistema. Hay energía y capacidades. Pero no estamos combatiendo la desigualdad consistentemente”, cuenta desde Santiago de Chile, donde trabaja como profesor en la Universidad Diego Portales dirigiendo la Cátedra Unesco de Políticas Comparadas de Educación Superior. Este es el último puesto de una infinita lista. Brunner ha trabajado en 45 países y ha sido miembro del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), ha sido ministro de la Secretaría General del Gobierno de Chile y director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en ese país. A pesar de toda su experiencia, el autor de medio centenar de libros escucha con la misma atención con la que elige las palabras que usa.

Brunner reconoce que no es optimista frente a la gestión de la inequidad en la región. El chileno asegura que, a los 3 años, se puede predecir científicamente qué porcentaje de niños de un aula no llegará nunca a la educación superior. “Puede ser que hagamos cosas interesantes en la secundaria o en la superior. Pero si no ponemos bien los cimientos, no nos va a resultar disminuir la desigualdad. Tenemos que invertir en salas cunas y jardines infantiles”, insiste.

Unas semanas después de haber participado en el informe de Educación Superior en Iberoamérica, presentado por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y el Centro Interuniversitario de Desarrollo (CINDA), recibe virtualmente a América Futura para hacer balance de los logros y los pendientes. La conversación es un repaso por las deudas de los Gobiernos latinoamericanos con más de 188 millones de niños.

Pregunta. Una de las principales críticas de la educación latinoamericana es la privatización. Por cada institución pública, hay dos privadas. ¿Por qué es algo común en todos los países de la región?

Respuesta. Este no es en sí un problema. Es un producto de la historia de la región, donde la gran mayoría de la sociedad tiene unos sistemas mixtos de provisión de la educación. Es menos presente en la obligatoria y más presente en la educación superior. Lo que hace es que haya una gran diversidad de instituciones con múltiples misiones y diferencias y que sea difícil desde el punto de vista de la gobernanza de los sistemas. A diferencia del patrón clásico europeo, donde todas las instituciones son públicas. Es un esquema completamente distinto, que no quiere decir inferior. El desafío principal es el de la calidad. Los Gobiernos tienen que ser capaces de asegurarle a toda la población condiciones mínimas de todas las instituciones. Y eso se ha demostrado difícil.

P. ¿Ese modelo tan privatizado no está dejando a nadie atrás?

R. Si no fuera por el sector privado, tendríamos un problema de acceso extraordinariamente mayor de lo que varios países todavía tienen. Brasil tiene una educación pública que no alcanza el 25% de la población. En Chile, el 80% de los jóvenes de educación superior están en instituciones privadas, en Colombia es casi del 50%... El problema con el sector privado, que es también el de las instituciones estatales, es que todas tienen que estar bajo un exigente régimen de acreditación y el Estado es el que tiene que esforzarse en dar acceso a cualquier institución a la que elijan ir. Y eso no está pasando.

P. Durante años, ha habido problemas con las “universidades patito” o de garaje; instituciones privadas que no pasaban controles rigurosos de calidad. ¿Sigue siendo un problema?

R. Sí. En los últimos 15 años han ajustado la legislación a las nuevas realidades y han establecido organismos más exigentes de regulación. Se ha avanzado en ciertos países pero no en todos, ni de igual manera. Y, si somos claros, hay que decir que los sectores públicos necesitan garantizar la calidad porque hay también ahí una enorme variedad de calidades. Por ejemplo, entre las capitales y las regiones.

P. El gasto en el financiamiento total de la educación en Iberoamérica se ha mantenido en un valor algo superior al 4% del PIB. Usted habla de “estancamiento”. ¿Invierte poco la región?

R. La prioridad de la educación ha cedido frente a problemas que a la población y los políticos les parecen más urgentes, como la seguridad. El esfuerzo que hace América Latina sigue siendo importante, pero no sabemos si se distribuyen bien. Lo que la investigación muestra es que, para abordar los problemas de inequidad, lo primero que hay que hacer es atender a la población entre 0 y 6 años; la educación preescolar o temprana. Esa parte es particularmente débil aquí. Uno de los pocos instrumentos que probadamente serviría para contrarrestar las desigualdades es tener educación temprana, antes de la obligatoria, de altísima calidad. Eso no lo cumple ningún país de América Latina. Se prioriza la educación superior y, cuando los jóvenes llegan, traen todo el lastre acumulado de las desigualdades.

P. ¿Y en qué se tendría que materializar esa inversión en educación temprana?

R. Tendríamos que tener salas cunas y jardines infantiles de alta calidad. Hay estándares internacionales que dicen que para que un jardín entre los 3 y 5 años funcione bien, no debiera tener más de 15 alumnos en aula y tienen que ser atendidos por una profesional de muy buena calidad y una técnica que acompaña a la profesional de muy alta calidad. Nosotros tenemos a niños con profesores mal formados y tienen 30 infantes metidos en una sala. La política no mira hacia allá porque no hay un grupo de presión tan fuerte. ¿Quién sale a reclamar por los infantes? O los gobernantes llegan al convencimiento de que es la prioridad número uno en la lucha contra la desigualdad, o vamos a seguirla reproduciendo de generación en generación.

Crisis de educación
Macarena Antilef ayuda a su hija Sofía, de 9 años, a hacer su tarea del Programa de Integración Escolar, en la comuna de Quilicura (Santiago de Chile), en junio de 2023.sofia yanjari

P. En la pandemia salieron a la luz las bajas tasas de conectividad de los latinoamericanos. Cerca del 40% de los hogares sigue sin acceso a internet. ¿Cuáles van a ser las consecuencias de estas zancadillas?

R. La desigualdad es cada día es más costosa para los países. Hubo un porcentaje desde el 10% al 50% que no tuvo procesos relevantes de educación o aprendizaje en los años de la pandemia. El daño tendrá una permanencia de más de una década. Y hay otra parte de esta generación de alumnos de la pandemia que va a tener ciertos déficits insuperables.

P. Un informe de CAF hablaba de cómo la desigualdad se hereda. Solo el 12% de los hijos de padres sin estudios va a la universidad. ¿Cómo se reenganchan a estos niños?

R. Los propios colegios van puerta a puerta. Es un esfuerzo enorme que se hace sin tecnología ni recursos. No tenemos algo que interrumpa este círculo viciosísimo que hace que en el origen encontremos el destino. Nosotros podemos predecir científicamente por el contexto y los hogares cuántos niños no van a llegar nunca a la educación superior. Y eso se puede ver a los 3 años.

P. En el informe Educación Superior en Iberoamérica celebran un crecimiento de la matrícula en estudios secundarios; de 21,7 millones en 2013 a 29,9, en 2021. Más allá del aumento poblacional, ¿qué indica este dato?

R. El crecimiento demográfico se está ralentizando y en algunas partes, como Chile, Argentina o Uruguay, el número de jóvenes en el grupo de edad entre 18 y 24 años va a ser estable por las próximas décadas. Ya no hay más alumnos presionando por entrar en educación secundaria. El reto es retenerlos, porque de todos los que entran, el 30% o 40% en algunas carreras, abandona antes de cumplir la meta.

P. ¿Por qué?

R. Por motivos económicos o académicos. Y cada vez hay situaciones más dramáticas en nuestra región. Ahora la competencia de las escuelas son el crimen organizado y el narco. A un joven de 11 ó 12 años le dicen que se enrole como soldado de no sé qué grupo y puede ganar lo que jamás soñaba. Se está dando también una cosa más compleja que tiene que ver con desintegración de las comunidades y la penetración de estas organizaciones que, con sus propias ONG, empiezan a hacer clubes deportivos, a regalarle cosas a los chicos…

P. ¿Están los Gobiernos poniendo la lupa en esto?

R. Estamos todos dándonos cuenta y sabiendo que estamos atrasados porque teníamos ejemplo en Colombia y México. Pero siempre uno se atrasa. Cuando era hora de prevenir, no se hizo. Y de repente revienta. Sucede en Ecuador, en Chile… Es un gran tema de discusión hoy día: el polo de atracción que hace que no vuelvan a la escuela, ya no son los videojuegos o la pantallita. Es algo mucho más complicado.


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