El Senado de Estados Unidos rechaza una resolución para prohibir a Trump acciones militares en Venezuela
La propuesta se había presentado a voto mientras el presidente sopesa los próximos pasos en su campaña militar contra supuestas narcolanchas


El Senado estadounidense, bajo control republicano, ha lanzado un cable este jueves a Donald Trump y su política sobre Venezuela. Por 51 votos contra 49 ha rechazado una resolución bipartidista que hubiera prohibido a la Administración republicana emprender cualquier tipo de acción militar en territorio venezolano sin el visto bueno del Congreso, la institución responsable de las declaraciones de guerra.
Como se ha convertido en habitual en las votaciones en el Congreso estadounidense, los legisladores votaron en su mayoría de acuerdo con la línea de su partido. Solo dos senadores republicanos se pusieron del lado demócrata para respaldar la resolución.
Los senadores demócratas Tim Kaine y Adam Schiff, junto al republicano Rand Paul, habían redactado la propuesta, el segundo intento para obligar a la Casa Blanca a pedir permiso al Congreso para actuar en Venezuela, después de que el primero también resultara derrotado en octubre.
La votación se ha celebrado un día después de que representantes de la Administración declararan a un grupo de prominentes senadores y congresistas que el Gobierno carece, hoy por hoy, de justificación legal para atacar objetivos dentro de Venezuela. La admisión se produjo dentro de una sesión informativa clasificada presidida por los secretarios de Estado, Marco Rubio, y de Defensa, Pete Hegseth, la primera que ambos han ofrecido juntos a los legisladores estadounidenses sobre la campaña estadounidense de ataques militares contra supuestas lanchas del narcotráfico.
Numerosos analistas y expertos, e incluso algunos legisladores, consideran ilegal la campaña que ya ha asesinado al menos a 66 personas desde el 2 de septiembre, las dos últimas en un golpe ocurrido este martes. La consideran ilegal, entre otras razones, porque no cuenta con la autorización del Congreso.
Según la cadena de televisión CNN, pese a su admisión el Gobierno estadounidense sigue a la busca de un argumento legal que le autorice a atacar objetivos terrestres en Venezuela si así lo desea, sin necesidad de pasar por el Congreso.
“Basándome en esa sesión informativa, creo que la Administración no quiere ir a la guerra con Venezuela”, declaraba el congresista Adam Smith, el demócrata de mayor rango en el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes. “Pero, por otro lado, el presidente Trump es bastante famoso por —cómo decirlo— su modo caótico de hacer las cosas. Puede cambiar de opinión muy rápidamente. Así que quién sabe”.
La decisión del Senado de este miércoles también se ha producido mientras el portaaviones Gerald Ford, el mayor y más moderno de la flota estadounidense, se dirige hacia el Caribe para unirse en los próximos días a la docena de barcos militares de su país que ya montan guardia en aguas internacionales frente a las costas de Venezuela. Cuando llegue, el 20% de los buques de guerra estadounidenses movilizados en el mundo estarán en aguas latinoamericanas, según un análisis de la revista especializada Stars and Stripes. Pero Donald Trump guarda sus cartas sobre cuáles son sus intenciones sobre este despliegue, y si acabará optando -como muchos sospechan- por un ataque contra objetivos en territorio del país caribeño. Por el momento aún no ha tomado una decisión.
El estadounidense juega a una guerra de nervios con Caracas y aumenta la presión mientras deshoja la margarita: despliega barcos y más de 10.000 soldados; un día habla de una “nueva fase” en su campaña contra el narcotráfico que incluya acciones en tierra y al otro niega que vaya a haber una guerra con Venezuela. Reconoce que ha autorizado operaciones encubiertas de la CIA y declara que los días del presidente venezolano Nicolás Maduro al frente de ese país están contados, mientras al mismo tiempo se niega a contestar si tiene planes para intervenir allí. Toda una campaña de presión militar y psicológica para intimidar al chavista.
“No me cabe duda de que esta campaña tiene como objeto intimidar y lograr la caída del régimen de Maduro”, sostenía esta semana el director de política sobre droga de la ONG Washington Office on Latin America (WOLA), John Walsh, en una charla con periodistas.
Por el momento, Trump aún debe tomar una decisión sobre si y cómo proceder en Venezuela. Baraja varias opciones y las justificaciones legales que pueda argumentar en cada una de ellas, según varios medios estadounidenses. El periódico New York Times sostiene que entre los escenarios que se sopesan se incluyen ataques directos contra las unidades militares que protegen a Maduro y la toma del control de los campos petrolíferos del país.
Trump es reacio a aprobar misiones que puedan poner en peligro a las tropas estadounidenses, algo que podría enfurecer a sus bases no intervencionistas. Tampoco quiere lanzar una operación que pueda acabar en fracaso: tiene muy presente el fiasco de su primer mandato, cuando intentó forzar la salida de Maduro mediante el apoyo a la oposición encabezada por Juan Guaidó. “Pero muchos de sus asesores principales presionan en favor de una de las opciones más agresivas: expulsar a Maduro del poder”, apunta el diario.
Solo el 18% de los estadounidenses se declara favorable al uso de la fuerza para forzar la caída de Maduro, mientras que casi la mitad rechaza esa opción, según una encuesta de YouGov. El resto no sabe o no contesta.
La Administración republicana ya ha acusado al presidente venezolano de ser uno de los cabecillas del cartel de los Soles, y ha doblado la recompensa que ofrece por su captura a 50 millones de dólares. Es posible que la Casa Blanca, que alega que se encuentra en un “conflicto armado no internacional” contra los carteles de la droga, intente recurrir a esa supuesta vinculación para justificar algún tipo de medida, según apuntan expertos.
Una intervención en toda la regla dentro de Venezuela “violaría el artículo 2-4 de la Carta de Naciones Unidas, que prohíbe el uso de la fuerza que viole el territorio de otro país soberano. Constituiría una invasión ilegal, como la de Rusia en Ucrania. También violaría la autoridad del Congreso para declarar la guerra, recogida en la Constitución”, advierte en videoconferencia la abogada Heather Brandon-Smith, de la organización Friends Committee on National Legislation.
La Casa Blanca sostiene que todo cuanto hace en las aguas internacionales latinoamericanas se ajusta a la legalidad. “El presidente Trump ha sido claro en su mensaje a Maduro: dejen de enviar droga y criminales a nuestros países”, indica la portavoz de la Casa Blanca Anna Kelly en un comunicado. “El presidente ha dejado claro que quiere continuar atacando a los narcoterroristas que trafiquen narcóticos ilícitos — cualquier otra cosa es pura especulación”.
Es probable que, de momento, las cosas sigan como están, a la espera de la llegada del Gerald Ford y su grupo de apoyo. No se le espera al menos hasta la próxima semana: el martes atravesaba el estrecho de Gibraltar en dirección al Atlántico, escoltado protocolariamente por la fragata española Numancia durante su cruce. Por razones de seguridad, el Pentágono no informa sobre las posiciones de sus barcos en misión activa.
Este miércoles, Trump se trasladó al lugar más favorable para pronunciarse. A Miami, el corazón de la oposición al presidente venezolano Nicolás Maduro en Estados Unidos, para participar en una reunión del Foro Empresarial Estadounidense en la que intervenía también la líder de la oposición venezolana, y premio Nobel de la Paz de este año, María Corina Machado. Pero no quiso tratar sobre el asunto, más que para defender los ataques extrajudiciales contra supuestas narcolanchas que los barcos de su país han perpetrado en el Pacífico y en el Caribe, y que han dejado al menos 66 muertos: “estamos haciendo saltar por los aires terroristas de carteles. Los estamos haciendo saltar - vinculados al régimen de Maduro en Venezuela y otros”, declaraba.
Por su parte, Machado reiteraba, en su intervención por teleconferencia, su apoyo incondicional a ese tipo de medidas. Según denunciaba, Maduro es “el cabecilla de esta estructura narcoterrorista que ha declarado la guerra contra el pueblo venezolano y contra las naciones democráticas en la región, donde las redes criminales sustentan al régimen chavista con el tráfico de drogas, oro, armas y personas”. “Maduro empezó esta guerra, y el presidente Trump va a terminarla”.
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