Hasta cien nuevas especies: el tesoro biológico que esconden las montañas submarinas de Chile
Una reciente expedición de la Universidad Católica de Chile y el Instituto Schmidt Ocean liderada por un científico uruguayo exploró los montes submarinos a lo largo de las dorsales de Nazca y de Juan Fernández
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“Siempre me ha interesado la profundidad del mar”, dice el uruguayo Javier Sellanes, doctor en Oceanografía, antes de embarcarse en una expedición científica que salió a finales de febrero y que explorará, hasta el 3 de abril, lo que esconde la cadena de montes submarinos de Salas y Gómez, en la costa chilena. No será la primera vez que lo hace. En días pasados, entre el 8 de enero y el 11 de febrero de 2024, también estuvo navegando por encima de las dorsales de Nazca y de Juan Fernández, otros dos grupos de secuencias de estas montañas bajo al océano. En esa ocasión, junto a una tripulación de más de 40 personas, recolectaron miles de muestras que creen que podrían albergar hasta 100 especies marinas nuevas para la ciencia. Un tesoro biológico sumergido entre las costas de Chile y Rapa Nui (más conocido como la Isla de Pascua), que incluye corales de aguas profundas, esponjas de cristal, erizos de mar, pequeños crustáceos, langostas y otras especies cuyas figuras y formas parecen retar a la genética.
Las cadenas de montes submarinos son quizá uno de los ecosistemas menos explorados del mundo. Se trata de volcanes que, a través de millones de años de historia geológica y gracias al choque de las placas tectónicas, se han ido elevando de los 4.500 metros de profundidad que, en general, tiene el océano de la región, dando pie para que haya más diversidad de especies y, como lo sugiere Sellanes, convirtiéndose en un “pequeño oasis de biodiversidad”. Si se miran desde Google Earth, los montes submarinos son los que surgen justo donde parece que el mar se hubiera arrugado. Pero debido a lo remoto que se encuentran en el Pacífico y a lo difícil que es sumergirse bajo al mar, estas cadenas de montañas submarinas han sido pocos exploradas.
“Cuando existía la Unión Soviética, ellos tenían un plan global para estudiar los recursos pesqueros de los montes submarinos y, acá, en los de Chile, estuvieron en las décadas de los 70 y 80″, comenta Sellanes, también profesor de la Universidad Católica del Norte y experto en moluscos. Desde entonces, y hasta que estas dos expediciones den sus resultados finales, esa era la base de lo que se conocía sobre ellos. Lo que viene, sin embargo, podría ser asombroso.
Sellanes, quien lideró la primera expedición, cree que lo que lograron recolectar superó la expectativa. En la sala de colecciones biológicas de la Universidad tienen cuatro cajas de madera con muestras que contienen hasta 500 o 600 frascos llenos de especímenes. “Hablamos de que potencialmente, solo con la primera expedición, son 100 especies nuevas. Pero es un estimado, podrían ser muchas más”.
Recolectarlas fue una tarea titánica. Gracias a que ganaron una convocatoria del Schimdt Ocean Institute, una organización filantrópica fundada por Eric Schimdt, ex director ejecutivo de Google, el equipo de la Universidad Católica del Norte, junto a las universidades de Texas Rio Grande (Estados Unidos), Valparaíso (Chile), Western Australia (Australia) y Porto (Portugal), pudieron embarcarse a bordo del Falkor Too, un crucero científico de 110 metros de largo que parece sacado de una película de ciencia ficción.
A través de ondas de sonido y solo navegando por encima de los montes submarinos, el Falkor Too fue capaz de mapear la forma de cada una de las montañas que el equipo quería investigar. Luego, los reconstruyó en un tamaño pequeño con una impresora 3D. Así, con esta guía que los científicos podían tener literalmente en sus manos, sumergían un robot submarino con una capacidad de descender a profundidades de hasta 4.500 metros, para que no solo tomara videos de los increíbles especímenes que viven bajo estas aguas, sino que, a través de dos tipos de brazos, pudiera tomar muestras. Se trata de los especímenes que, precisamente, hoy alberga la sala de colecciones biológicas de la Universidad.
La tripulación que llevaba el Falkor Too también suena de otro mundo. Estaba conformada por casi 40 personas entre las que se encontraban 21 científicos de las distintas universidades, los navegantes, los pilotos del robot, tres habitantes de la Isla Robinson Crusoe —que forma parte del archipiélago Juan Fernández— y un artista. “Nosotros hacemos estos proyectos también con la idea de empoderar a las comunidades locales, porque, aunque ellos son los primeros en saber las maravillas que tienen ahí, no siempre es fácil que la visualicen”, comenta sobre lo primero. Sobre por qué llevar a un artista, cuenta que la idea era también tener una narración artística de la expedición.
Décadas de trabajo para la ciencia
Solo con los que se obtuvo en esta primera expedición, Sellanes acepta que el trabajo que viene será inmensurable. Ahora equipos tanto de las universidades involucradas en la expedición, como de otras interesadas, tendrán que estudiar cada una de las muestras y ver de qué se trata. Por ejemplo, para ver si efectivamente hay especies nuevas, tendrán que describirlas en un artículo científico y que este sea revisado y aprobado por pares para que se haga oficial. “Incluso pueden pasar décadas para que algunas de estas especies sean descritas, porque muchas veces necesitas más de un ejemplar para hacerlo, entonces, quizá, a futuro haya que recolectar otros ejemplares”, comenta. Y volver a las profundidades de los montes submarinos, como ya vimos, implica inversión, un gigante crucero y una tripulación diversa.
Pero más allá de que sea nuevo o no para la ciencia, la expedición que terminó y la que se está en marcha en estos momentos, han dejado algo claro: los montes submarinos chilenos esconden un tesoro único de biodiversidad. “Cada especie vista o recolectada contribuye a nuestro argumento de que se trata de zonas que hay que hay que darles un manejo, que hay que conservar”, recuerda el oceanógrafo. Lo que él ha visto en estos días es un mundo mágico, de colores cautivantes, de figuras abstractas de difícil acceso bajo el mar. Un mundo que es tan estimulante y extraño, que incluso el Schimdt Ocean Institute está retransmitiendo en vivo las inmersiones submarinas que está haciendo la segunda expedición en su canal de YouTube en zonas que están por debajo de los 600 metros de profundidad.
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