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ELECCIONES EN COLOMBIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reivindicación en bandeja de plata

La activista ambiental, quien trabajó en el servicio doméstico, es hoy la vicepresidenta en potencia de Colombia

Reunión de sindicatos de empleadas domésticas en Colombia.
Reunión de sindicatos de empleadas domésticas en Colombia.ANDREA LONDOÑO

Año 2011. Una imagen en la revista “Hola” causa revuelo: cuatro mujeres de la alta sociedad valluna posan en una mansión; al fondo, dos trabajadoras afrodescendientes, uniformadas, cargan bandejas de plata. Las matriarcas de la familia explican en la emisora W Radio que los periodistas de la publicación propusieron dicha fotografía con las empleadas del servicio doméstico pues “les pareció muy bueno que en Cali trabajáramos con personas de color”.

Año 2015. María Roa Borja, mujer desplazada de una finca bananera en Apartadó, Antioquia, empleada del servicio doméstico entre 1997 y 2005, pronuncia un discurso en la Universidad de Harvard. La intervención de la presidenta de la Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd), quien creció “donde la sangre rueda más que el agua”, precede a la del filósofo Noam Chomsky.

Año 2022. Francia Elena Márquez Mina, abogada y activista ambiental, es la fórmula vicepresidencial del candidato de izquierda, Gustavo Petro, puntero en las encuestas electorales. En abril, durante la presentación del jefe de debate del Pacto Histórico, la líder afrocolombiana oriunda de Suárez, Cauca, dice sobre Iván Duque: “Lo que le incomoda realmente al presidente de la República es que hoy una mujer que podría ser la mujer que tiene trabajando como empleada del servicio vaya a ser su vicepresidenta”. A su copartidario, senador del Pacto Histórico, le escribió en Twitter: “Querido Gustavo Bolívar yo fui empleada del servicio y me tocó soportar bastantes humillaciones, era como si me consideraran su esclava. Las mujeres negras, indígenas campesinas empobrecidas, que trabajan como empleadas se merecen un salario y trato digno”.

Márquez, quien trabajó en el servicio doméstico y hoy es la vicepresidenta en potencia de Colombia, es la misma que tuvo que explicar ante un país por qué recibía auxilios monetarios del Estado. El Departamento de Prosperidad Social no solo constató que ella cumplía con el perfil de beneficiaria sino que determinó la suma consignada: 4.060.000 pesos entre abril de 2020 y abril de 2022.

De ser elegida, la fórmula de Petro asumiría el cargo de la actual la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, una mujer que representa tanto a las élites políticas y sociales colombianas como a la connivencia con el Statu Quo. En contraposición, Francia Márquez simboliza diversas reivindicaciones históricas (campesinas, étnicas, ambientalistas, feministas), pero entre ellas, una de carácter urbano, directamente relacionada con los mecanismos sistemáticos de discriminación estructural del país: las trabajadoras del servicio doméstico.

¿Qué significaría la presencia de Márquez en la Casa de Nariño? ¿Cuál es origen y el poder de un movimiento social que está ad-portas de tener una mujer en la vicepresidencia?

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Medellín y las “muchachas del servicio”

Los domingos se reúnen en el Parque de San Antonio. Las esculturas de las dos palomas de Fernando Botero –”El Pájaro”, semidestruido por una bomba en 1995, y la posterior que simboliza el futuro−, son una metáfora de las conversaciones que las rodean: las “muchachas del servicio”, como todavía se denomina en Medellín a las trabajadoras del servicio doméstico (TSD), se cuentan sus cuitas y hacen planes sobre el futuro de su gremio en ese lugar del centro de la ciudad.

Andrea Londoño Sánchez, fundadora y directora de la Fundación Hablemos de Trabajo Doméstico, recuerda que aquellas mujeres afrocolombianas que llegaban a Medellín y encontraban el trabajo doméstico como única posibilidad laboral. Compartían características como haber sido víctimas de desplazamientos violentos, su origen chocoano y condiciones de pobreza. La Escuela Nacional Sindical (ENS) y la Corporación Afrocolombiana de Desarrollo Social y Cultural (Carabantú) realizaron un estudio, cuyos resultados evidenciaron las múltiples discriminaciones que sufren.

La racialización de esta labor no es un asunto menor, como lo indica la investigación Historias tras las cortinas, de Viviana Osorio y Carmenza Jiménez: “El trabajo doméstico aparece como una categoría ocupacional racializada en los casos de estudio: en Cartagena, el 80% de las entrevistadas se identifica como afrocolombiana o negra; en Urabá esta proporción es del 56 %. Esto tiene importantes implicaciones en las formas en las que las mujeres viven el trabajo doméstico, e influye decididamente en las condiciones de trabajo que se configuran para ellas en el entrelazamiento de opresiones.

Ser negra en el trabajo doméstico ha implicado para las mujeres de Urabá y Cartagena vivenciar múltiples formas de discriminación y exclusión cotidianas. En las condiciones laborales esto se refleja en que una importante proporción de las trabajadoras domésticas internas son negras o afrocolombianas, y que en menores proporciones cotizan a pensión. La idea de que las personas negras tienen mayor resistencia física funciona como un estereotipo que pareciera hacer ver como innecesaria la protección frente a riesgos laborales; esto permite ejemplificar cómo los imaginarios socioculturales construidos alrededor de “lo negro” terminan por limitar el acceso a derechos laborales de las trabajadoras negras o afro.”

Reunión de sindicatos de empleadas domésticas en Colombia
Una mujer llena un formulario durante una reunión de empleadas domésticas.ANDREA LONDOÑO

En la Bogotá de los años ochenta surgió un proyecto de reivindicación de derechos laborales de las TSD en Colombia, liderado por la socióloga Magdalena León.

Pero es en Medellín donde el movimiento social de empleadas domésticas encuentra voz propia, poder autónomo. En 2011, surgió el grupo que luego conformaría en la Unión Afrocolombiana de Trabajadoras Domésticas (Utrasd), que ha avanzado en alianza con organizaciones como la Escuela Nacional Sindical, centrales sindicales como la CUT, la Fundación Bien Humano, la Fundación Hablemos de Trabajo Doméstico y Fescol.

Londoño explica la red que se ha tejido: “La prensa sirviendo como megáfono para visibilizarlas, ciudadanos voluntarios aportando horas de trabajo, congresistas que han abanderado proyectos de ley, y jueces que han igualado sus derechos laborales frente al resto de trabajadores del país. Este grupo de personas, en su mayoría residentes en Medellín, ha trabajado en una alianza informal, basada en la confianza, por la dignidad de las trabajadoras domésticas”. En la misma ciudad nació la estrategia comunicacional que visibiliza a Utrasd, los liderazgos y sus denuncias.

Sobre el poder de la voz afro, Londoño considera: “Las mujeres afro que llegan a las ciudades en busca de trabajo tienen la fuerza vital de quien tiene en juego su supervivencia y la de su familia […] entre las trabajadoras afro hay una mayor valoración de lo comunitario, lo asociativo, lo grupal. Se ayudan, se buscan, conversan mucho y se divierten entre ellas. Haber llegado a una cultura como la antioqueña, donde el trabajo duro y de largas jornadas es común y aplaudido, les ha puesto niveles de exigencia superiores que las de otras regiones del país. Haber contado con organizaciones que las apoyaran como personas y como sindicato, y que las formaran en derechos, comunicaciones, incidencia política, ha sido clave”.

En la reciente Jornada de Capacitación en Derecho Laboral sobre el Trabajo Doméstico, de la Pontificia Universidad Javeriana, se estableció que en el sector de trabajo del hogar y limpieza hay 35 sindicatos registrados ante el Ministerio del Trabajo. El 0.2% de los sindicatos del país son de ese sector. La mayor presencia de estos sindicatos está en Medellín, Bogotá, Bucaramanga, Cartagena, Apartadó y Neiva.

Los más activos están reunidos en una alianza llamada el Intersindical de Trabajo Doméstico que asume la vocería de las TSD ante la Mesa Tripartita (Gobierno, Empleadores/as y Trabajadoras) de impulso al Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo.

Productividad no reconocida

Hace un año, en comunicado dirigido al presidente Iván Duque y al ministro de Trabajo Ángel Custodio Cabrera, varios sindicatos de TSD, fundaciones como Fescol y congresistas como Ángela María Robledo, María José Pizarro, Iván Marulanda y Angélica Lozano, exigieron al Gobierno que dejara de discriminar a las TSD: “En estos momentos en donde el cuidado, con sus labores del hogar, se ubica en la columna vertebral del soporte a la sociedad, no hemos encontrado que ninguna de las normativas extraordinarias para conjurar la pandemia, aliviar la crisis y promover la reactivación laboral, se haya dirigido al sector del trabajo doméstico remunerado […] No entendemos por qué se otorgan auxilios al empleo formal empresarial a través del subsidio a la nómina y a la prima de servicios, y se excluye de esos mismos subsidios a las trabajadoras domésticas”.

En Colombia, el trabajo doméstico no es reconocido como sector productivo, a pesar de la firma del Convenio 189 de la OIT convertido en ley 1595 de 2012 (Ley de trabajadoras domésticas); de los decretos, leyes y fallos de 2013 y 2016 (Promulgación de la Ley de prima 1788); y de la Mesa Tripartita para impulsar el Convenio 189.

¿Cuál es la deuda legislativa con las TSD? “Es preocupante el estancamiento legislativo y gubernamental del tema del trabajo doméstico en los últimos cuatro años. Ante la ausencia de una agenda gubernamental hacia el trabajo doméstico, Utrasd y el Intersindical ha debido sacar fuerzas y recursos de donde no tiene: han sido inútiles sus reuniones, los documentos elaborados, sus estrategias de incidencia, y sus viajes a Bogotá para asistir a las reuniones de la Mesa Tripartita, pues no han tenido un interlocutor serio y comprometido”, dice Londoño.

Claribed Palacios García, presidenta de Utrasd, sindicato con 960 afiliadas en Bogotá, Medellín, Huila y Urabá (en fase exploratoria en Quibdó), comenta que el 80% de sus integrantes son afrodescendientes, el resto son mestizas: “Solo hay cinco indígenas, no hay mucho acercamiento de ellas a los procesos sindicales”. Asegura que la formalización laboral de las TSD, desde 2016 hasta la fecha, está alrededor de 104.000 trabajadoras domésticas; mientras que en toda Colombia se contabilizan alrededor de 680.000.

Palacios considera más relevante el ascenso de Márquez por ser afrodescendiente que por haber trabajado en el servicio doméstico: “Somos un país que si bien discrimina por los oficios, discrimina más por tu color de piel, por tu origen, por tu territorio y por tu acervo lingüístico, que por el mismo oficio, porque los oficios de cierta manera los pueden encasillar como algo transitorio”.

Berta Villamizar, de Sintraimagra, corre la voz de casa en casa para que las TSD conozcan sus derechos. Pertenece a una organización con más de 600 afiliadas del trabajo doméstico, con presencia en Santander, Antioquia, Norte de Santander y Bolívar. Sobre Francia Márquez, dice: “Reconocemos que nuestra labor ha sido invisibilizada, al trabajar en un hogar que es privado, no se nos reconoce. Nadie cree que uno pueda tener una capacidad para llegar a desarrollar una actividad profesional o liderar un proceso. Nos sentimos muy orgullosas de que una mujer haya llegado a este logro tan importante, sobre todo una compañera afro que sea candidata a un cargo tan importante”.

¿Qué esperan de la candidata a la vicepresidencia? “Salir de la invisibilidad, salir a divulgar que nosotras podemos seguir haciendo esa labor, pero que se reconozcan nuestros derechos. Nuestra labor es de las primeras que se desarrollaron en la historia. Va a ser un impacto en beneficio del goce total de la ley en nuestro sector”, concluye Villamizar.

Siglos de exclusión, invisibilización, humillación y vacíos legales hoy se convierten en la bandeja de plata que “serviría” la primera alternancia en el poder en la historia republicana de Colombia.

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