Moisés Wasserman: bastión de la razón

El exrector de la Universidad Nacional lucha contra de la idea de que la verdad es relativa y la realidad distorsionable con columnas de opinión, intervenciones, libros y desde el método científico

Moisés Wasserman
Moisés WassermanAgencia de Noticias Universidad Nacional.

En tiempos de posverdad, en los que la pseudociencia gana terreno y la libertad de expresión se confunde con la creencia de que todas las opiniones tienen la misma validez, el profesor e investigador Moisés Wasserman se ha dedicado a defender el conocimiento científico y el derecho a una educación de calidad, y a denunciar las imposturas de lo que se conoce como relativismo cognitivo.

Con más de 50 años de una destacada trayectoria científica y académica que lo ha llevado a ocupar la dirección del Instituto Nacional de Salud, la decanatura de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional y la rectoría de esa misma institución académica, y que lo ha hecho partícipe de una Misión de Sabios para promover la ciencia, la tecnología y la innovación en el país, Wasserman, un bioquímico próximo a cumplir 80 años, se ha negado a hacer uso del buen retiro, como se dice en el argot militar, y continúa invitando a la reflexión y poniendo en el debate público temas trascendentales para la sociedad colombiana.

Contrario a lo que sucede con muchos investigadores, que prefieren sus laboratorios y hacer un trabajo silencioso, Wasserman se ha dedicado a guiar el debate público sobre diferentes temas, incluso aquellos que normalmente eluden los científicos, como la política. En sus columnas, escritas de manera rigurosa y publicadas cada viernes en el diario El Tiempo, echa mano de su experiencia y erudición para contribuir en la construcción de una opinión pública informada que cada vez está más amenazada por la creciente tendencia de figuras nacionales e internacionales que buscan moldear la realidad para beneficio propio.

Wasserman ejerce esta labor divulgativa como si estuviera en un laboratorio. Investiga, se mantiene al tanto de la información más actual sobre un tema, formula hipótesis y las confronta con otras, reescribe una y otra vez sus ideas hasta construir textos con argumentos sólidos. Para él, no se puede participar en el debate público lanzando opiniones al aire, “sino que hay que respaldarlas con hechos, observaciones y con una construcción lógica”.

El profesor es un erudito que puede escribir de muchos temas, pero últimamente ha enfilado su pluma a luchar en contra de lo que denomina el relativismo cognitivo: “En los últimos años se ha vuelto predominante la idea de que cualquier cosa que se dice tiene valor. Ahora toda opinión es válida, y no, una cosa es una opinión y otra los hechos; una opinión nunca puede igualarse a una tesis que pasa por procesos rigurosos de verificación”.

Por su formación científica y convicciones éticas, Wasserman siente la responsabilidad de poner en evidencia las mentiras del relativismo moral y cree que, como en la ciencia, en donde los debates se dan con argumentos fundamentados, en la esfera pública también debe ser así.

Este doctor en bioquímica de la Universidad de Jerusalén sabe que su lucha está cuesta arriba y que el enemigo no es fácil de derrotar. Las pasiones y los sentimientos humanos en muchas ocasiones son más fuertes que la razón, y que los argumentos sopesados; basta con una mirada retrospectiva al fenómeno del populismo en el mundo. Sin embargo, es de la opinión de que los científicos e intelectuales deben dar esa batalla, aun a costo de volverse impopulares.

Otro de los temas a los que constantemente dedica sus reflexiones es la educación. “No es casualidad que a mí me interese la educación. Desde que inicié mi carrera siempre he estado en dos campos: la investigación y la docencia. Ambos son sumamente cercanos. Acá, en Colombia, más del 90% de los desarrollos científicos provienen de la universidad. Entonces, si tenemos que hablar de ciencia necesariamente debemos hablar de educación”.

Esa defensa no se limita a la educación superior. Es consciente de que un joven llega a la universidad gracias a un sólido sistema educativo, desde la primera infancia hasta la educación media. Por ello, más que escribir sobre el mundo universitario, se ha concentrado en difundir la importancia de la enseñanza en los primeros años de los niños y las niñas: “Creo que deberíamos llamar educación superior a la educación en la primera infancia, porque allí las personas se juegan parte de su futuro, como entrar a la universidad”, dice.

Pese a su trayectoria y experiencia, mantiene su humildad. No se considera un gran líder, incluso cree no serlo y más bien se considera “como uno de esos postes que señalan caminos y cosas de ese estilo”. Pero lo cierto es que sus columnas se han convertido en bastión de la razón, en un momento en el que el relativismo cognitivo y la posibilidad de distorsionar la realidad amenazan con destruir la democracia y, por momentos, la vida en comunidad.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS