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Gobierno de Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pura paja

La verdadera conmoción interior es la que experimentan los colombianos al ver cómo se promete alcanzar la paz y salir del marasmo a punta de labia

Gobierno de Colombia
Mural hecho por firmantes de paz en el Tarra, Colombia, en noviembre 2024.Ferley Ospina

El Gobierno es generoso. Quien no lo crea, solo espere el paso del tiempo. En la medida en que se vayan calentando las brasas electorales, irán brotando subsidios y ayuda por doquier. Quien recela de la actividad empresarial y comercial no tendrá miramientos para ir dejando el rastro de billetes por los caminos y rutas del país. El asistencialismo progresista es así: generoso con el dinero ajeno.

Hay un matiz de la generosidad del Gobierno que es notable, incluso desde tiempos de campaña, cuando los relativos del candidato visitaban las cárceles para ofrecer beneficios que insisten en negar. Como si a las celdas la gente entrara sin ojos y sin oídos. Porque el negacionismo no es monopolio de la derecha. La izquierda también sabe que, de tanto decir que el cielo es verde, empezaremos a ver matas crecer entre las nubes.

Ese altruismo oficial yace en los cimientos de los procesos de paz (¿total?) de esta Administración. No sabe uno si a modo de eficaz concreto o corroyendo las columnas que permiten al presidente oficiar de disipador de la seguridad en aras de clavar su bandera (la del Eme) en Nutopía.

La paz es un fin inobjetable en su valor. Tanto así, que en entrevista con Semana (14 de mayo de 2021), el candidato Gustavo Petro afirmaba: “Mi gobierno es para hacer la paz. Si no hicimos la paz, que me tumben. Es más, yo mismo renuncio, porque no sirve. El papel histórico de mi gobierno en Colombia es salir de dos siglos de violencia perpetua”. Así de seguro estaba de lograr la paz: llegando al extremo de ser el primero, en términos cronológicos, en la lista de quienes contemplan un golpe de Estado para su Gobierno. Un verdadero pionero.

Nadie discute las buenas intenciones del presidente. ¿Quién no quiere vivir en paz? ¿Quién no sueña con librarse los rezagos de la insurgencia? ¿Quién desea un país repleto de delincuentes y asesinos? ¿Quién se siente a gusto con el narcotráfico y su poder oscuro? ¿Quién no anhela el marchitamiento de la violencia?

Lo que Petro hace en materia de paz está impulsado por la idea de cuidarnos. Pero si lo sigue materializando a tientas, alguien va a tener que cuidarnos de sus benévolas intenciones. Rebosa nuestra historia de sangrientos experimentos liderados por personajes que pretendieron librarnos de la maldad. Uno de ellos es gestor de paz vía decreto.

Las cosas como son: la guerrilla y en lo que ha degenerado (que llamamos disidencias para no tener que clasificarlas como lo que son, narcotraficantes) solo piensa en la vida muelle y en el poder que ejerce en las regiones a plenitud.

Eso de que un presidente exguerrillero tenía en sus manos las herramientas y conocimiento para hacer en tres meses lo que a Juan Manuel Santos le tomó dos gobiernos, no ha sido más que un credo de tontos. A Patricia Lara, el expresidente le confesó que temía, tras salir de Palacio, ser considerado un traidor de su clase. Es precisamente lo que la guerrilla ve en Petro: un traidor de sus ideales, que hizo carrera política lejos de la revolución. Y que se amparó, cuando le convenía, en un establecimiento que niega como quien niega haber criado un hijo calavera.

El episodio de la defensora del Pueblo, Iris Marín, dando el año pasado las alertas tempranas sobre lo que estaba pasando en el Catatumbo (desoídas por el Gobierno), refleja en pequeña escala lo que vive Colombia: un ejercicio del poder que le da la espalda a la experiencia, con líderes que se prepararon durante años para dar un “timonazo” positivo y terminaron encallando en el clientelismo, la corrupción, la burocracia, el amiguismo y la estulticia que tanto criticaban.

“¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Entallan bien las remotas (ancestrales) palabras de Mateo en el hoy por hoy de Locombia. Sobre todo, en aquello de que no hacen sino echarnos paja a diario. Pura paja.


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