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Los emberá de Risaralda y el Gobierno de Gustavo Petro sellan un acuerdo de mejoras sociales en tiempo récord

Un grupo de más de 2.000 indígenas levanta su campamento en Bogotá tras cuatro días de negociaciones y el logro de concesiones en salud, educación, vivienda y acceso a tierras

Miembros de la comunidad Emberá Chami con la firma de acuerdos con el Gobierno Nacional en Bogotá, Colombia.
Miembros de la comunidad Emberá Chami con la firma de acuerdos con el Gobierno Nacional en Bogotá, Colombia.Agencia Nacional de Tierras
Lucas Reynoso

Cientos de indígenas emberá montaron una fiesta el viernes en la tarde en la sede principal de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), en Bogotá. Bailaron danzas típicas, cantaron y aclamaron el nombre del presidente Gustavo Petro mientras esperaban que se formalizara un acuerdo con el Gobierno para garantizar mejoras en áreas como acceso a tierras, proyectos productivos, salud, educación y vivienda. Después, con funcionarios nacionales en el escenario, leyeron una declaración de compromisos y reiteraron su apoyo al mandatario. “Hoy vemos el cambio a través del nuestro presidente Petro. Mientras el pueblo indígena esté vivo, armonizaremos para que él tenga larga vida”, exclamó el consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Risaralda, Marco Fidel Guasarave. Contra todo pronóstico, los indígenas levantaron su campamento de protesta apenas cuatro días después de haber llegado a la capital.

El arribo de más de 2.000 emberá, el lunes por la noche, tocó una fibra sensible en Bogotá. Este pueblo indígena del occidente del país causa mayor revuelo mediático que otros grupos que llegan todas las semanas a movilizarse, porque centenares de indígenas han vivido por meses en el Parque Nacional desde 2021 y han visibilizado la violencia de los grupos armados en sus territorios, la desnutrición de sus niños y otras violaciones a sus derechos humanos. Parecía, entonces, que esta semana se repetiría una situación similar. El alcalde Carlos Fernando Galán rápidamente pidió que el Gobierno nacional se hiciera cargo y el secretario general del Distrito, Miguel Silva Moyano, se quejó de que, tras movilizaciones anteriores, aún haya más de 1.600 emberás en albergues de la capital.

Este tercer y muy breve campamento tuvo varias diferencias con los anteriores. Todos los participantes eran del departamento de Risaralda. Su reclamo, además, estuvo principalmente dirigido a la ANT y fue el director de la entidad, Felipe Harman, quien asumió la coordinación de las mesas de diálogo con numerosas dependencias del Gobierno. El consejero Guasarave enfatiza, tras firmar el acuerdo, que estos nuevos compromisos no tienen relación con los firmados en septiembre tras la última movilización emberá. “Quiero ser enfático y claro: los indígenas que están aquí no son los que estaban en el Parque Nacional”, comenta. “Vinimos por iniciativa propia, estuvimos meses ahorrando para venir”, añade.

Miembros de la comunidad Emberá Chami durante la celebración en Bogotá.
Miembros de la comunidad Emberá Chami durante la celebración en Bogotá.Agencia Nacional de Tierras

Adriana Velásquez, subdirectora general del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y participante de las mesas de diálogo, explica que estas diferencias ayudan a entender que las negociaciones de esta semana hayan sido más rápidas. Señala que el pueblo emberá es muy diverso, tanto en los territorios que habitan las diferentes comunidades —selvas, ríos, montañas— como en sus problemáticas. “Las reivindicaciones pueden coincidir hasta cierto punto, pero las posibilidades de implementar su plan de vida ancestral son distintas en Risaralda con respecto al Chocó, donde se ven más impactados por el conflicto armado y la presencia de economías ilegales”, subraya. Además, para Velásquez, la sólida organización política de los emberá en Risaralda facilita la interlocución con el Estado.

El nuevo acuerdo contempla acuerdos con múltiples entidades, desde el Ministerio de Vivienda hasta el de Interior, pasando por el de Educación. Incluyen reconocimientos de cabildos indígenas, mantenimiento de escuelas, programas de vivienda rural y el acceso a tierras productivas —las fincas específicas están en un anexo al acuerdo, según el director Harman—. Velásquez señala que el ICBF se ha comprometido a aumentar en 10% en el presupuesto para los 2.000 niños emberá que atiende en Risaralda y a crear allí un Centro de Recuperación Nutricional.

Apoyo al presidente

La fiesta del viernes estuvo repleta de elogios a Petro. Al momento de las danzas típicas, el público levantó pancartas con agradecimientos: “¡Gracias presidente Petro por su interés en el cuidado de los ecosistemas!”, “Un Estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por una buena ley — Dr. Gustavo Petro”, “Colombia, potencia de la vida”. Distintos portavoces emberá señalaron las diferencias que perciben frente a las Administraciones anteriores. “Petro es nuestro papá desde Colombia. Nos va a tocar reelegirlo”, dijo uno de ellos. “Desde su corazón nos apoya y quiere lo mejor para Colombia”, añadió otro.

Las actitudes hacia los funcionarios fueron menos consistentes. Al principio de la semana, el consejero Guasarave trazó una distinción clara. “Él tiene grandes propuestas, pero sus ministros no han hecho un buen trabajo. Entonces queremos hablar con Petro, autoridad con autoridad”, declaró a El Tiempo. El viernes, sin embargo, las percepciones habían mejorado. Algunos líderes pidieron extender los aplausos a los ministros y viceministros. Guasarave, en tanto, explica que ahora está satisfecho con ellos: “Hoy podemos decir que acudieron al llamado que les hicieron los pueblos indígenas de Risaralda”.

El Ejecutivo ha buscado capitalizar el acuerdo. El risaldarense Rodrigo Toro, asesor de la ANT, arengó a los indígenas. “Este Gobierno sí llega a escuchar, y no llega a gasear. El reconocimiento tiene que ser al presidente, a los ministros y a los viceministros”, dijo. Algo similar comentó el ministro de Educación, Daniel Rojas: “Antes, la única herramienta de entendimiento con los pueblos indígenas era la violencia, era no reconocer que los pueblos indígenas son más dueños del territorio que cualquier político blanco. Entender eso desde el Gobierno nacional nos hace más dignos de dirigirnos cara a cara”.

Felipe Harman durante la celebración de los acuerdos.
Felipe Harman durante la celebración de los acuerdos.Agencia Nacional de Tierras

La tensión entre el Gobierno y la Alcaldía tuvo un breve capítulo. Harman retomó las quejas de varios líderes indígenas sobre los tratos despectivos de parte de los bogotanos y dijo que la ciudad “aumenta la estigmatización”: “Nosotros le demostramos al país que la presencia activa del pueblo indígena en su capital no tiene por qué asustar a nadie”. Isabelita Mercado, consejera para la Paz y las Víctimas de Bogotá, responde a través de WhatsApp que el Distrito nunca se desentendió. “Formamos un anillo para acompañar con puntos de salud y de atención a niños, bomberos y gestores de diálogo”, apunta. Recuerda que la ciudad ha acompañado visitas a los territorios, donado fondos para asistir a algunas familias que estaban en el Parque Nacional y ha fortalecido un sistema de ambulancias específico para los emberá que residen en Bogotá.

El gran ausente en las negociaciones fue el presidente, que celebró el acuerdo con un mensaje X. Los indígenas, no obstante, dejaron atrás su exigencia inicial de reunirse con él como requisito para levantar el campamento. Un médico tradicional comentó que él y sus compañeros aún se ilusionan con conocer al mandatario. “Lo esperamos antes de que termine su periodo en el municipio de Mistrató y en Risaralda para que vea realmente lo que necesitamos”, dijo.

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Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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