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El FMI y el Banco Mundial pasan revista a Colombia: PIB al alza con optimismo mesurado

Los organismos multilaterales prevén que la economía del país crecerá entre el 1,5 y 1,6% en 2024

Sede del Banco de la República, en Bogotá, el 27 de junio de 2024
Sede del Banco de la República, en Bogotá, el 27 de junio de 2024.Santiago Mesa (Bloomberg)
Camilo Sánchez

El año comienza su fase de repliegue y las expectativas de recuperación económica en Colombia se mantienen moderadas. La sombra abrumadora de la deuda pública o las tensiones inflacionarias aún no despejan el camino para dar por liquidada la temporada de ralentización. El Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han publicado en las últimas semanas sus previsiones de crecimiento para este y el próximo año. El Fondo proyecta que el país crecerá 1,6% en 2024, mientras que el Banco apuesta por un 1,5% anual. Ambos organismos multilaterales dibujan un cuadro de ritmo lento, con ciertos síntomas de debilidad que se extienden a la gran mayoría de países de la región.

Al mirar de cerca el panorama, sin embargo, hay múltiples factores que marcan distancia. La economista en jefe adjunta del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Marcela Meléndez, recuerda que con una tasa de 1,6% anual, Colombia tardaría 11 años en alcanzar el PIB per cápita actual de México y 29 a Chile: “Ese ritmo de crecimiento no nos da para lograr una transformación real”, asegura a través de mensajes de WhatsApp. Con todo, la economista colombiana recuerda que Latinoamérica arrastra una década de estancamiento que ha lastrado los avances en progreso social, reducción de la pobreza y la desigualdad.

La economía, sujeta a factores imprevistos y otras limitaciones, no es una ciencia exacta. Por eso, predicciones del BBVA elevan el crecimiento anual del PIB al 2%. Tras los desajustes legados por la pandemia, no ha sido fácil para los analistas trazar un relato preciso del comportamiento de la economía. Los datos, con frecuencia, desafían los estudios y las teorías previos. Nada que la fórmula “por debajo de las expectativas” no pueda enmendar. Pero vale la pena recordar que el FMI, apoyado en el modestísimo 0,7% anual del año pasado, había limitado el crecimiento al 1,1% en sus primeros informes del pasado abril.

Los críticos han tratado de sopesar la gestión del Gobierno de izquierdas de Gustavo Petro, con la avalancha de alteraciones internacionales. Al impacto, sobre todo, de los conflictos en Europa del Este y Oriente Próximo en los movimientos de los precios del barril de petróleo, una de las mayores fuentes de ingresos del país. Para Alejandro Reyes, economista principal de BBVA Colombia, todo parece indicar que la recuperación “va cogiendo tracción”. En su opinión, los datos de la primera parte del año, sugieren que el aterrizaje será sutil. “En el primer semestre, sumamos 1,5 de crecimiento. Y todo apunta que el segundo será un poco mejor. Por eso creemos que vamos a terminar con una cifra un poco mayor a la que menciona el Fondo Monetario Internacional”.

De tal forma que los escenarios varían ligeramente. Si los vaticinios del BBVA Colombia fueran acertados, el país estaría dos décimas por encima de la media regional. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), órgano de las Naciones Unidas, publicó sus resultados en agosto y limitó el PIB anual en 1,8% para el conjunto de países que lo conforman. El resultado fue incluido dentro de su informe titulado Trampa de bajo crecimiento, cambio climático y dinámica de empleo, un encabezado que anuncia los riesgos y falencias más urgentes en el vecindario. De acuerdo con el trabajo, el primer peligro en ciernes ha sido el mal desempeño de la inversión.

En el caso colombiano, Alejandro Reyes recuerda que es el “gran reto”. Su lectura es la más positiva de entre las tres fuentes consultadas. El experto subraya los signos de reactivación en el consumo de bienes durables. También en la construcción, que después de meses sumida en resultados con números rojos, empezó a levantar cabeza en el renglón de obras civiles. “Es una economía que viene de una senda de muy bajo crecimiento hacia mejores números. Creemos que vamos a cerrar el año con una demanda interna que va a crecer por encima del PIB y eso es un dinamizador para 2025″.

Marcela Meléndez, sin embargo, incide sobre las sombras. En concreto, la inseguridad. La física, en primer lugar, con la agudización de las tasas de criminalidad en las ciudades y el campo. Y luego, con la jurídica. Un aspecto que conecta con los altos niveles incertidumbre “sobre los derechos de propiedad para alentar la inversión y la generación de empleo”. Se refiere, quizás, a la zona de turbulencia que atraviesa un país expectante por las reformas del presidente Petro. Pero sobre todo de su plan de recuperación y hoja de navegación en materia de hidrocarburos. La notable falta de alicientes para impulsar uno de los motores de la economía colombiana, escudado en un contradictorio proyecto de transición energética, ha sembrado la desconfianza e inquietud.

No es para menos. Se trata de un sector que aún representa casi la mitad de los ingresos por exportaciones. Lo cierto es que la inversión privada en Colombia, según datos del banco Davivienda, habría caído un 11% en el primer semestre de este año. “Traemos problemas antiguos sin resolver”, concede Meléndez, “marcos regulatorios que dificultan la actividad productiva y un sistema de educación que no está produciendo gente con las habilidades y capacidades que se requiere”. Andrés Langebaeck, director de estudios económicos del Grupo Bolívar, recuerda por su parte que se trata del renglón clave para crecer: “La inversión no solo contribuye al PIB del año vigente, cuando construyes, compras máquinas o haces carreteras, si no además aumentas la capacidad de producir a futuro. Es la única competencia para reactivar la economía y la que más nos está costando”.

Las inconsistencias estructurales e históricas del mercado laboral, con una tasa de desempleo que bordea aún los dos dígitos, y el déficit público son las dos últimas tareas por resolver. A juicio de Andrés Langebaek, resulta alarmante que el recaudo de impuestos, uno de los grandes pilares de financiación estatal, haya caído de nuevo a corte de agosto. Por eso Colombia se ha acostumbrado a vivir con un alto gasto público financiado con deuda. “Estamos quedados. Como país y como región. No hemos sido capaces de generar las condiciones para aumentar la inversión, el capital humano. Basta revisar el desempeño en las pruebas PISA. No hemos bajado las tasas de corrupción y eso es terrible porque los impuestos se van en pagar la corrupción y no en los proyectos que necesitamos”.


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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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