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Ecopetrol supera un mediocre primer semestre mientras el Gobierno define cómo desenganchar a Colombia del crudo

Las ventas de la estatal caen 12,6% en la primera mitad del año, frente a 2023

Trabajadores de la refinería de Barrancabermeja en Colombia, en febrero de 2022.
Trabajadores de la refinería de Barrancabermeja en Colombia, en febrero de 2022.Ivan Valencia (Bloomberg)
Camilo Sánchez

Sin el peso del petróleo sería improbable comprender la historia económica de Colombia en las últimas décadas. Por eso, la publicación de los resultados financieros de la estatal Ecopetrol, la mayor compañía del país, produce dosis añadidas de expectación. La empresa ha informado que las ganancias para el primer semestre de 2024 se derrumbaron 24,2% frente al mismo período del año pasado. Un registro con notas inquietantes, anclado al incremento en los precios de la energía eléctrica tras las sequías generadas por El Niño, y a la sobretasa del impuesto de renta a las empresas de hidrocarburos incluida en la última reforma tributaria del Gobierno de Gustavo Petro, entre otras razones.

Por si fuera poco, el reporte semestral, remitido el martes en rueda de prensa por el cuestionado gerente de la compañía, Ricardo Roa Barragán, evidencia una reducción del 12,6% en las ventas reportadas este año, frente a los primeros 6 meses de 2023. Un cuadro que se suma a los vacíos del Gobierno en la concreción de su plan de transición energética y deja a más de un observador con la conclusión en las manos de que la marcha de la joya petrolera atraviesa dificultades. Otros indicadores, sin embargo, amainan los llamados más urgentes de alarma.

La producción diaria de barriles, por ejemplo, subió un 4% en el segundo trimestre. Y la empresa escaló la meta a un rango de 730.000-735.000 para cerrar el año. Roa Barragán subrayó en su presentación que se trata de la mayor producción semestral en los últimos ocho años. También añadió que ha sido el período donde se ha transportado el mayor volumen de crudo desde 2019. ¿Qué está pasando entonces? ¿Cómo llegar a un balance global de la coyuntura?

Para Mauricio Téllez, director de Atrevia Colombia, la situación es “agridulce”. A su juicio, la faceta amarga está concentrada en los “costos y resultados financieros, incluida la caída en la utilidad neta y el margen ebitda [que mide la utilidad operativa de una empresa], que fue afectada por mayores impuestos y la tasa de cambio”. Los gastos fijos se incrementaron un 10% y los costes de producción de los hidrocarburos otro 28%. Por eso las cuentas, afirma el director del departamento de Economía de la Universidad Javeriana, Andrés Giraldo, son apenas modestas.

La dinámica actual, en su opinión, no cumple con los requisitos de un país cuyos ingresos fiscales dependen en buena medida de las regalías y la renta petrolera. El presupuesto del Estado colombiano se nutrió en un 13,8% de estos ingresos en 2023 y el crudo aportó un 2,6% al Producto Interno Bruto durante el mismo ejercicio. “Es que no estamos hablando de una empresa de textiles, no estamos hablando de cualquier producto para la economía colombiana”, repite con tono de incredulidad.

Con todo, el Gobierno es consciente de ello. En las cuentas del Marco Fiscal de Mediano Plazo, en el que el Ministerio de Hacienda traza su trayectoria a una década, ha calculado que los dividendos serán menores: “Ecopetrol transfería 16.3 billones de pesos en 2022. Para 2023 fueron 21 billones. Y para este año estamos hablando de una caída proyectada de más del 50% con 11 billones”, detalla el académico. Por su parte, la impresión de Alberto Consuegra, expresidente encargado de la petrolera, es que la empresa sigue su curso con algunos signos de inercia. Como un gran portaviones, quizás, comandado por oficiales que tras dos años de operación no deciden con certeza la ruta a seguir.

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“El quid del asunto está en seguirle la pista a los niveles de inversión de la compañía, que deberían estar siempre entre los 3.000 y los 5.000 millones de dólares. Esa información, que hasta ahora no se ha publicado con claridad, nos daría las claves de la estrategia de negocio y de qué tan rápido se quieren mover hacia la transición energética”, admite Consuegra. A falta de registros más detallados, algunos indicios resultan inquietantes, como el hecho de que hoy la operación en suelo estadounidense, donde Ecopetrol opera a cuatro manos el campo Permian con la Occidental Petroleum (OXY), es la ficha que está espoleando la producción diaria gracias al método de facturación hidráulica, proscrito en Colombia.

Precisamente el Ministerio de Ambiente, el mayor opositor al fracking, comunicó esta semana que dejaba en suspenso la licencia ambiental para perforar el subsuelo del bautizado como pozo Komodo, situado en medio del triángulo conformado por los norteños departamentos de La Guajira, Atlántico y Magdalena. El yacimiento supone uno de los puntos con mayores esperanzas para extraer gas y petróleo en el futuro. Una sumatoria de realidades que le dan pie a Consuegra para alertar: “Esa sí es una señal grave de que el Gobierno se opone a la exploración en zonas significativamente importantes en materia de prospectiva de recursos y luego de reservas”.

Y hace un par de semanas trascendió la noticia de que la junta directiva de Ecopetrol rechazó sumarse al Proyecto Oslo, otro negocio en Estados Unidos con la OXY. Algunas voces al interior de la empresa indican que se trataba de una oportunidad inmejorable para aumentar los ingresos, sumar reservas y utilidad. Un documento interno especificaba, de hecho, que el pacto habría supuesto un aumento de 65.000 barriles diarios, casi el 10% de toda la producción, a partir del próximo año. Pero los responsables de la estatal recularon a último momento y dieron un portazo a la posibilidad de adquirir el 30% de la participación en la sociedad CrownRock, a través de la cual se explotaría un campo petrolero con fracking en una cuenca del suroeste americano.

Esa decisión es parte de un camino contradictorio, lleno de vericuetos y riesgos para la quinta empresa por tamaño de América Latina. Y quizás una oportunidad perdida. Basta con recordar que en los últimos tres años la cotización del barril de crudo Brent se ha mantenido en precios medianamente altos. En 2022 promedió los 100 dólares. El año pasado los 83. Y en el segundo trimestre de este año giró alrededor de los 85. Tampoco es menos cierto que, como suele suceder con la ruleta de los precios de las materias primas, ha habido uno que otro bache.

No obstante Felipe Bayón, expresidente de Ecopetrol, señala que la caída de las utilidades se repite en secuencia a lo largo de varios trimestres: “Argumentan que el precio del cambio del dólar ha afectado. Pero si uno mira, en el paso del año 2022 a 2023, subió casi 100 pesos y, sin embargo, la utilidad cayó un 43%”. Por eso, Mauricio Téllez agrega que hoy el gran interrogante recae sobre “si es posible mantener las reservas y producción de hidrocarburos. Se sabe que en gas tendremos una brecha creciente hasta finales de la década. Si eso llegara a pasar en crudo, el efecto para las finanzas públicas y los entes territoriales sería considerable”.

Y a falta de que se defina cómo funcionará el país sin petróleo, Ecopetrol capea los agujeros en su rendimiento con el argumento de los factores exógenos. Y si bien Andrés Giraldo no desconoce que el funcionamiento de la empresa está engarzado a ese tipo de comportamiento, llama la atención: “Las empresas fluctúan. Y como empresa Ecopetrol no va rematadamente mal. Pero por lo pronto nadie ha especificado cómo se va a subsanar la debilidad fiscal en la que va a quedar el Estado colombiano”. Por lo pronto el valor de las acciones ha sufrido una bajada pronunciada desde la llegada del presidente, Gustavo Petro, en agosto de 2022. Por entonces se transaba a un promedio de 19,65 dólares por acción. Hoy se cotiza a unos 10,16 dólares.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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