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Gustavo Petro
Columna
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Espada, sombrero, bandas y escudo: Gustavo Petro le apuesta al poder de los símbolos

El mandatario, como sus antecesores, elige sus símbolos. Los concentra en el M-19, que es una parte pequeña de las fuerzas que lo apoyan

presidente de Colombia, Gustavo Petro
Gustavo Petro con la espada de Bolívar durante su discurso de investidura, en la Plaza de Bolívar, en Bogotá, el 7 de agosto de 2022.Carlos Ortega (EFE)

El presidente Gustavo Petro hizo otra propuesta que parece sobrar en medio de tantas urgencias: cambiar el escudo nacional. No es el primer símbolo que se convierte en motivo de debate en esta administración porque desde el comienzo el presidente ha querido llenar su administración de otros significados. El asunto no es menor, es parte de una conversación que se da en el mundo sobre cómo se cuenta y se interpreta la historia. El presidente hace lo que todos los que llegan al poder quieren hacer: establecer sus símbolos y su versión de los hechos que representan.

El bando ganador es el que cuenta la historia y suele imponer una mirada siempre sesgada de cada acontecimiento. Es lo que ha pasado en Colombia y en el mundo y es precisamente una conversación que hoy se da entre historiadores, activistas, curadores de museos, analistas: ¿Hasta dónde la historia que conocemos como cierta se ha narrado desconociendo la verdad de millones de personas? ¿Cuántos héroes fueron en realidad perpetradores? ¿Cuántas víctimas fueron borradas de los registros? ¿Cuántas mujeres, ignoradas? Todo esto tiene que ver con la necesidad de leer la historia colectiva desde distintos puntos de vista porque entender el pasado nos define, nos ayuda a tramitar el presente y a proyectar el futuro.

Si es momento para discutir un nuevo escudo en Colombia es asunto que debatirá el Congreso y allí verán si lo consideran prioritario o innecesario. Lo que sí me llama la atención es que un presidente que insiste con frecuencia en la necesidad de la inclusión, en materia de símbolos ha insistido mucho en darle status a los suyos que son importantes para una minoría y al hacerlo cae en lo mismo que critica: excluye.

La primera orden que dio el presidente después de su investidura el 7 de agosto de 2022 fue que trajeran a la ceremonia la espada de Bolívar que tiene un sentido histórico nacional por lo que significó Simón Bolívar como Libertador y luego se convirtió en un símbolo particular del M 19 que la robó y la mantuvo escondida varios años. El presidente Gustavo Petro reivindica los símbolos de la guerrilla en la que militó y que se desmovilizó después de un acuerdo de paz exitoso. Luego fue el episodio con el sombrero de Carlos Pizarro y las banderas de esa guerrilla en eventos públicos.

Lo interesante en esta obsesión particular del presidente Petro con los símbolos de su grupo no es entonces que quiera reivindicar su pasado guerrillero porque querer hacer colectiva su visión particular de la historia parece ser una condición de quienes llegan al poder. Lo que llama la atención es que el M 19 no representa a ese grupo variopinto que acompañó a Gustavo Petro para llevarlo a la presidencia. El Pacto Histórico es una suma de partidos, movimientos sociales, activistas que representan una izquierda mucho más amplia que la que se levantó en armas en el M 19. Ni qué decir sobre lo que esa guerrilla significó para las víctimas y para otros sectores que tuvieron el impacto doloroso de su violencia. ¿Los del M 19 fueron rebeldes libertarios o victimarios? Depende de a quien se le pregunte.

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Es de eso de lo que se habla hoy en el mundo: de cómo es necesario contar la historia con matices, con una sumatoria de miradas. Es lo que intenta hacer el presidente con la propuesta para cambiar el escudo: que la frase famosa vaya más allá de “Libertad y Orden” y se incluya la palabra “Justo” para que quede “Libertad y Orden Justo”. Ese cambio refleja el pensamiento de la izquierda que hoy está en el Gobierno y que enarbola por tradición el concepto de justicia social. El poder de las palabras es inmenso y con ellas se puede cambiar la historia. En el Gobierno de Álvaro Uribe, con la mirada particular de derecha, pasamos de tener un conflicto armado, con todas las complejidades que representa, a una amenaza terrorista que borra de un plumazo las múltiples realidades y causas detrás de nuestra violencia recurrente. En momentos en que el mundo cerraba filas contra el terrorismo y en Colombia se vivía la decepción por el fracaso de los diálogos del Caguán, era más fácil hablar de terroristas para poder eliminarlos. Hasta hoy muchos sectores tienen incorporadas esas palabras hasta el punto de que hoy algunos llaman terroristas a jóvenes que hacen grafitis en una pared.

Los poderosos quieren siempre imponer sus verdades, sus símbolos, sus maneras de entender los hechos. La diferencia es que en este momento particular hay un debate abierto en el cual los silenciados y borrados de la historia están pidiendo su lugar para contar. En este momento las víctimas de los distintos “héroes” no guardan silencio, levantan la voz y por eso es más difícil que el poderoso del momento imponga lo que quiere. Hablar sobre palabras que definen momentos y símbolos que representan realidades es una conversación importante. No es tan simple como parece.

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