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El sombrero de la discordia: Petro prende una controversia sobre los símbolos del M-19

El ministro de Cultura Juan David Correa, en una debatida resolución, reconoció el sombrero blanco del excomandante Carlos Pizarro como patrimonio cultural de la nación

Gustavo Petro en el evento en que desveló el sombrero de Carlos Pizarro, el 18 de junio.
Gustavo Petro en el evento en que desveló el sombrero de Carlos Pizarro, el 18 de junio.Alexa Rochi (Presidencia)
Camila Osorio

Colombia ha debatido toda la semana sobre un sombrero. El presidente Gustavo Petro anunció que un sombrero blanco que perteneció a Carlos Pizarro, el comandante que llevó a la guerrilla del M-19 a firmar la paz y fue asesinado en 1990 cuando era candidato presidencial, es ahora patrimonio cultural de la nación. “Este sombrero es un símbolo de paz”, dijo Petro, quien perteneció al mismo grupo armado. El mandatario contó que recibió el sombrero en su reciente viaje a Suecia, donde conoció a un hombre que escoltaba a Pizarro el día que lo asesinaron en un avión, y quien guardó el objeto durante tres décadas, hasta el día en que lo entregó a Petro. Ahora está expuesto en una urna de cristal en la casa presidencial. La declaración abrió varios frentes de debate: si es o no un símbolo de paz, si fue adecuado el camino que usó el ministerio de Cultura para reconocerlo como patrimonio sin deliberación. Todo con un detalle extra: no hay un solo sombrero de Pizarro, hay por lo menos dos.

Viaje al pasado de los sombreros blancos

“Yo no sabía de la existencia de este otro sombrero”, cuenta a EL PAÍS María José Pizarro, hija del asesinado líder, senadora del Pacto Histórico y cercana al presidente. Ella lleva los mismos 34 años guardando otro sombrero blanco, del mismo estilo, que ha mostrado en exposiciones en Nueva York o Barcelona, y en el Museo Nacional de Bogotá. “Mi papá tuvo más de un sombrero. Yo conozco a la persona en Suecia que le dio este otro al presidente, y que no nos contó que lo tenía, pero yo sé que él jamás mentiría sobre esto”, añade la también artista plástica. El sombrero que guarda ella tiene tejido adentro el apellido de Pizarro. El de la Presidencia, no.

La senadora recuerda que cuando mataron a su padre ella era una niña, y con una de sus hermanas llevó el sombrero al museo Quinta de Bolívar, la antigua casa del libertador en Bogotá. Allí lo preservaron varios años hasta que le dijeron que preferían devolvérselo. En su carrera como artista, lo usó entonces en varias exposiciones. Hasta 1988, su padre aparecía en videos y fotos usando boinas negras, como tantos otros guerrilleros del siglo XX. Pero cuando se sentó a negociar la paz con el Gobierno, en 1989, lo hizo con un sombrero blanco que ya había empezado a usar para camuflarse entre los campesinos.

Carlos Pizarro Leongómez con el sombrero blanco, en una fotografía del archivo familiar.
Carlos Pizarro Leongómez con el sombrero blanco, en una fotografía del archivo familiar.María José Pizarro

“El sombrero lo tomamos como símbolo de paz, pero es mejor no uniformar a la gente, yo me lo pongo cuando me da la gana”, dijo alguna vez Pizarro, según cuenta el archivo de su hija. El día que firmó el acuerdo, entregó su pistola envuelta en una bandera de Colombia. Su sombrero blanco brillaba bajo el sol de las montañas del Cauca. “El M-19 hace dejación de la última arma, por la paz y la dignidad de Colombia”, dijo. ’El hombre del sombrero blanco’ lo apodaba la revista Semana.

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María José Pizarro consideró donar el sombrero al archivo del Museo Nacional, donde están otros objetos claves de la historia de Colombia de finales del siglo XX, como el blazer que usaba el candidato liberal Luis Carlos Galán el día que lo mataron en 1989, o un viejo sofá calcinado del Palacio de Justicia que el M-19 se tomó en 1985. “No me sentí tranquila de dejar el sombrero allí porque no me era claro en qué contexto sería expuesto. No quería que se quedara en una bóveda y, para mí, alrededor del sombrero debería haber una narrativa”, explica. Entonces lo guardó en su casa, donde está hoy. El sombrero de Suecia, mientras tanto, sí fue expuesto con un discurso presidencial.

“El reconocimiento de ese sombrero para mí sí pone en debate una narrativa, y me siento muy tranquila con eso”, dice la senadora. “Quiero que haya una discusión sobre la historia de los vencedores, de los vencidos, de las víctimas. No creo que con esto se busque exonerar una responsabilidad de mi papá, ni que haya una visión idealizada de mi padre, porque él mismo nunca eludió sus responsabilidades frente a momentos como lo ocurrido en el Palacio de Justicia. Yo misma he dedicado 20 años de mi vida a encontrar a mi padre y no idealizarlo, a poder tener una mirada crítica hacia él. Pero este sombrero estuvo el día que él se sentó a negociar la paz, y para mí sí es un símbolo de paz”, añade.

Varios miembros de la derecha, como la senadora María Fernanda Cabal, han criticado el gesto del presidente por, dicen, glorificar un “terrorista”. “Ningún elemento del M-19 es instrumento de paz”, dice ella. “Escuchar todos esos despropósitos también genera dolor”, cuenta la senadora Pizarro.

La placa de la urna en la que reposa el sombrero en la presidencia afirma que es el que tenía puesto Pizarro el día que entregó su arma. Entonces no podría ser el que guardó su hija. “No sé, no puedo saberlo, no sé si este o el otro”, dice la senadora. Solo uno de los dos brilló esa tarde soleada en el Cauca, y solo uno recibió tratamiento especial del Estado.

Reconocer el patrimonio cultural a sombrerazos

“Acá no hubo deliberación, lo que hubo fue un golpe de autoridad”, dice a EL PAÍS el antropólogo Manuel Salge, profesor de la Universidad Externado y experto en patrimonio cultural. Salge explica que hay dos caminos usuales para declarar un bien como patrimonio cultural de la nación, y que ninguna de ellas fue la que usó el ministro de Cultura, Juan David Correa, cuando firmó la resolución que reconoce al sombrero de Pizarro como patrimonio cultural.

El sombrero de Carlos Pizarro.
El sombrero de Carlos Pizarro.Presidencia

La primera vía es la legislativa: todos los años los congresistas promueven una variopinta lista de objetos, parques o géneros musicales para que sean considerados bienes de patrimonio cultural— algo que hacen a cambio de algunos votos o al menos unos aplausos. Si sus proyectos se aprueban, esos bienes no cuentan con un plan especial para cuidarlos. El reconocimiento se queda en solo eso: un papel.

Luego hay otra vía, que sí garantiza un plan especial de salvaguardia con recursos públicos. Consiste en presentar los bienes con un estudio exhaustivo argumentando su valor histórico, simbólico o estético, ante el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural. Allí están sentados expertos y representantes del Gobierno. Solo si dan su visto bueno, los bienes entran al Registro Nacional de Patrimonio Cultural y se aprueba un plan detallado para cuidarlos.

El ministro Correa decidió algo atípico, explica Salge, al reconocer un bien a través de una breve resolución sin deliberación previa en el consejo o en el Legislativo. “Normalmente el Ministerio de Cultura apoya la vía ante el Consejo Nacional de Patrimonio, pero el ministro decidió quitarle valor a ese sistema con esta decisión”, explica el profesor. Más que cumplir un protocolo, a Salge le preocupa que se perdió la oportunidad de dar el debate, y por eso percibe la decisión como unilateral. Más que saber si el sombrero es un símbolo de paz o de guerra —nadie cuestiona que sí es un símbolo de un momento histórico—la polémica fue que nadie pudo opinar antes de que el presidente apareciera diciendo que era un bien de patrimonio cultural.

“¿Es la gente la que decide qué es patrimonio o es el ministro de Culturas?”, escribió en X María Eugenia Martínez, exdirectora de patrimonio en Bogotá durante la alcaldía de Gustavo Petro. “Las declaratorias implican una reflexión, deliberación, y que una comunidad quiere impulsarlas”, añade Salge. ¿Había acá una comunidad o solo un presidente?

No es la primera vez que se critica al Gobierno por no querer debatir a fondo los símbolos del M-19 que el presidente exalta. Helena Urán, hija de una víctima del Palacio de Justicia, sigue esperando que el presidente responda a un debate similar, el que ella propuso sobre las banderas de la antigua guerrilla que Petro ondea en eventos públicos. “Insisto: necesitamos un debate amplio sobre los símbolos y la cultura de la violencia ¿Qué es patrimonio cultural para un país?”, escribió en X al saber del sombrero.

La tensión está también dentro del Ministerio de Cultura

“Yo no estoy obedeciendo como un ciego las órdenes del presidente”, le dice el ministro Correa a EL PAÍS. “Tomé esta decisión porque estoy de acuerdo con él con que estamos en un momento de reivindicación de otras historias que no se han acogido en la historia, como la de la izquierda, la de quienes han resistido en este país”, añade.

No considera arbitraria la resolución y menciona otra parecida del ministerio, en 2011, que reconoció el paisaje cultural cafetero como patrimonio (esa, sin embargo, sí contó con un extenso estudio previo para el plan de salvaguarda). Correa además señala que tuvo que tomar la decisión por urgencia. “Decidí hacer una resolución porque llegó este objeto desde el exterior y consideré que debíamos ampararlo inmediatamente, reconocerlo, para después empezar el proceso para declararlo bien de interés cultural”, explica.

En el Ministerio, sin embargo, no todos apoyaron la decisión del ministro. Al día siguiente de la presentación que hizo Petro, quien dijo erróneamente que el sombrero había sido declarado bien cultural, el Ministerio publicó una aclaración explicando que no hubo una ‘declaración’ sino un ‘reconocimiento’. Correa dice que ese comunicado, revelando una diferencia técnica, se publicó sin su aprobación, mientras él estaba en un consejo de ministros. “Se produjo obviamente para causar un daño, lo tengo bastante claro. Hay una crisis dentro del Ministerio por alguien que se concentró en ese tecnicismo, cuando yo puedo dar el debate sobre el procedimiento dentro del Ministerio también”, dice Correa.

Tanto dentro de su oficina, como afuera de esta, muchas personas que quieren debatir cómo se define el patrimonio, si allí cabe o no el sombrero blanco de Pizarro. A Petro, de hecho, no le encantaba el sombrero blanco a finales de los años ochentas. “Esos sombreros, que eran de fibra sintética, daban cierta elegancia masculina. Se usan mucho en el Tolima. A mí me gustaba más el café o el verde que el blanco”, admitió en su biografía, Una vida, muchas vidas. Ahora es su mayor defensor.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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