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En colaboración conCAF

Alejandro Crocker y la mística del desperdicio textil: volver lo que la gente tira una colección de moda

El diseñador ha hecho de los viejos vestidos y chaquetas, de botones, cuellos y cremalleras que ya se usaron el único insumo de su marca de moda. Su apuesta por la remanufactura abrió este martes las pasarelas de Colombiamoda

Alejandro Crocker coloca un de sus diseños a una modelo.
Alejandro Crocker coloca un de sus diseños a una modelo.CORTESÍA

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Nos hemos ido deshaciendo de la ropa a lo largo de la vida sin siquiera detenernos a pensar cuánto trabajo, cuánta agua, cuánta energía, cuánto oxígeno, se ha invertido para crear esa pieza. Cada vez que nos deshacemos de un jean, por ejemplo, arrojamos 10.000 litros de agua a la basura. Cuando votamos esa camiseta de algodón por pequeña, por vieja o porque dejó de gustarnos, hacemos que los gases de efecto invernadero, 300 veces más potentes que el dióxido de carbono, producidos por los cultivos de algodón que devinieron en esa camiseta, fueran inútiles.

El diseñador venezolano Alejandro Crocker, que ha hecho de Colombia su nueva casa, decidió que esa cadena que terminaba siempre en el mismo lugar, los vertederos de basura, tenía que revertirse. Él tenía como convicción que los ciclos de la ropa y de los tejidos eran más largos y perdurables de lo que la gente siquiera podía sospechar. ¿Por qué comprar rollos de telas para crear colecciones de moda, si telas y materiales era lo único que había en el mundo? ¿Qué pasa cuando lo que la sociedad ve como inservible o basura es, en realidad, el insumo para algo nuevo y grandioso? ¿Cuántas historias le caben a una prenda, a la tela de una chaqueta, a un vestido de novia?

Con estas preguntas en mente, desde hace 20 años, Alejando Crocker empezó a recoger piezas, a guardar retazos, a descoser abrigos viejos, a jugar a unir los bolsillos de cientos de jeans que le donaban y creó, más que un atelier de moda, un taller de experimentación para darle vida nueva a eso que recolectaba. Su ejercicio era temprano para su tiempo. En 2004, poco o nada se hablaba de la necesidad de parar la inclemente producción de vestido en el mundo y entonces fue el mundo del arte, más que las boutiques y las compradoras, el que primero entendió su ejercicio. Él, al fin y al cabo, lo que había estudiado era historia del arte.

Sin embargo, el diseñador estaba obsesionado con el poder del vestido, con lo que esa segunda piel le confiere a las personas y entonces insistió en sacar sus creaciones de las galerías de Miami y Nueva York. Decidió desafiar de frente a un sistema al que cada vez que le ofrecía una prenda de su autoría le preguntaba de dónde venían las telas de los vestidos que hacía, si la dueña se había divorciado o si seguía viva. Esa extraña tendencia de conferir la humanidad de los dueños a la ropa que les había pertenecido, le jugó en contra por mucho tiempo, hasta que él decidió abanderar el camino de la remanufactura y hacer pedagogía y revolución en cada una de sus creaciones.

“Si le revelaba mi historia al mundo de la moda, me cerraban la puerta. A pesar de que les explicaba que las piezas pasaban por un profundo proceso de lavado e higienización, los coleccionistas incluso me pedían que no se supiera que eso que compraban estaba hecho con telas de cortinas de baño o hilos de saris antiguos de la India. Pero, cuando mi madre falleció, y yo heredé un clóset impresionante, -ella había sido coleccionista de prendas emblemáticas de la moda-, me di cuenta de que no había nada que esconder frente al camino que había elegido. Que en cada material, que en cada prensa había una mística, una capacidad de perdurar y resistir que tenía que ser honrada y reconocida. Entonces supe que tenía que levantar la voz y quitarme el miedo”, explica Alejandro Crocker que con su colección Tierra de nómadas, hecha a base de materiales recogidos y telas defectuosas, le dio este martes apertura a las pasarelas de Colombiamoda 2024.

Alejandro Crocker en su taller.
Alejandro Crocker en su taller.CORTESÍA

La pulsión creativa del diseñador, lejos de obedecer a los cortos periodos de tendencias que genera la moda, pareció ubicarse en un pilar que ha ido creciendo en urgencia y relevancia, al punto de ser hoy uno de los grandes reclamos que le hace el planeta a la moda: que deje de generar tanto y se haga responsable de sus desperdicios. Esa parece ser la única verdadera tendencia a la que pueden responder sus diseños: la de tratar de impactar lo menos posible. “Yo no sé qué es trabajar con rollos de tela, cuando llegan posibles compradores grandes y me dicen que les encanta mi trabajo pero que quieren todo en color crudo, les digo que no han entendido nada de mi trabajo. Yo no puedo saber qué materiales van a llegar al taller. Es a partir de esa diversidad, de ese colorido, de esos encajes que me dona una fábrica de ropa interior, que yo empiezo a crear”, explica el diseñador, quien reconoce que el gran reto de la remanufactura es la creatividad, es hacer algo bello, apetecible, usable con materiales que ya existen, “porque si hacemos algo inútil, lo que estamos haciendo es acentuando el problema”.

Desde hace seis años, cuando creó formalmente su marca homónima en Colombia, el diseñador ha logrado engranar su pasión con diferentes sectores sociales. Por supuesto, su taller creó estrechos vínculos con los recicladores de la ciudad de Bogotá, que saben que ahí siempre pueden vender las prendas o telas que han encontrado. También ha trabajado de manera cercana con mujeres trans que trabajan en zonas de alta tolerancia, entrenándoles la mirada para ver en las piezas que se desechan, o que se botan, insumos para que creen cosas nuevas y cuenten sus historias.

“Este taller tiene cero desperdicio. El material que llega se desnaturaliza y se clasifica: cremalleras para un lado, puños para otro, cuellos, mangas, botones, van a diferentes espacios del taller y se le da vida a todo. A la lycra y el algodón, que suelen ser materiales que no envejecen bien, los usamos para hacer las bolsas de nuestras prendas y lo que queda y no se usa en los diseños es el material que uso en mis talleres con diferentes comunidades para enseñarles pensamiento creativo usando el desperdicio de la sociedad”, explica.

Alejandro Crocker ha logrado que su marca sea sostenible, y ante la preocupación que pueda surgirle a alguno de sus inversionistas, siempre les hace ver que la cultura joven cada vez está más cercana a estas prácticas y que los desperdicios son y van a ser tantos que cada vez nos veremos más avocados a ver en su modelo el único posible. Y si se quiere llevar la marca a otros lugares, siempre se podrá trabajar con el acopio de desechos textiles de esos lugares. Sin embargo, ese sueño tiene un paso previo: “Tenemos que cambiar las regulaciones”, increpa el diseñador con contundencia. “Si queremos que eso de la circularidad, que todos hablan y pocos entienden, sea una realidad, vamos a tener que eliminar algunos requerimientos legales, que por ejemplo, nos exige tener una denominación de origen de los materiales con los que trabajamos. Si queremos reusar y remanufacturar más, vamos a tener que cambiar muchas leyes con las que se ha medido la moda”, concluye el diseñador que al estar en las pasarelas de Colombiamoda le da un espaldarazo de esperanza a todos aquellos que están creando belleza con lo que ya existe.

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